«La revuelta» de David Broncano reivindica «valores y diversión de la mano»

beatriz pallas REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

RTVE

El programa de TVE conserva la esencia transgresora de su anterior etapa en Movistar+

10 sep 2024 . Actualizado a las 13:57 h.

Dos potencias se saludaron este lunes a la hora de la cena. Así lo promulgó el anuncio que La revuelta publicó en redes sociales para avisar de que había llegado el día D y la hora H de su desembarco en TVE con un cartel del beso imposible entre David Broncano y Pablo Motos. Una ilustración a medio camino entre una campaña de Benetton y el llamado «beso fraternal socialista» de Breznev y Honecker de 1979 y convertido para la posteridad en uno de los fragmentos más icónicos del Muro de Berlín.

Días antes de este estreno, La revuelta había sentado las bases de cuáles son sus principios en esta nueva etapa de refundación en TVE después de siete años en Movistar+ bajo el título de La resistencia. «La misma mierda con otro nombre». Lo de Broncano y su equipo fue y sigue siendo deambular con sarcasmo y anarquía por fuera de los márgenes y de la ortodoxia.

El hecho de que su fichaje blindado por la cadena pública se haya elevado a cuestión de Estado hizo que Broncano empezara besando la bandera de España y entonando las tres aclaraciones que ya había realizado en la presentación del programa: «No me ha puesto Pedro Sánchez como si fuera el primo tonto del pueblo; no cobro 14 millones de euros y los 14 millones no salen de los enfermos de nada».

Hecha la puntualización, al presentador y su equipo no les pesó la responsabilidad a la hora de disparar su ironía moderada hacia la familia real, para la cual tienen reservados dos tronos en el teatro con el fin de que puedan acudir «en orden jerárquico», ni a la hora de bromear con las preguntas parlamentarias que podrían desencadenar sus chistes a costa de Juan Carlos I y Froilán.

Uno de los grandes activos que La revuelta hereda de su formato anterior es su entregado club de fans. La energía del público y su interacción con el presentador sigue siendo una de sus marcas de identidad. Los asistentes llevan tanto tiempo esperando a ser convocados para acudir al teatro que cuando llega su momento se entregan con la pasión de una final de fútbol o de un concierto.

El decorado ha cambiado de estética manteniendo su estructura. Los dos colaboradores principales, Grison y Ricardo Castella, están sentados ahora en un mostrador de una ventanilla ministerial, haciendo bromas acerca de los vínculos directos que tienen con Moncloa. El primero de ellos mostró los dos falsos tatuajes que llevaba en el pecho, uno, de Pedro Sánchez y otro, de Pablo Motos. Uno, «para justificar el sueldo del primer mes» y otro, «para asegurar el trabajo del año que viene».

Como una de las principales preocupaciones de la llegada a TVE parecía ser la corrección política, el colaborador Jorge Ponce esperó a que dieran las campanadas de las diez de la noche, que marcan el fin del horario protegido, para ser transgresor y pronunciar la palabra «clítoris».

En su sucesión de parodias tocaron también el papel controlador y supervisor de Televisión Española, ante la cual se rebelarán tanto como les dejen, y reivindicaron «valores y diversión de la mano».

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Broncano eligió para su debut el 9 de septiembre, dos semanas más tarde que Babylon Show en Telecinco y una después de que El hormiguero arrancara la temporada con un invitado como Rafa Nadal y un espectáculo visual de 300 drones. «Eso nosotros no lo tenemos», advirtió Broncano días antes del estreno. El dinero público no da para experimentos pomposos. Tampoco para invitados de postín. En el día en que El hormiguero convertía a Victoria Federica de Marichalar y Borbón en estrella de la televisión, Broncano entrevistó al campeón de surf adaptado Aitor Francesena, quien relató su historia de superación. Dos potencias del entretenimiento que, en el fondo y en la forma, juegan en ligas muy distintas.