Reaparecen las joyas de la familia imperial de los Habsburgo más de un siglo después de darse por perdidas

Juan Carlos Barrena COLPISA

SOCIEDAD

Vocento

Entre ellas se encuentra el Diamante Florentino, el cuarto mayor del mundo, con un peso de 137 quilates

06 nov 2025 . Actualizado a las 18:46 h.

Nunca estuvieron desaparecidas, aunque durante décadas se las consideró perdidas y nadie parecía saber de su paradero. Las joyas familiares de la casa imperial austro-húngara de los Habsburgo, entre ellas el preciado Diamante Florentino de 137,27 quilates, acaban de reaparecer después de más de un siglo ocultas para la opinión pública.

Han sido los propios descendientes del emperador Carlos y la emperatriz Zita los que han revelado que esas joyas han estado guardadas desde la Segunda Guerra Mundial en Canadá. El último Kaiser de Austria y Hungría, fallecido en 1922, había ordenado que las joyas y otros objetos familiares se mantuvieran ocultos hasta al menos un siglo después de su muerte y sus descendientes respetaron su voluntad.

Para ello tuvieron que soportar décadas de huida y persecución. Con el fin y desmembramiento del Imperio Austro-Húngaro, la familia de los Habsburgo solo pudo llevarse al exilio en 1919 su equipaje personal y dejar atrás la mayoría de sus objetos de valor. Es en ese momento cuando se pierde la pista de las joyas familiares.

El destronado emperador Carlos, su esposa Zita y sus hijos pudieron exiliarse inicialmente en Suiza, para poco después trasladarse a la isla portuguesa de Madeira, donde falleció el monarca. Debido a su resistencia activa contra el nazismo, la viuda imperial y sus hijos fueron perseguidos posteriormente por el régimen de Adolf Hitler.

Poco antes de que aviones de la Luftwaffe nazi bombardearan su residencia en Bélgica, a donde se habían trasladado años antes, la emperatriz Zita y su familia pudieron escapar a Canadá a través de Francia y Portugal. En Canadá y Estados Unidos continuaron su lucha contra el nazismo y por la liberación de Austria y Centroeuropa del régimen genocida.

Una parte importante de las joyas familiares, de gran valor histórico y cultural, sobrevivieron a los desastres de la Segunda Guerra Mundial y a los cambios de la posguerra en Canadá, tal y como ha confirmado este jueves a la prensa austríaca el actual jefe de la familia, Carlos de Habsburgo, nieto del emperador Carlos, que fue beatificado en 2004 por el papa Juan Pablo II.

Las joyas y objetos familiares rescatados por la emperatriz Zita han estado guardados en condiciones óptimas desde hace más de 80 años en manos de un fideicomiso con los herederos de los Habsburgo como beneficiarios en la ciudad de Quebec, en Canadá, subrayó el heredero del trono austro-húngaro, quien destacó que un perito independiente ha certificado la autenticidad de todas las piezas.

Carlos de Habsburgo comentó que para los descendientes del emperador Carlos y la emperatriz Zita es «una cuestión de gran importancia poder hacer accesible al público nuestras joyas privadas de gran relevancia histórica. De este modo, cumplimos con nuestra responsabilidad cultural e histórica». Añadió que en Canadá, la familia y su herencia fueron «salvadas en 1940 durante su huida y protegidas ante una circunstancias profundamente adversas».

«Allí, las joyas han encontrado un nuevo hogar hasta el día de hoy. Por ello, queremos expresar nuestro agradecimiento y nuestro más profundo reconocimiento al país y a su gente mediante una exposición de las joyas familiares que se han conservado en Canadá», declaró el nieto del último emperador austro-húngaro.

En cualquier caso, la colección permanecerá en Canadá a largo plazo y se pondrá a disposición del público lo antes posible. Entre las joyas se encuentra el famoso Diamante Florentino, el cuarto mayor del mundo, que pasó a manos de la familia a través de Francisco Esteban de Lorena. De color amarillo y con matices ligeramente verdes, se cree que la talla de la piedra se realizó en Flandes en el siglo XV.

La historia documentada de ese diamante comienza cuando el joyero francés Jean Baptiste Tavernier, contempló esta gema en 1657 entre las posesiones de Fernando II de Médici. El Florentino pasó a manos de los Habsburgo por el matrimonio entre Francisco I de Lorena y la emperatriz María Teresa. Fue depositado en la Cámara del Tesoro del Palacio de Hofburg en Viena y desde entonces el diamante formó parte de las joyas de la Corona Austríaca.

Junto al diamante se han recuperado también otras joyas como broches, sortijas, pendientes, collares y relojes con piedras preciosas de alto valor, así como objetos personales de la emperatriz María Teresa, su hija María Antonieta y el emperador Francisco I.