
El año pasado, en la facultad de Física de la Universidade de Santiago, Klaus von Klitzing (Nobel de Física 1985) les contaba a los alumnos de mecánica cuántica de tercer curso su fascinación por el efecto túnel: una partícula subatómica aislada por un muro en teoría infranqueable es capaz de pasar al otro lado. Unos años antes, en el mismo lugar, Heinrich Rohrer (Nobel de física 1986), les contaba a nuestros alumnos cómo ese mismo efecto le había servido para crear un microscopio para ver los átomos uno a uno.
El efecto túnel es uno de los que mejor describe el extraño comportamiento de la materia a pequeña escala, el mundo cuántico.A mayor escala, esos fenómenos no son sostenibles, porque los mimbres que los permiten se deshacen cuando empezamos a acumular partículas (¡no se lance de cabeza contra un muro!). Uno de los mejores ejemplos para señalar el absurdo de aplicar la mecánica cuántica a la escala macroscópica es el experimento mental del gato de Schrödinger, en el cual podríamos tener un gato vivo y muerto al mismo tiempo en una caja. Pero en 1978 Anthony Leggett (Nobel de física 2003) se planteó si ese experimento mental del gato de Schrödinger podría ser realizable. Tal y como nos contó en su visita a Galicia en el 2013, esos «gatos» (estados cuánticos) macroscópicos podrían fabricarse con estados superconductores, en los cuales los electrones (las partículas subatómicas que transportan la carga eléctrica) se abrazan mutuamente, formando un ente colectivo que los hace comportarse de modo diferente a como lo hacen por separado. Es más, calculó que podría ser viable observar efecto túnel entre esos estados colectivos.
Esa propuesta de Leggett lanzó a muchos grupos a la búsqueda de esos efectos cuánticos macroscópicos y, en 1985, Clarke, Devoret y Martinis (este último haciendo su tesis doctoral) lo hicieron realidad. Lo que consiguieron fue un interruptor, entre un estado con voltaje y otro sin voltaje, que solo es posible gracias a un efecto túnel, que ahora es perceptible a nuestra escala. Y, atención, es hoy en día una de las maneras de crear bits cuánticos, base de los ordenadores cuánticos que tanto soñamos.