Sarah de Lagarde, la peregrina biónica: «En un segundo, el privilegio de caminar te puede ser arrebatado»

SOCIEDAD

Dos trenes la arrollaron en el metro de Londres en el 2022. Esta semana ha hecho el Camino con una pierna y un brazo protésicos que funcionan con inteligencia artificial para renovar sus votos matrimoniales: «Quería celebrar que estoy viva como un milagro»
02 jun 2025 . Actualizado a las 21:08 h.En un momento puedes estar en la cima y al siguiente, debajo de un tren. Literalmente. En agosto del 2022, Sarah de Lagarde alcanzaba la cumbre del Kilimanjaro con su marido. Apenas un mes después, era arrollada por dos trenes en el metro de Londres. Perdió el brazo y la pierna derechas, pero decidió luchar. Ella es la prueba viva de que se puede subir, caer y de nuevo alcanzar la cumbre. El verano pasado regresó al Kilimanjaro y esta vez la cumbre la contempló con su hija mayor mientras la pequeña y su padre esperaban en el campamento base. Probablemente batió récords: una mujer que ha subido dos veces en dos años el pico más alto de África y además lo hecho con cuatro y dos extremidades.
«Después del accidente, el médico me dijo que tenía que haber muerto. Tenía que haber muerto diez veces, porque no se sobrevive a ser arrollado por un tren, y menos por dos». Para celebrar ese milagro, eligió Santiago, ciudad con la que tiene una conexión especial —su mejor amiga Paula es picheleira— y porque «quería celebrar que sigo viva haciendo algo especial, el Camino, pero también llegando a un lugar tan espiritual como Santiago y celebrarlo como un milagro».
Caminar es terapéutico. «Si caminas con alguien puedes hablar de todo lo que te preocupa, es mucho más sencillo que cuando te sientas frente a alguien». Lo cuenta mientras enfila el Obradoiro con su bastón y su mochila. «En un segundo te pueden arrebatar el privilegio de caminar», dice. «El futuro me da miedo, no quiero envejecer y no poder valerme por mí misma, y el pasado me apena». Andar es el ahora. Solo el ahora. Y poner un pie delante del otro es una gran metáfora de la vida. Como el camino que ha recorrido desde septiembre del 2022 y sobre el que está escribiendo un libro: «Es lo más difícil que he hecho. La pierna es una batalla constante, porque caminar con prótesis es como andar con zancos». Se ha convertido en zurda por obligación, porque ha tenido que aprender a hacer todo con la izquierda, su mano biológica.
La suya es una batalla colectiva. Ella pidió ayuda médica, ayuda financiera y ayuda emocional. Se la dieron, y hoy tiene un brazo y una pierna biónicas que funcionan con inteligencia artificial. «Pensé que yo era la persona entre un millón que sobrevivía a un accidente, pero es que soy uno de los 60 millones de personas que han perdido las piernas», dice. Ahora, a medida que los sensores detectan los movimientos que hacen sus nervios el algoritmo aprende, y entonces empieza a anticipar sus movimientos.

Con su mano biónica ha aprendido a ser delicada y coger un huevo sin romperlo o tener tanta fuerza como para aplastar una lata. «En un pulso seguro que te gano» y su sonrisa ilumina una tarde que se ha vuelto un poco gris en el centro de Santiago.
¿Y movimientos muy precisos, como coser? Sarah de Lagarde niega con la cabeza. No. Eso la tecnología no puede hacerlo. «Esa es la lección, que nuestros cuerpos son máquinas increíbles. La tecnología es buena, pero quizá nunca llegue a ser tan buena».
Lo cuenta en el vestíbulo de su hotel en el centro de Santiago, a donde llegó el viernes después de hacer el Camino desde Melide. En su mochila, además de la concha que la acredita como peregrina, lleva grandes anécdotas y un puñado de amistades, como la de Anika y su madre, Britta, que caminaba con andador a sus 92 años hacia Santiago, o los dos protésicos que acudieron a su hotel para reajustarle la prótesis de la pierna, que le había hecho moratones y ampollas tras caminar kilómetros a más de 30 grados.
«Lo llamo el milagro de Santiago», dice con una amplia sonrisa. La ciudad estaba en medio del puente de las fiestas de la Ascensión y en pocas horas y gracias a una red que envió mensajes de Galicia hasta Marbella, Sarah de Lagarde pudo volver a caminar. «Yo conozco a alguien», respondieron desde el sur. Esos alguien le lijaron la prótesis para que pudiese caminar de nuevo. No al altar, pero casi.
Porque en unas vacaciones en Finlandia, su marido y ella decidieron casarse de nuevo. «He cambiado mucho desde que nos conocimos y le pregunté si quería seguir casado conmigo». Ayer, Sarah se puso un vestido dorado, su marido un traje azul —los dos tonos, junto con el blanco, de la fiesta— y renovaron sus votos ante 47 familiares y amigos en una cena en A Curtidoría. La mayoría, en mayor o menor medida, han caminado algún tramo del Camino con la pareja. «Llegamos el martes, el miércoles empezamos y éramos 14 personas. El jueves vino más gente y el viernes, todavía más. Algunos trabajaban, otros no podían porque tienen hijos... Pero les decíamos que aunque caminasen cinco metros estaban aquí, con nosotros», explica.
«Es increíble, porque es gente que ha llegado de diferentes países, tiene distintas profesiones, algunos tienen hijos, otros no... y en cuanto se pusieron a caminar, conectaron». Se ha formado un enorme grupo de amigos. Esa es una de las grandezas de la peregrinación. De algún modo, la gente se vincula.
«Creo que la gente necesita esperanza, un sentido de pertenencia ante un mundo dividido», dice sobre el Camino. Ella también contribuye, porque su libro habla también de que su batalla es colectiva. «Todo el mundo lo pasa mal en la vida. Pero la mayoría de la gente encuentra difícil pedir ayuda porque piensan que están solos. Yo pensé que era muy difícil, pero cuando lo haces, la gente quiere ayudar».
Por eso ella ahora batalla por la equidad en el acceso a prótesis como la suya. «Mi brazo biónico cuesta 250.000 libras», remarca. Más, en realidad, porque necesita una nueva mano, o un nuevo codo. «El servicio de salud nacional de Reino Unido ayuda, pero las prótesis no son las mejores, son muy básicas». Y la gente debe poder tener acceso a la tecnología de la que ella también se beneficia. «No solo los ricos deben tener lo mejor».
A eso hay que sumar la necesidad de mantener la autonomía de las personas durante el mayor tiempo posible. «La población envejece y habrá mucha más demanda en el sistema de salud. Si no ayudamos a las personas de más edad a mantener su independencia, habrá problemas», dice. La tecnología, «lo que yo llamo dispositivos de asistencia médica, serán muy importantes».