León XIV y Carlos III protagonizan en Roma una oración ecuménica histórica
SOCIEDAD
Se trata de un rezo que vuelve a unir a católicos y anglicanos tras cinco siglos
23 oct 2025 . Actualizado a las 19:59 h.Este jueves por la mañana, el papa León XIV y Carlos III del Reino Unido rezaron juntos en la espléndida Capilla Sixtina, la capilla principal del Palacio Apostólico, sede de los cónclaves en los que se eligen los pontífices y «lugar de la acción del Espíritu Santo», como la definió Juan Pablo II en 1994. La oración ecuménica marcó un momento histórico en las relaciones entre la Iglesia católica y la anglicana, que tiene como gobernador supremo al soberano inglés.
Debido al cisma promovido por el monarca británico Enrique VIII en el siglo XVI, después de que Clemente VII se negara a autorizar la anulación del matrimonio del rey con Catalina de Aragón, hacía casi cinco siglos que las máximas autoridades de las respectivas iglesias no rezaban juntas en público. El arzobispo Pace, secretario del Dicasterio para la promoción de la unidad de los cristianos, y el obispo Ball, director del Centro anglicano de Roma y representante del arzobispo de Canterbury ante la Santa Sede, comentaron: «La cálida acogida que ha recibido hoy el rey Carlos en el Vaticano, y los gestos que la han acompañado, renuevan esa confianza y esa alegría, y alimentan nuestra esperanza en el camino del diálogo y del encuentro mutuo, al que nuestras Iglesias siguen plenamente comprometidas. Seguimos esperando, como expresó el papa León, el restablecimiento de la plena y visible comunión».
La oración ecuménica comenzó a las 12.20 horas y se celebró en latín e inglés, con León XIV junto al arzobispo de York Stephen Cottrell, el obispo más anciano de la Iglesia de Inglaterra. El himno que introdujo la oración fue un texto de San Ambrosio de Milán que se cantó en la traducción al inglés de John Henry Newman, un teólogo anglicano inglés del siglo XIX que se convirtió al catolicismo y es considerado santo por la Iglesia católica (el propio Carlos III participó en su canonización en 2019 en la plaza de San Pedro). También estuvieron presentes la reina Camila, vestida con traje y tocado con corona rigurosamente negros, como exige el protocolo vaticano, y otras autoridades de la Iglesia anglicana. La ceremonia se diseñó para transmitir un sentido de unidad también a través del canto, por lo que estuvieron presentes los niños del coro de la capilla real del Palacio de St James en Londres y los adultos del coro de la capilla de St George en el castillo de Windsor, además del coro de la Capilla musical pontificia sixtina.
Tras la oración, León XIV y Carlos III salieron juntos de la Capilla Sixtina y se dirigieron a la Sala Regia, donde participaron en una reunión sobre sostenibilidad medioambiental. De hecho, la visita del monarca británico ya estaba programada en abril, antes de que se agravara el estado de salud del papa Francisco, justamente porque Carlos III comparte la atención y el compromiso con el medio ambiente que el pontífice argentino describió en su encíclica Laudato Si, y que León XIV citó en varios puntos de su exhortación apostólica Dilexi Te a principios de octubre.
La oración ecuménica fue el momento más destacado de la visita de Carlos III y Camila al Vaticano, pero no fue el único. León XIV recibió al monarca en la biblioteca privada por la mañana y lo saludó con un «bienvenido». Por su parte, Carlos III se declaró «entusiasmado» y recorrió los pasillos del Palacio Apostólico admirando la belleza del edificio. Antes de dirigirse a la Capilla Sixtina, intercambiaron regalos: el rey obsequió una gran fotografía en plata y un icono de San Eduardo el Confesor, y el papa le correspondió con una reproducción a escala, realizada en el Vaticano, del mosaico del «Cristo Pantocrátor», en la catedral normanda de Cefalú, en Sicilia. También hubo una audiencia privada entre ambos y, por la tarde, la visita concluyó en la basílica papal de San Pablo Extramuros, con la ceremonia de concesión del título de Cofrade Real a Carlos III, que el cardenal James Michael Harvey definió como un signo de esperanza y un gesto de acogida no solo hacia un soberano, sino hacia un «hermano».
De la ruptura de Enrique VIII al acercamiento del rey actual
J.A. Madrid / Colpisa
Cuando el rey Carlos III se unió ayer al papa León XIV en una oración conjunta, lo hizo no como jefe de Estado británico, sino también como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. Ese papel, otorgado desde el siglo XVI a los monarcas ingleses, combina la autoridad civil con una función simbólica y espiritual: el soberano garantiza la unidad de la Iglesia anglicana y su fidelidad a las leyes del Reino, aunque en la práctica el liderazgo religioso recae en el arzobispo de Canterbury. El origen de esta peculiar unión entre trono e Iglesia se remonta al reinado de Enrique VIII (1491- 1547), cuando en 1533 este monarca, hasta entonces católico y que había dado muestras de notable devoción durante su juventud, decidió erigirse en autoridad suprema de la Iglesia en su país por motivos políticos y económicos, más que doctrinales. Dos años antes, el clero inglés ya lo había reconocido como «único protector y supremo cabeza» de la Iglesia inglesa», lo que facilitaría el paso que dio en 1534. Ese año, tras la negativa del papa a anular su matrimonio con Catalina de Aragón (1485- 1536), Enrique rompió con Roma y promulgó el Acta de Supremacía, que lo declaraba «único jefe supremo en la Tierra de la Iglesia de Inglaterra».