La princesa de Asturias aprovecha sus premios para llamar a la «esperanza»

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

La Voz

El discurso de la heredera ligó de forma integradora la obra de los galardonados

25 oct 2024 . Actualizado a las 22:59 h.

La princesa de Asturias aprovechó la obra de los premiados en los galardones que llevan su nombre, entregados este viernes en el teatro Campoamor de Oviedo, para tejer un discurso con la «esperanza» como hilo conductor para «celebrar la mejor versión de la vida». Tomó Els veremadors de Joan Manuel Serrat, premio de las Artes, para homenajear a esos trabajadores que «en torno a septiembre, antes de que llegue el frío, compran su billete para el tren de la esperanza».

Se valió de «esa forma de resistencia al odio y a la locura» de las cárceles comunistas rumanas retratadas por Ana Blandiana, premio de las Letras, para retratar esa «emoción contraria al escepticismo o al desánimo, la emoción de la esperanza». Lo definió como «el sentimiento que nos muestra que las cosas pueden mejorar, que siempre hay una grieta por la que pasa la luz». Parafraseó el «puedo porque pienso que puedo» de Carolina Marín, premio de los Deportes, y se refirió a la «conciencia de humanidad» que transmite Persépolis de Marjane Satrapi, premio de Comunicación, antes de reconocer a las instituciones y los investigadores sanitarios también premiados. Y de nuevo volvió a Serrat con su «pelea por lo quieres y no desespere. Si algo no anda bien, hoy puede ser un gran día y mañana también», para defender que lo que proyectan los galardonados este año con los Princesa de Asturias «es necesario para vencer el desánimo y la desesperanza».

Ana Blandiana interpretó su premio como una «prueba de importancia del capital de esperanza que la poesía sigue representando en este mundo secularizado, tecnificado, informatizado y globalizado» y se preguntó si puede «detener nuestra caída hacia la nada. ¿Puede la poesía salvar al mundo?», trató de responder Blandiana y para ello recordó como «durante las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado en las cárceles comunistas de Rumanía se produjo una auténtica resistencia a través de la poesía». La protagonizaron «miles de poemas que consiguieron pasar de celda en celda y de prisión en prisión» miles de poemas transmitidos en morse a través de las paredes convirtiendo así «el misterio de la poesía en un arma de defensa contra la locura». Un muestra de las «últimas moléculas de libertad» que «respiraban para sobrevivir».

La autora rumana incluso le arrancó una sonrisa al rey al ligar «el misterio de la poesía y el misterio de la realeza, tan extrañamente relacionados entre sí en la medida en que la gente, sin entenderlos y sin saber para que sirven, siente que sin ellos todo sería menos bello y menos bueno»

 El cantautor y compositor Joan Manuel Serrat actúa al recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes, durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, este viernes en el Teatro Campoamor de Oviedo
El cantautor y compositor Joan Manuel Serrat actúa al recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes, durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, este viernes en el Teatro Campoamor de Oviedo Ballesteros | EFE

«Si todos recibiéramos lo que nos merecemos, quién se libraría de unos azotes», empezó con humor Michael Ignatieff, premio de Ciencias Sociales, que usó una metáfora del filósofo británico Isaiah Berlín, del que es traductor, para explicar por qué un premio siempre es un «ajuste de cuentas con uno mismo». Empleó esa fábula del zorro, que «sabe muchas cosas» y del erizo «que sabe una única cosa importante», que es enrollarse y sacar las púas, para definirse a sí mismo como «uno de esos zorros que siempre desea ser un erizo» porque «el trabajo creativo es como escalar en la oscuridad, la mayor parte del tiempo no sabes a donde vas». Incluso se dirigió directamente a la princesa para decirle: «Usted hoy ha hecho muy feliz a un viejo zorro».

Satrapi recordó que Gobbels tenía un doctorado en Filosofía para defender que lo que verdaderamente nos hace humanos es que «cuidamos de nuestros semejantes», la «ética, el civismo y, sobre todo, la compasión y la bondad. Y Serrat, que protagonizó el momento más emotivo al cantar Aquellas pequeñas cosas, reconoció que no está «conforme con el mundo y con el tiempo que ha tocado vivir recientemente» porque no se conforma con «ver los sueños varados en la otra orilla del río» y a lo que aspira es a dejar «un buen recuerdo en los demás cuando desaparezca».