Sergio Pitol celebra la libertad cervantina retratada en el «Quijote»

Miguel Lorenci MADRID

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JUANJO MARTÍN

El escritor mexicano elogió el papel en su país de los exiliados republicanos españoles El autor recibió de manos del Rey el Premio Cervantes, el Nobel de las letras españolas

21 abr 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Tres grandes deudas saldó Sergio Pitol (Puebla, 1933) en Alcalá de Henares. Lo hizo en el día grande de las letras hispanas, al recibir ayer de manos del Rey el diploma y la medalla que le acreditan como ganador del Premio Cervantes. El escritor mexicano quiso pagar con creces la libertad cervantina que floreció hecha locura en el Quijote , el magisterio del exilio republicano español que fue clave para su formación y que elogió con largueza ante el Rey, y los desvelos de su abuela, que le dio la vida a través de la literatura cuando la malaria quería robársela. Esos fueron los tres pilares del no muy extenso discurso Pitol, más emotivo que académico, al recibir el Nobel de las letras españolas de manos de don Juan Carlos, en presencia de la Reina; del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; y de la ministra de Cultura, Carmen Calvo, en el centenario paraninfo de la universidad de Alcalá. El monarca elogió el carácter anticipador de la «originalísima, cosmopolita y ágil» obra de Pitol que, dijo, «tiende puentes entre España y México», mientras que la ministra repasó por extenso su trayectoria literaria. Este año la ceremonia no guardó la exquisita puntualidad de siempre y comenzó con diez minutos de retraso. Pitol, ataviado con el preceptivo chaqué, recibía a los Reyes a los acordes del himno nacional. Con cierta desorientación, cumplimentaba también al presidente Zapatero y a su esposa, Sonsoles Espinosa, a la ministra de Cultura, al rector complutense, Virgilio Zapatero, a la presidenta de al Comunidad, Esperanza Aguirre, y al alcalde de la ciudad, Bartolomé González. Tras recibir de manos del don Juan Carlos el diploma y la medalla que le convierten en miembro del selecto club cervantino -con sólo 30 miembros, 28 varones y 2 mujeres, desde su creación en 1976- y sus 90.000 euros de dotación, Pitol se encaramaba al estrado del paraninfo complutense. Era el tercer mexicano en disfrutar de este honor, tras Octavio Paz y Carlos Fuentes. Decir dificultoso Con un decir dificultoso, debido quizá a la mezcla de la solemnidad del acto y su patológica timidez, armado con su gafas de présbita y cruzando las piernas para sostenerse sobre sólo una, como una garza, disertó Pitol durante más de 40 minutos en los que realizó un repaso de sus avatares vitales y literarios. El galardonado celebró la libertad de Cervantes, una libertad que derivó en la locura que marcó a su universal personaje, el magisterio del exilio republicano español, y el empeño de su abuela en mostrarle que la literatura era una excepcional forma de vida. Su discurso no encandiló a la audiencia, quizá por las dificultades de dicción del último Cervantes, y estuvo trufado de citas a Borges, a otros maestros latinoamericanos como Alfonso Reyes, a franceses como Balzac o Zola, y a españoles como María Zambrano, Benito Pérez Galdós, Antonio Machado o Ramón Gómez de la Serna.