Con El barbero de Sevilla un Rossini de 24 años marcó un hito histórico de la ópera cómica. Que también podría considerarse semi-seria en el sentido en que lo habrían de ser L'elissir d'amore o Don Pasquale : no todo es farsa y comicidad, hay una historia de amor interferida por terceros, expresada con un lirismo belcantista de primera categoría, y también hay lugar para la comedia -no en balde el asunto procede de la famosa trilogía de Caron de Beaumarchais- con ese simpático Figaro y su Largo al factotum y los dúos con el conde, Al idea di quel metallo¿ , y con Rosina, Dunqueio son¿ , quedando la bufonería para don Basilio y especialmente para don Bartolo, el burlador burlado, amén de las abundantes situaciones farsescas, números de conjunto y con el coro, que incluyen la furberia de Rosina y Almaviva. Un capolavoro indiscutible que ha mantenido secularmente a Rossini en los anales de la ópera. Sin embargo, el estreno en Roma en el carnaval de l816, fue un fiasco: la silbaron de manera inmisericorde o, como contó el propio Gioacchino a su madre, «la pitaron solemnemente». Ahora el abucheo, en esta nueva producción para Pesaro, se la llevó su responsable, Luca Ronconi. Todo iba muy bien. Había ovaciones para todos, algunas explosivas, cuando de pronto, un abucheo sombrío y unánime llenó el Palafestival: habían salido a saludar Ronconi y sus colaboradores. Hubo mucho teatro, ciertamente, y eficaz en lo hilarante, pero el planteamiento es poco comprensible y fue poco o nada comprendido. ?Flórez, el gran triunfador Lo demás funcionó como era de esperar. Juan Diego Flórez fue el gran triunfador de la noche. Estuvo muy bien en el juego escénico y cantó como ya es habitual en él. Perfecto en sus serenatas y dúos y virtuoso en el Cessa di piu resistere ¿, que suscitó una estruendosa y larga ovación, si bien no es el Palafestival el mejor lugar para cantantes de ese estilo: es extraordinario poder oír toda esa gama de expresión canora de canto legato, de gran expansión lírica, y de coloraturas endiabladas por estructura y extensión, con la voz natural, flexible y redonda, sin que los agudos se ahoguen en las fauces o se conviertan en un débil falsetto. Gustó muchísimo la Rosina de Joyce Didonato, muy expresiva y una auténtica maestra de los abbellimenti . Bruno de Simone, don Bartolo, estuvo magnífico como actor y cantante; suficientes el Figaro de Dalibor Jenis y el don Basilio de Natale de Carolis, si bien éste último no obtiene lo mejor de sus facultades vocales; correctos los demás.