Del vagón del silencio en el tren a las plazas solo para adultos en los aviones

María Viñas Sanmartín
maría viñas REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

«Nannies» del aire. Etihad Airways, la segunda compañía más grande de los Emiratos Árabes, cuenta con un servicio de niñeras a bordo para entretener con cuentos y dibujos, dormir y dar de comer a los pasajeros más pequeños, tanto a los que viajan solos como a los que van acompañados.
«Nannies» del aire. Etihad Airways, la segunda compañía más grande de los Emiratos Árabes, cuenta con un servicio de niñeras a bordo para entretener con cuentos y dibujos, dormir y dar de comer a los pasajeros más pequeños, tanto a los que viajan solos como a los que van acompañados. Etihad Airways

Una aerolínea reabre el debate al anunciar una zona libre de niños en sus vuelos

10 sep 2023 . Actualizado a las 15:56 h.

Con su intención de habilitar varias filas de asientos solo para mayores de 16 años en los aviones que a partir de noviembre cubrirán la ruta Ámsterdam-Curazao, la aerolínea Corendon ha reabierto el debate sobre los espacios sin niños. Primero fueron los hoteles; después, los restaurantes; y ahora también los medios de transporte. En España, aproximadamente el 8 % de los establecimientos únicamente permiten la entrada de adultos, siendo el tercer país del mundo con más alojamientos de este tipo; solo le superan Brasil y Japón. Renfe lleva, además, casi diez años ofreciendo billetes para su vagón del silencio, que no admite a menores de 14 años, pero tampoco a quienes, superando este límite, hablen por teléfono, escuchen música sin altavoces o mantengan conversaciones en voz alta.

El holandés no es el único operador aéreo con espacio exclusivo para adultos en sus cabinas de pasajeros, pero sí de los pocos que exige coste adicional por estas plazas. Ya en el 2012, tanto Air Asia X —filial de Air Asia— como Malaysia Airlines incorporaron en algunos de sus aviones «zonas tranquilas» para mayores de 12 años. IndiGo, una línea aérea de bajo coste que opera vuelos nacionales en la India, fue de las primeras en plegarse a esta política y Scoot, en Singapur, ofrece a los viajeros la posibilidad de pagar más para sentarse lejos de un niño. Japón Airlines, por su parte, permite al realizar la reserva saber en qué zonas estarán ubicados los menores de dos años para, si así se desea, escoger una plaza en la otra esquina de la nave.

Según una encuesta del semanario estadounidense Newsweek, publicada el pasado mes de abril, un 60 % de la población se muestra a favor de que en aviones y trenes haya zonas exclusivas para adultos; un 27 % se opone a la idea y el 14 % prefiere no posicionarse. Los que más respaldan esta opción son los adultos jóvenes, de entre 25 y 34 años, y los más reacios, la gente de mediana edad, de entre 45 y 54. Conchi Estévez, presidenta de la Asociación de Saúde Emocional na Infancia e Adolescencia (Aseia), invita a reflexionar sobre qué está pasando en la sociedad para que, de repente, los niños «molesten».

«Podemos pensar cuántos aviones han tenido que aterrizar forzosamente o ser derivados a otros aeropuertos por culpa de adultos ebrios —expone—. Eso ha pasado, pero nunca hemos tenido noticias de un aterrizaje porque un niño estaba llorando. Lo que sucede es que hay una parte de los adultos a los que les cuesta integrar la presencia de los niños y niñas como un elemento positivo, los ven como una figura disruptiva que interrumpe sus momentos de descanso».

Yo, yo y yo, y después yo

Tanto Estévez como Ricardo Ibarra, director de la Plataforma de Infancia —una alianza de entidades sin ánimo de lucro que trabaja por los derechos de los niños—, apuntan hacia el individualismo y el adultocentrismo. Por un lado, el modelo social ha cambiado: «Cada vez convivimos menos con nuestro entorno por mil razones, tanto laborales como personales. Falta de tiempo, distancias, etc. Esto nos hace a veces pensar que los demás son un incordio y nos aislamos, no nos adaptamos al otro, no pensamos en sus necesidades, mucho menos en las de los más pequeños, y esto es muy preocupante», comenta Ibarra.

Por otro lado, cada vez hay menos niños: los nacimientos han caído de forma generalizada en Europa y las familias con más de dos hijos son la excepción. «Han entrado a formar parte de una vida adulta en la que antes apenas participaban —señala Estévez—. Ahora van a los restaurantes, a los conciertos, a los festivales.... Y no podemos introducirlos de cualquier manera, sino teniendo en cuenta cuáles son sus necesidades». En el caso de estas aerolíneas, se atiende las del adulto, prosigue la experta, y a los niños ni se les pregunta. Ni siquiera se ha observado qué sucede en los aviones para que incordien. «A lo mejor lo interesante sería ver qué se puede hacer para mejorar sus condiciones, para darles más espacio, para que vayan más cómodos».

«¿Qué va a ser lo siguiente, ciudades sin niños?»

Myriam Fernández Nevado, cofundadora de la Asociación GSIA (Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia) cita una retahíla de normativas internacionales, europeas e incluso españolas — la Convención de los Derechos del Niño, las leyes de la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA), la constitución y la Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor, entre otras— según las cuales, asegura, esta sería una práctica «prohibida, ilegal, abusiva y anticonstitucional». «Se está discriminando a los niños en base simplemente a su edad, cosa que no existe para otro tipo de ser humano. ¿Se excluye a los mayores de 65 porque en algunos casos necesitan comodidades especiales? No», expone.

Coincide en el argumento Ricardo Ibarra desde la Plataforma de Infancia: «Si discriminásemos a cualquier otro colectivo de esta manera tan clara nos escandalizaríamos, y con razón. Sin embargo, parece que con los niños es algo normal. Nos quejamos mucho de las tasas de natalidad y no nos damos cuenta de que a lo mejor no estamos construyendo una sociedad adaptable y amigable para los más pequeños». «Lo que sucede es los niños no se pueden quejar, no tienen instrumentos para defender sus propios derechos. Si alguien hiciera lo mismo con las personas mayores, probablemente y con toda la razón del mundo se quejarían —insiste—, utilizarían todos los mecanismos en sus manos para para revertir estas decisiones; los niños no tienen esa capacidad».

El artículo 14 de la Constitución recoge que no puede prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, por lo que en España este tipo de opciones serían ilegítimas, sostienen los expertos. Sin embargo, sí hay espacios donde nunca se ha permitido el acceso a niños. «La legislación lo que dices es que solo se puede discriminar a niños y niñas por su interés superior, es decir, se puede prohibir su entrada en espacios donde haya apuestas deportivas o a algún espectáculo especialmente violento, pero no por razones contrarias en las que se busque el interés del adulto que no quiere compartir un espacio con un niño —explica Ibarra—. Eso no es una razón justificable».

«Esto no puede ser anecdótico —advierte Myriam Fernández Nevado—. ¿Qué va a ser lo siguiente, ciudades exclusivamente para adultos? La Agenda 2030 ya contempla en esa famosa urbe de los 15 minutos espacios sin niños. Las Smart City son la antesala de las ciudades con guetos para niños, los futuros parques infantiles van a ser corralitos físicos. ¿Así queremos criar a nuestros pequeños?».

«La IATA tendría que decir mucho acerca de estas prácticas que afectan al niño o a la niña simplemente por ser niño o niña, y por tanto en razón de su edad —subraya—. No entiendo cómo no se levanta en armas, es una práctica violenta contra la infancia».

«Me he visto lanzando malas miradas a los padres, y es injusto»

Argumenta la aerolínea de los Países Bajos que al ofrecer asientos exclusivamente para adultos también está pensando en los padres a bordo, para que no lo pasen mal por las molestias que puedan ocasionar sus hijos. «Cuando me ha tocado compartir varias horas de viaje con niños me he encontrado con situaciones de muchos gritos, llantos o, lo que incluso puede resultar más molesto para mí, canciones y juegos infantiles. Y me he visto lanzando miradas reprobatorias a sus padres cada dos por tres, intentando que se diesen cuenta de que me estaban molestando —reconoce la gallega Laura Grandío, a favor de este tipo de opciones para viajar—. Creo que eso es lo más injusto, porque al final acabamos unos y otros incómodos cuando ninguno es culpable, ni los niños son maleducados, ni los padres no saben educarlos ni yo soy un monstruo porque me molesten de esa manera. No hay que verlo como un veto, sino como una alternativa».