Daniel López, psicólogo: «El duelo por suicidio es especial porque hay estigma, vergüenza, culpabilidad»

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Daniel López Vega psicólogo presidente de la asociación Papageno suicidio
Daniel López Vega psicólogo presidente de la asociación Papageno suicidio cedida

La asociación Papageno monta en Galicia el primer grupo de familiares supervivientes, que arranca el próximo lunes

16 feb 2024 . Actualizado a las 15:44 h.

El próximo lunes se pone en marcha el primer grupo de ayuda mutua de familias y allegados de personas que se han suicidado. Se llama Galicia Vive. A las 19.30 horas, en el centro cívico de Teis, en Vigo, la asociación Papageno (de Profesionales en Prevención y Posvención del Suicidio) ofrecerá una charla a la que asistirán supervivientes y que servirá de arranque de este grupo. El psicólogo Daniel López Vega, que preside Papageno, explica que se pueden aprender recursos para afrontar el duelo.

—¿Por qué montan un grupo de ayuda en Galicia?

—Porque teníamos gente de Galicia que la atendíamos desde los grupos de Andalucía. Estos días contactó con nosotros otra familia de Pontevedra... Cuando nos metemos en un sitio, nos empiezan a llamar.

—¿Qué utilidad tienen estos grupos más allá de la terapia convencional?

—Tienen dos objetivos. Por una parte, son emotivos. Lo principal es que expresen las emociones provocadas por el duelo. Este es un duelo estigmatizado, a veces no pueden hablar ni siquiera con su propia familia.

—¿A qué se refiere?

—A que quedan marcados. Se enfrentan a expresiones como «Esa es la hija del ahorcado» que no vienen de alguien especialmente cruel. Tenemos un problema, que es que no sabemos dar el pésame. Hay gente que es amiga de toda la vida, que te ve y cruza porque no es capaz de dar el pésame. O no llama. O tú ocultas la causa. En los grupos todo el mundo vive algo parecido.

—¿Y la segunda parte?

—Consiste en aprender recursos para afrontar ese duelo. Gente que ha vivido lo mismo y dice: «Yo hacía esto». Los primeros días tras el suicidio de un familiar no son los peores. Lo especial en esta pérdida es el estigma, la vergüenza, la culpabilidad. Si alguien muere de accidente de tráfico, la gente normalmente no se siente culpable; aquí piensan que no se dieron cuenta. A veces se cabrean con el sistema sanitario, y a veces con razón. Hay gente que lleva años sintiéndose culpable porque había tenido una pelea con su familiar que después se suicidó.

—¿Pero se puede superar?

—Puedo acordarme y llevar una vida normal. Yo conozco gente que está bien, pero bien dentro de lo que supone perder un hijo. Son capaces de hablar sin llorar y reconocer que fue un suicidio.

—¿Y eso cuándo llega?

—Considero que después de cuatro años hay 10 o 15 personas que ya no necesitan acompañamiento. Nosotros queremos sustituir al sistema. He visto a gente llegar destrozada y que se va todo lo bien que se puede. Ocurre que cuando se suicida alguien es más probable que el familiar se lo plantee.

—Asturias y Galicia tienen las tasas más altas de suicidio de España, con 12,5 y 12,2 casos por cada cien mil habitantes. ¿Por qué?

—No se sabe. Son sitios que viven una reconversión. Evolucionan y hay gente que queda descolocada. Puede ser por la dispersión, hay gente que trabajaba en la agricultura y lo llevaba bien, pero ahora ya no, y que para ir a un hospital tiene que desplazarse 80 kilómetros. ¿Qué hace un joven que ha estudiado fuera y vuelve para dedicarse a la agricultura, pero no tiene ni un cine cerca? Coincide que son zonas con despoblación. Entre otras cosas, hay menos apoyo social. Tienes 70 años, vives en la aldea, toda la vida te has dedicado a la agricultura y tus hijos se han ido a Madrid... La vida evoluciona muy deprisa, pero deja a la gente atrás.

—También hay una epidemia de trastornos de salud mental.

—Tiene que ver con la coyuntura del covid. Ya ocurrió lo mismo con la gripe de 1918. Las medidas, el distanciamiento... Pero el suicidio no es solo un problema de salud mental. A quien le interesa decir que detrás del suicidio están los problemas de salud mental es a quien vende fármacos. Somos el país que dispensa más benzodiazepinas, pero no hay dinero para contratar psiquiatras. Lo que hay detrás del 100 % de los casos es desesperanza, que puede venir de una depresión o de la coyuntura. El fenómeno es multicausal. No es que alguien se suicide porque se divorcia, sino que es el ingrediente precipitante.

—¿Y los adolescentes?

—La mayoría de los que se suicidan a esa edad suelen tener detrás un problema de bullying, pero también está la presión de la imagen en las redes sociales.

—Las cifras oficiales dicen que este es un fenómeno creciente. En España, en el 2022 se quitaron la vida 4.227 personas.

—No está claro. Ahora no se esconden, se registran mejor. Pero está demostrado que siempre que hay dudas entre un accidente y un suicidio, se pone accidente. En la época del covid hubo más accidentes por precipitación aunque estábamos todos en casa.

—¿Por qué?

—Conozco casos que se han ocultado para evitar consecuencias legales. En un cuerpo policial cobran el doble si se mueren limpiando un arma que por suicidio. Hay que saber que las cifras están infravaloradas. En todos los centros hospitalarios han aumentado las asistencias por autolesiones. Es difícil saber si esto esconde intentos de suicidio.

«Nos gustaría poner en marcha tres o cuatro grupos de familiares en Galicia»

Los grupos con los que trabaja Papageno reciben gente de toda España y también de otros países de América Latina. Asisten a reuniones online y cada año celebran un encuentro anual.

—¿En qué fase está la creación del grupo en Galicia?

—El lunes hacemos una charla de sensibilización de unas dos horas, en la que hablaremos del duelo por suicidio. Luego trataremos de componer el grupo. Nos gustaría tener tres o cuatro grupos en Galicia: en Vigo, Santiago, A Coruña... Va a depender de la demanda que tengamos. En Andalucía hay nueve grupos, ocho de ayuda mutua y otro de personas afectadas, por ideación o porque lo han intentado. Este tiene gente de todas partes.

—¿Quiénes son las personas que acuden a sus grupos?

—Hay de todo. Suelen ser parejas o padres que han perdido a hijos, o hermanos. No suelen ir amigos. A los adolescentes tampoco les suele funcionar, porque a alguien de 20 no le gusta mucho recordar, suele ser gente de mediana edad, de 40 a 60 años. Pero hay de todo.

—¿La gente tarda tiempo en contactar con ustedes o lo hacen de forma inmediata, cuando se produce el suicidio?

—Al principio tardaban, pero ahora atiendo gente de una semana. Hasta ahora ha sido voluntariado, con ocho o nueve profesionales, pero no se puede.