El entomólogo Juan Carlos Otero cree que el riesgo de transmita enfermedades es mínimo, pero también ve casi imposible desterrarlo una vez que ha llegado
19 ago 2023 . Actualizado a las 14:16 h.El tamaño en este caso no indica nada, porque los entre medio y un centímetro que pueden llegar a medir los mosquitos tigre (Aedes albopictus) son unas dimensiones muy parecidas a las del mosquito común. Tampoco su forma de vida se diferencia demasiado: los machos se alimentan fundamentalmente del néctar de las plantas y son las hembras las que pican a los animales para obtener de la sangre la energía que necesitan para poner los huevos y garantizar la continuidad de la especie.
De hecho, utilizan una modalidad de bigotes para guiarse y detectar el dióxido de carbono que emiten los vertebrados —los humanos incluidos— para dar con ellos y clavarle la probóscide, esa trompa fina con la que atraviesan la piel y administran un anticoagulante que les permite extraer la sangre y almacenarla en su cuerpo. Es así como se producen las molestas picaduras que, como en el caso de otros muchos insectos, pueden desencadenar una reacción alérgica o incluso una infección secundaria.
Las diferencias, por tanto, hay que buscarlas sobre todo en los colores y en cierta medida en las horas del día en las que son más activos, porque mientras los mosquitos comunes a los que estamos acostumbrados se activan fundamentalmente hacia las últimas horas de la tarde y durante la noche, en este caso tienen hábitos mucho más diurnos.
Rayas negras y blancas
Su característica principal —y de ahí también el nombre— son las franjas blancas sobre el cuerpo negro que luce en el tórax y el abdomen. Un patrón que se repite en las patas y que culmina una línea blanca muy marcada en mitad de la cabeza y el tórax.
En definitiva, el mosquito tigre se puede identificar bien porque sus colores difieren bastante de los tonos anodinos, entre marrón claro y amarillo pajizo, del mosquito común (Culex pipiens). Pero eso no significa, ni mucho menos, que cualquier vecino de la ría de Vigo tenga que ponerse ahora a identificar insectos de manera obsesiva. Como bien explica el entomólogo Juan Carlos Otero, eso a lo único que podría conducir es «a una esquizofrenia» colectiva sin provecho alguno. Lo más útil que puede hacer un particular, según el especialista, que coordinó hasta hace unos meses el grupo científico encargado de estas detecciones, es «liberar el agua estancada que pueda tener alrededor de casa» en pequeños recipientes o charcas porque ese es el medio que utilizan las hembras para criar. En realidad, pueden poner los huevos en seco y estos se mantienen sin mayores problemas, pero es al entrar en contacto con el agua cuando eclosionan.
El profesor de la USC, ahora jubilado, incide en que estos animales no tienen porque entrañar un peligro especial en Galicia, porque las graves enfermedades que transmite aquí no están presentes con lo que el riesgo de que se conviertan en un vector de contagio «es mínimo». Eso sí, el especialista también avisa de que «eliminarlo va a ser prácticamente imposible», como ocurre con la práctica totalidad de las especies invasoras, cuya expansión se ve alimentada por el cambio climático. De hecho, ya antes de esto Otero tenía la «teoría particular» de que la zona de Vigo y el sur de Ourense son las únicas de Galicia propicias para que se asiente, por sus temperaturas próximas a las del Mediterráneo.