Un tópico sobre la elección papal que hay que desechar

SOCIEDAD

El cardenal italiano Pizzaballa, en San Pedro.
El cardenal italiano Pizzaballa, en San Pedro. FABIO FRUSTACI | EFE

Hay tanta incertidumbre que es dudosa la frase que asegura que «quien entra al cónclave papa, sale cardenal»

07 may 2025 . Actualizado a las 13:31 h.

«Quien entra al cónclave papa, sale cardenal». Lo dicen en el Vaticano para fustigar el pecado de soberbia. Menos preocupados por el pecado o por la soberbia, lo repetimos los periodistas para recalcar lo incierto de una elección papal. Y es verdad que en un cónclave hay mucha incertidumbre. Tanta, que hasta ese tópico es dudoso. De hecho, en los últimos cien años, al menos, lo contrario ha sido la norma: la mayor parte de las elecciones fueron rápidas y el elegido fue el candidato más previsible. Si tenemos la impresión contraria es porque no fue así en la última, y quizás porque se mantiene vivo el recuerdo del año 1978, cuando se celebraron dos cónclaves, los dos con resultados inesperados, especialmente el que eligió a Juan Pablo II.

Son excepciones. En 1939, con la Segunda Guerra Mundial a las puertas, los cardenales eligieron, como se esperaba, al entonces secretario de Estado y hábil diplomático cardenal Pacelli (Pío XII). En 1963, se decantaron por el declarado continuador de la obra de Juan XXIII, el cardenal Montini (Pablo VI). Y en el 2005, por el colaborador más estrecho de Juan Pablo II, el cardenal Ratzinger (Benedicto XVI). Digamos que, como regla general imperfecta, a un papa de reinado largo le sigue un papa continuista, en parte porque para entonces la mayor parte de los cardenales habrán sido nombrados por él, como sucede en este caso.

¿Qué clase de cónclave podría ser este? Hay parecidos con un modelo y el otro. En principio, hay un claro favorito, el cardenal Parolin. Sin demasiado carisma, con fama de buen gestor, no es ni conservador ni progresista, sino un moderado. Contaba con la confianza del papa Francisco (aunque hay quien piensa que no quería que le sucediese), pero a la vez tiene el respaldo de la Curia. Dato importante: le conocen todos los cardenales. Y, aunque no sea quizás la manera más santa de argumentarlo, las casas de apuestas lo dan como ganador. Pero eso no quiere decir que vaya a ser elegido. Podría pasarle como al cardenal Benelli, el favorito en 1978, que tenía un perfil similar, pero que a él le perjudicó. Los cardenales temían que alguien tan vinculado a la Curia reinase sin demasiadas cortapisas, lo que puso en marcha otra mecánica que llevó a la elección inesperada del cardenal polaco Wojtyla.

Se sabrá pronto cuál de las dos dinámicas se dará en este cónclave. Si Parolin no encabeza las votaciones desde el primer momento o no ha logrado ser elegido antes del final del segundo día, se le puede ya descartar; el cónclave se prolongará algo más y los cardenales buscarán un consenso en torno a otros nombres. La votación se parecerá menos a la de un consejo de administración y más a la de una elección presidencial. Los candidatos tendrán que promocionarse discretamente, como hizo el cardenal Bergoglio en el 2013, y entrarán entonces en juego las afinidades ideológicas, de congregaciones o geográficas. Es ahí donde reaparece la incertidumbre y el potencial para una sorpresa.