¿«Team» Conrad o «team» Jeremiah? La decisión que debería tomar Belly en «El verano en que me enamoré»

SOCIEDAD

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Horas antes de que se desvele el secreto mejor guardado de la temporada televisiva, especulamos sobre cuál sería el mejor final de la serie

16 sep 2025 . Actualizado a las 16:29 h.

Fresas salvajes adelantó hace setenta años lo que probablemente ocurrirá en el desenlace de El verano en que me enamoré. En la emblemática película de Ingmar Bergman, el anciano protagonista recuerda cómo la mujer con la que va a casarse termina dándole el cambiazo por su hermano. A solo unas horas de descubrir a cuál de sus dos amores escoge Belly Conklin en el fenómeno televisivo de la temporada, los bandos están más enfrentados que nunca: el ligado al sensible, reservado, romántico, leal y muy sexy Conrad se enfrenta fiero al que apuesta por una relación con el divertido, optimista, cariñoso, espontáneo y guapísimo Jeremiah. El último capítulo llega este miércoles a Prime Video para desenmarañar qué team sale victorioso. Aunque es casi un secreto a voces.

Tras 25 episodios, resulta del todo ingenuo imaginar un final en el que Belly decide probar las mieles de la soltería. No solo porque en la trilogía de libros en los que se basa la serie la joven acaba con uno de los hermanos Fisher, sino porque la autora, Jenny Han, que también es showrunner de la serie, adelantó hace unas semanas que el desenlace será «inesperado» para mantener enganchados a ese público que se sabe al dedillo los libros, pero también «esperanzador y claro». Esto, en el terreno de las series adolescentes, es siempre un canto al «y comieron perdices».

Dejando a un lado la remota posibilidad de que Belly mande a los Fisher a tomar viento —y esperando que la hipótesis de este artículo envejezca lo mejor posible—, hay dos alternativas fuertes en juego y una que solo contemplan los que ni sienten ni padecen por esta pareja de hermanos: que la joven se decida en el último momento por ese «Chalamet latino» llamado Benito con el que se acurruca cada noche en París.

 

Analizando la situación de cada uno de los protagonistas en el penúltimo capítulo de la serie, todo hace indicar que será Conrad quien se lleve el gato al agua. El estudiante de Medicina ha decidido sacrificar sus primeros años de juventud por un amor no correspondido y lejanísimo que, en consecuencia, no le da más que disgustos. Sin embargo, es bien posible que la perseverancia en forma de cartas de Neruda dé sus frutos, convirtiéndose el joven por fin —y ¿para siempre?— en la pareja de una Belly que lo ha mareado hasta la saciedad.

La tensión sexual escasamente resuelta y la romantización del tormento convierten la de Belly y Conrad en la relación definitiva de El verano en que me enamoréLa trama de estos tortolitos consiste, fundamentalmente, en vivir de la nostalgia —qué cansino tanto colgante del infinito, tanto oso de peluche— y en esa tesis basada en que amores reñidos son los más queridos. Para enfatizar en lo muchísimo que Conrad quiere a Belly, la serie hace de lo inverosímil virtud. El muchacho se dedica a la vida célibe en California mientras la joven planea casarse con su hermano a miles de kilómetros.  Esto, en pleno 2025 resulta, como poco, forzado. Por no hablar del empeño que pone en ayudar a Belly con su boda con Jeremiah. Al menos hasta que el día antes de la ceremonia todo salta por los aires.

Jeremiah, Belly y Conrad, los protagonistas de la serie
Jeremiah, Belly y Conrad, los protagonistas de la serie

La declaración de amor de Conrad es tan lícita como inoportuna, y genera la misma controversia que la ¿traición? de Jeremiah a Belly en sus vacaciones en Los Cabos. Tras años de relación estable, el más joven de los Fisher aprovecha un viaje de amigotes de la universidad para acostarse con una compañera de facultad. Había cortado tan solo unos días antes con Belly, por lo que el debate sobre si existió o no infidelidad da para horas de discusión. Aunque lo que está claro es que nadie se esperaba que, tras volver a estar juntos, el dulce Jeremiah mantuviera en secreto esta información.

Pese a que para muchos este acontecimiento es imperdonable y convierte a Jerr en una red flag con patas, el hecho de arreglar el desaguisado, anillo de compromiso mediante, es casi más perturbador que unos cuernos. Sobre todo si se tiene en cuenta que Belly, tan cabal, responsable y madura, acepta el compromiso con tan solo 21 años. Los planes de boda de la pareja se observan como esos accidentes de tráfico de los que no puedes quitar los ojos. ¿Por qué deciden casarse si no tienen dinero? ¿Prefieren pasar por el altar que mantener cerca a esos padres que se oponen a la boda? ¿Qué necesidad hay de hundir definitivamente a Conrad?

Pasó lo que tenía que pasar y la boda no llegó a celebrarse, no tanto porque evidencie que Belly nunca se enamoró realmente de Jeremiah, sino porque era una huida hacia adelante absurda y arcaica. Durante varios capítulos la improbable pareja fue menos de cartón piedra, y en algún capítulo de esta temporada incluso entendieron en qué consiste una relación. Pero ahora están más alejados que nunca. Con ella en París bebiendo los vientos de huracán mexicano y él en suelo americano superando el duelo, parece imposible que vuelvan a juntarse, al menos en el plano sentimental.

Si la serie quiere terminar de forma digna, tiene que estar a la altura con dos secundarios de lujo. Taylor y por supuesto Laurel merecen tener la oportunidad de acabar por todo lo alto; es decir, cada una con su propio spin off.