La cascada escondida de A Margarida

X. a.

SOCIEDAD

Bajar a O Picho da Escarida es adentrarse en decenios de olvido por una vaguada escondida a la vista humana. El estruendo del agua suena, pero tapado por una cortina de maleza. Allí se esconde la cascada soberana.

07 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El Rego de San Loto es un regato humilde, tanto que baja escondido entre eucaliptales y carballos. Es difícil imaginar que un riachuelo tan pequeño pueda crear semejante espectáculo natural, sobre todo cuando el régimen de lluvias se muestra generoso. El agua se deja caer de forma espectacular por O Picho da Escarida, también conocido como Fervenza da Margarida, pues está en las proximidades de este lugar de Cundíns (Cabana de Bergantiños). No solo es admirable la cascada principal. Luego, el pequeño lecho fluvial se va despeñando entre rocas hasta llegar al valle que se va a topar con el estuario del Anllóns. Es una lástima que la falta de limpieza no permita disfrutar del paraje en todo su esplendor. Ni siquiera se hace fácil seguir el curso del agua para contemplar los sucesivos rápidos. Los árboles caídos y la vegetación rebelde y anárquica hacen imposible avanzar siguiendo la fiebre del agua, que va sorteando rocas en su descenso hasta apaciguarse entre las tierras bajas e ir a morir al río Cundíns, afluente, a su vez, del Anllóns, la gran arteria bergantiñana.

No obstante, no es complicado llegar hasta O Picho da Escarida. Hay un camino y sigue un sendero entre tojos fácil de andar hasta llegar a la vieja central eléctrica levantada en su día junto a la cascada. La caseta abandonada solo está habitada por una cuatro o cinco murciélagos, indiferentes a la visita de intrusos. Siguen su sueño ausentes a los curiosos que los fotografían.

Fuera, mana el precipicio de forma incesante. Los que instalaron el ahora abandonado generador eléctrico, allá por los años 50, hicieron un canal en la parte superior. La tubería que descendía hasta la turbina fue cubierta con losas, lo que forma ahora una curiosa escalera de piedra integrada por decenas y decenas de peldaños.

Junto a la cascada, no solo se puede disfrutar del hipnótico espectáculo del agua precipitándose por las rocas, sino que el conjunto está adornado por robles y otras especies vegetales que fueron creciendo libres. El técnico medioambiental José Manuel Rojo las va enumerando mientras mira a un lado y al otro del escenario: espinos silvestres, abedules, musgo, líquenes, mirtos, helechos (que las meigas solían utilizar para hacer humo), faroliños, acebos, laureles y gamones o abrótegas. Un lugar muy apropiado para goce de botánicos.

Deambular por el espacio para disfrutar de los perfiles de la cascada no es nada seguro, conviene moverse con mucha atención. La roca es resbaladiza. Es, según el geólogo Juan Ramón Vidal Romaní, una especie de mezcla de ortogneis y anfibolitas. Forma parte de una estructura muy antigua, de más de 300 millones de años.

En las proximidades hubo una explotación minera, la mina de San Loto. Abrió en los años 50 del pasado siglo y apenas duró dos años, según recoge una guía municipal. Eran unos 30 o 40 trabajadores que operaban con azadas, picos y palas y transportaban en cubos el rutilo que extraían después de hacer unos canales en el terreno para echar agua y dejar el material suelto. Hechos que incluso inspiraron a la célebre poeta y coplera local María Baña Varela.

O Pozo da Forca

En la parroquia vecina de Rioboo el río Baiabosa forma la cascada de O Pazo da Forca, a la que Pondal le dedicó un poema.