Aunque aparentemente no hacían otra cosa que salir por una compuerta, Isaacman y Gillis estaban ejecutando movimientos estrictamente planificados parra ver, por ejemplo, hasta donde podían llegar sin soltar la barandilla y con un dispositivo de sujeción en los pies. Y este fue solo uno de las decenas de experimentos que tienen previstos.
En el segundo día de misión, antes de la caminata, estudiaron los efectos en el organismo de la radiación, mucho más elevada sin la protección de la atmósfera y el campo magnético terrestres. Se centraron en «monitorear los cambios iniciales en la vista y la salud ocular, estudiar cómo los cambios de fluidos y la exposición a la microgravedad afectan el flujo sanguíneo y evaluar cómo los medicamentos son procesados ??por el cuerpo mientras está en órbita», según explicaron desde el control de la misión, que ha bautizado esta serie de actuaciones como el «experimento cyborg».
También tuvieron tiempo para labores más simbólicas y lúdicas, como una reunión con cónyuges e hijos de militares fallecidos o que sufrieron lesiones graves en acto de servicio. Anna Menon le leyó fragmentos de su libro Besos desde el espacio a pacientes del hospital infantil St. Jude.
Ahora, antes de regresar a la Tierra, previsiblemente el domingo por la mañana porque tampoco tienen oxígeno para mucho más tiempo, todavía tienen trabajo pendiente. Una de las actividades que genera más expectativa, precisamente porque desde las empresas de Elon Musk se le está dando mayor difusión sin dejar de jugar con la intriga, es la «demostración sorpresa». Todo indica que se tratará de una conexión láser con la red de satélites Starlink para evidenciar que sirve para la comunicación espacial. Si funciona sería un nuevo estacazo a los vetustos sistemas de la NASA y otro aspecto más en el que la agencia dependería de Musk.