Cuando Rulfo incendió el llano

César Casal González REDACCIÓN

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Crónica | Aniversario de un libro mítico América Latina celebra los cincuenta años de la publicación del único libro de relatos del escritor mexicano, su única obra, junto a la novela corta «Pedro Páramo»

21 sep 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

Cincuenta años no es nada. Hace cinco décadas que el escritor mexicano Juan Rulfo (1918-1986) incendió el llano. Su obra El Llano en llamas vio la luz por primera vez en 1953. América celebra la aparición de una obra única que todavía abre la boca de cualquiera que se aventura en su lectura. Rulfo es un autor tan singular que sólo produjo dos obras, los diecisiete relatos de El llano en llamas y la novela corta Pedro Páramo , dos libros con los que se ganó sobrado el limbo literario. Luego mareó la perdiz toda su vida. Se engañaba a sí mismo y decía que pronto terminaría su novela La cordillera , mentía al cuello de su camisa y afirmaba que ya tenía listos un nuevo libro de relatos. Nada de nada. Sólo el páramo creativo, el mismo páramo que recreó en sus dos trabajos con tanto éxito. América Latina se ha lanzado a celebrar este cincuenta aniversario. Rulfo será a final de año la estrella de la feria del libro de Guadalajara. No es para menos. Pocas literaturas tienen a un autor de un calibre tan certero. Los mexicanos han tirado de un grande de las letras, Gabriel García Márquez, para darle empaque al cumpleaños de El llano en llamas . Gabriel García Márquez ha recuperado una anécdota que dice recreara en sus memorias y que ya está muy publicada en biografías del propio Gabo y de Rulfo. La anécdota cuenta cómo llegó la magia de Rulfo a sus manos. García Márquez ha contado estos días a los medios de comunicación mexicanos el impacto que le causó la lectura de Juan Rulfo. «Recién llegado a México, yo estaba en pleno parón creativo, no sabía por dónde continuar. Tenía publicada La hojarasca y en el baúl El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y Los funerales de Mamá Grande , pero no veía el camino para continuar. Entonces Álvaro Mutis subió los siete pisos de mi casa con un paquete de libros. Cogió el más pequeño y corto y me dijo medio muerto de risa: ¡Lea esa vaina, para que aprenda!», explica Gabo. Igual que con Kafka No pudo soltarlo en toda la noche. Le pasó igual que con La metamorfosis de Kakfa. Tanto lo leyó que hoy se lo sabe de memoria, «creo que podía recitar el libro al derecho y al revés sin una sola falla». Era Pedro Páramo . Al día siguiente leyó El llano en llamas , «el asombro permaneció inalterable». Y es que Rulfo se merece todas las fiestas que le hagan. Es uno de los escritores con la pegada más corta, apenas trescientas páginas, pero más tremenda. Tiene fans en todo el planeta. Es el típico escritor de culto. Los que se meten de lleno en sus fábulas no salen de pie. El escritor mexicano, al que le tiraba lo que Bukowski llamaba la sangre de los débiles, o sea el güisqui, a veces zanjaba la presión de la gente que deseaba que escribiese otra nueva obra con una genialidad: «Miren, todas las historias que escribí me las contaba mi tío Celedonio, que ya se murió». Al final no hubo ni la tan anunciada La cordillera ni los relatos de la floresta. Sólo el silencio que remite a las páginas de Pedro Páramo y de los relatos de El llano en llamas , que ahora están de cumpleaños.