Gisèle Pelicot se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la violencia sexual y las denuncias públicas, como los casos de Errejón, Carlos Vermut, Ayax y Prok, Gerard Depardieu o Gervasio Deferr
31 dic 2024 . Actualizado a las 14:39 h.Grupos de Telegram con más de 70.000 varones que intercambiaban cómo agredir sexualmente a mujeres. La investigación de dos periodistas alemanas que salió a la luz hace unas semanas ilustra perfectamente la cotidianidad de la violencia sexual. Lo hizo también el juicio contra Dominique Pelicot, en el que más de medio centenar de hombres normales —padres de familia, maridos, hijos, amigos, profesionales respetados— fueron condenados por las agresiones bajo sumisión química a Gisèle Pelicot, que se ha convertido en un símbolo (otro más) que, al decidir que su juicio fuese público, resumía a la perfección la reivindicación fundamental de la cuarta ola feminista: que la vergüenza cambie de bando.
El silencio atroz que hasta ahora apuntalaba la impunidad de los depredadores sexuales empieza a resquebrajarse y las mujeres comienzan a desprenderse de esa vergüenza a la que hacía referencia Pelicot para empezar a contar qué han vivido. A qué han sobrevivido. El movimiento #MeToo y la condena a Harvey Weinstein marcó un antes y un después y desde entonces no han dejado de aflorar historias de violencia sexual, también este 2024. Quizá la que más haya hecho tambalearse los cimientos del patriarcado en España haya sido el caso de Íñigo Errejón, por demostrar que el machismo es transversal y está también presente, y cómo, en quiénes se autoproclaman progresistas.
El político hacía público un comunicado a través de las redes sociales en el que con un lenguaje intrincando y la confesión tristemente famosa de que había llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona venía a confirmar la historia anónima que la periodista Cristina Fallarás había hecho pública y las advertencias que oficiosamente se había expandido durante mucho tiempo por los corrillos de las mujeres periodistas. Fue la actriz Elisa Mouliaá la que dio el paso de denunciar ante la Policía una supuesta agresión sexual perpetrada por Errejón, que en su escrito de defensa utilizó el argumento de la denuncia falsa.
La periodista Cristina Fallarás aseguró que la dimisión de Errejón era consecuencia del testimonio que publicó en redes y que recibió «más de un millar de mensajes» de otras mujeres que describían situaciones de acoso o agresión sexual. «Muchos de ellos eran relatos sobre otras agresiones sexuales llevadas a cabo por políticos, por gente de la cultura, por periodistas», aseguró Fallarás en una entrevista a TVE recogida por Europa Press.
El de Errejón quizá haya sido el más mediático, también por las implicaciones políticas que supuso para Sumar, del que era portavoz parlamentario. Sin embargo, el año 2024 arrancaba con la denuncia por parte de tres mujeres contra el director de cine Carlos Vermut, por agredirlas sexualmente. Vermut afirmaba a El País que «he practicado sexo duro siempre de manera consentida». El pasado mes de septiembre, el cineasta hacía público un comunicado en el que resaltaba que de momento no se había abierto ningún proceso contra él, alegaba que «todas las relaciones sexuales y prácticas en las que he participado a lo largo de mi vida han sido siempre consentidas. Nunca he obligado a nadie a hacer algo en contra de su voluntad ni he utilizado mi posición laboral de manera coercitiva» y reivindicaba que el fin de la violencia sexual impone «no debe estar impulsado por el miedo a la cancelación o a ver carreras destruidas».
A lo largo de este año ha habido varios casos en el ámbito del cine español. Además de Carlos Vermut, ha habido denuncias contra el profesor Juan Antonio Codina, que fue despedido de la escuela de interpretación que fundó después de que la actriz Miranda Yorch denunciase a través de Instagram la violación que sufrió cuando ella tenía 19 años y él, 51, denuncia a la que se sumó un segundo estudiante de la escuela contra el actor por, según explican, utilizar su posición de poder para agredirlos sexualmente.
Además, en las últimas semanas se ha hecho público el testimonio de más de 50 mujeres de España y Latinoamérica que acusan al director Eduard Cortés de acoso sexual. El pasado 1 de noviembre la fotógrafa Silvia Grav denunciaba que el director de Merlí y Ni una más habría pasado años haciéndole grooming (acoso y abuso sexual en línea a personas de menor edad) cuando ella contaba con 19 años y el tenía 55. La fotógrafa asegura que el cineasta, del que guarda las conversaciones, le prometía ayudarla profesionalmente, siendo muy insistente, aunque ella nunca quedó con él. A partir de ese momento, más mujeres se fueron sumando a la denuncia contra el director, que ha solicitado la baja de la Academia de Cine Catalana, que abrió un procedimiento sancionador.
Las mujeres que han denunciado públicamente a Cortés han explicado por qué en muchas ocasiones no hay procedimientos judiciales abiertos contra los agresores sexuales: los crímenes prescriben en muchos casos antes de que la víctima haya podido «procesar el trauma o tener el apoyo o la fuerza o la seguridad necesarios para enfrentarse a un proceso judicial que va a ser muy duro y muy largo» y además se trata de situaciones que a menudo ocurren en la intimidad, o no siempre dejan pruebas físicas. Además, el abuso de poder es difícilmente punible si no hay un contrato firmado, limitaciones legales que «dejan a las víctimas en una posición de indefensión que no se debería tolerar».
En noviembre también trascendía la denuncia de más de 60 mujeres contra los raperos Ayax y Prok, a los que acusaban de violación, maltrato y acoso. Fue también a raíz de una publicación anónima en la cuenta de Cristina Fallarás, en la que una mujer explicaba que cuando tenía 17 años sufrió abuso sexual por parte de un «cantante muy famoso» de Granada, del que solo apuntaba que «ahora mismo ha hecho hasta series y películas para Netflix».
A partir de ese momento se fueron sucediendo los relatos, desde tocamientos indeseados a situaciones de sumisión química, pasando por todo tipo de situaciones incómodas para las supuestas víctimas, muchas de ellas menores de edad en el momento de los hechos denunciados. Incluso la expareja de Prok utilizó sus redes sociales para mostrar su apoyo a las mujeres que publicaban sus testimonios, reconociendo que «me ha costado cero reconocer actitudes, palabras o fechas».
Las denuncias desembocaron en que el abandono por parte de la agencia de promoción de los raperos y que el concierto que estaba previsto en el WiZink Center fuese cancelado por el promotor. Fue Ayax el primero en responder a las acusaciones y, hablando de una «caza de brujas» y de que «se trata de testimonios anónimos que puede haber escrito cualquiera».
La exministra de Igualdad, Irene Montero, señaló en una entrevista a TVE recogida por Europa Press que «las mujeres tienen derecho a romper el silencio como ellas quieran, y eso es muy importante». «Una víctima de violencia machista es víctima, denuncia ante los tribunales o no. Y tiene derechos en nuestro país, denuncie o no», apuntó.
Asimismo, en una entrevista a Europa Press, el exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, Miguel Lorente, dijo que las víctimas de violencias no tienen confianza para acudir al sistema y que es necesario que la atención a la víctima esté «en primer lugar, donde los tiempos sean los que necesite la víctima, no los que necesite el sistema o los agresores y donde los medios de prueba se centren en las consecuencias de la violencia sexual».
Una mujer denunció que había sido violada por Gervasio Deferr, bicampeón olímpico en salto de potro en Sídney 2000 y Atenas 2004, y subcampeón olímpico en suelo en Pekín 2008, en la etapa en que el deportista estaba en el Centro de Alto Rendimiento y cuando ella era menor de edad. Atresmedia y la productora Diagonal TV decidieron entonces aplazar el estreno de El gran salto, la serie sobre la vida del gimnasta y que ya había sido presentada en el festival South Series de Cádiz.
Los hechos no fueron denunciados ante las autoridades porque ya habían prescrito y el abogado de la víctima aseguraba conocer dos casos más. El gimnasta, por su parte, se pronunciaba en un vídeo en sus redes sociales : «Lo que quiero dejar muy claro es que soy inocente y eso lo tengo clarísimo y por eso estoy tranquilo. Quiero abogar a la presunción de inocencia porque parece que aquí de repente soy el enemigo de todo el mundo y eso no es así», además de afirmar que no tenía conocimiento «de ninguna comisaría ni de ningún juzgado informándome que yo tengo alguna denuncia».
Quien también explicaba hace unas semanas por qué no denunció su caso de violencia machista ante la policía fue la atleta gallega Ana Peleteiro: «El problema reside en que muchas personas cuando sufren este tipo de situaciones no saben que eso no es normal. Y eso es lo que a mí me pasaba». La deportista había hecho un durísimo relato unos días antes de violencia sexual y maltrato psicológico por parte de una expareja usando un trend de redes sociales: «Me despertaba por las noches teniendo relaciones sexuales sin consentimiento. Y aun así me quedé. Cambió absolutamente todo de mí, desde la vestimenta, al pelo, la forma de actuar con mi familia, distanciarme de muchísima gente, y aun así me quedé»
También fuera de España ha habido denuncias de violencia sexual. El caso Epstein sigue todavía trayendo consecuencias, y el rey Carlos III lleva un año pidiendo sin éxito al duque de York que abandone Royal Lodge, residencia que él se niega a dejar. Además ha retirado a su Andrés su asignación económica, según publicaba el Daily Mail.
Gerard Depardieu se enfrentará en marzo al juicio por agresiones y abusos sexuales a dos trabajadoras de un rodaje que tuvo que ser aplazado por el estado de salud del actor. Una decoradora afirma que durante una pausa el actor le hizo tocamientos y comentarios sexuales, algo semejante a lo que denuncia otra ayudante de dirección.
Hace unas semanas también se le denegó por tercera vez la libertad condicional al rapero Sean Diddy Combs, conocido también como Puff Daddy. El magnate de la música estadounidense se enfrenta a cargos por tráfico sexual, conspiración de extorsión y por estar involucrado en casos de prostitución. Hay más de un centenar de denuncias por agresión sexual en su contra, alguna de personas menores. Su defensa mantiene su inocencia y niega las acusaciones.
Y la modelo Jenn An, que participó en el programa America's Next Top Model en el 2009, denunció al rapero Kanye West (ahora llamado Ye) por agredirla sexualmente durante la grabación del videoclip In for the Kill en el Hotel Chelsea de Nueva York. El rapero supuestamente ordenó al equipo de rodaje que enfocara el rostro de An con la cámara mientras él «le asfixiaba la cara con ambas manos». Según la demanda, el artista «le metió varios dedos en la garganta, moviéndolos continuamente dentro y fuera, y la amordazó para imitar el sexo oral forzado» mientras gritaba «esto es arte. Soy como Picasso».