«Spoilers», «recaps» y otros sinónimos de destripar

La Voz REDACCIÓN

TELEVISIÓN

Spoilers

La fiebre seriéfila, Internet y las redes sociales son una mala combinación; tanto que algunos usuarios preferirían en determinados momentos de la semana ser ciegos y sordos

11 jun 2014 . Actualizado a las 17:50 h.

Internet engendra en sus entrañas una nueva y destructora criatura: la costumbre de analizar públicamente hasta el milímetro, con Internet como principal aliado, las tramas de los últimos capítulos de las series actuales en antena. La fiebre seriéfila cambió primero las rutinas de los telespectadores, después amplió el glosario de la materia, hasta el punto de obligar al diccionario a aceptar determinados términos que hace poco sonaban a chino, y ahora populariza discutibles prácticas que suponen no solo un cambio significativo en la manera de perder el tiempo, sino también una revisión de determinados géneros periodísticos, como la crítica televisiva. No hablamos de enfundarse en una armadura y pasar un domingo cualquiera en algún vasto campo de Castilla peleando con espadas. Hablamos de la consolidación del spoiler -ya un viejo conocido- y su evolución hacia el recap.

Para los que estén más perdidos, los spoilers son comentarios sobre una parte importante o un aspecto concreto de la trama de una serie, una película o un libro, antes de que sea exhibido al público general o antes de que alguna persona en específico lo haya visto. Spoilear es destripar un argumento, arruinarle el final de la historia al que decide ejercer su derecho a esperar. Y los recaps, su consolidación como práctica.

Son comunes ya en el Reino Unido y al otro lado del Atlántico. Se trata de recapitulaciones de los episodios y cuentan incluso con blogs propios. Es habitual que, a estas alturas, con las series devorando el aburrimiento, los grandes diarios integren en sus sumarios (o menús, en el caso de los digitales) secciones (o pestañas) especializadas en estos resúmenes, ideados para que, si un espectador, por la razón que sea, se pierde una entrega de su serie de cabecera, pueda seguir la trama al mismo ritmo que marca la cadena sin pasar por alto detalle alguno. El portal de recaps de Downton Abbey en The Guardian, por ejemplo, es todo un clásico. El descomunal éxito que esta producción ha cosechado, primero en el Reino Unido y en el resto del mundo después, generó paralelamente un hambre de contenidos que debía ser saciado. La publicación inglesa dio en el clavo. Su bitácora especializada inspecciona del derecho y del revés el desarrollo de los acontecimientos del drama británico y cada día después, recapitula sobre el episodio emitido.

El lado positivo del spoiler

Aunque gratuitamente un spoiler sea peor que un jarro de agua fría, hay algunas pistas, lanzadas inteligentemente, que mantienen vivo el interés por una historia en concreto. El apetito es proporcional a los datos que se reúnen, siempre sin pasarse de la raya, del próximo episodio. Ocurría ya cuando, al final de una entrega, se avanzaban algunas imágenes del siguiente episodio. Durante toda la semana el espectador cavilaba a ratos sobre el destino de sus personajes favoritos, aguijoneado por ese aperitivo fugaz que en ocasiones llegaba a ser incluso engañoso.

En la era Twitter, esta suerte de tráilers han ido menguando, substituidos por los foros especulativos que alberga la Red. Acostumbrados a las nuevas rutinas de comunicación, los espectadores, sobre todo aquellos que visionan en solitario los capítulos, sienten la incontenible necesidad de comentar lo que está sucediendo en pantalla. Y teclean sus opiniones, sus apuestas argumentales, sus sensaciones ante las decisiones de los guionistas. La estela de spoilers se extiende a las reacciones tras la retransmisión de los capítulos, que se alargan horas y horas convirtiendo las redes sociales en delicados campos de minas.

Narración transmedia

Que el despegue de Internet ha convulsionado la comunicación no es ninguna novedad, pero su potencial es tan inmenso que también le ha dado la vuelta a la forma de contar las historias. Si hace algunas décadas, en el que se considera el viejo mundo, la narración era completamente independiente, ahora, el tipo de relato es, por excelencia, transmedia. Los libros complementan las películas. Y lo mismo sucede con los videojuegos. Y viceversa. Una historia se despliega a través de múltiples medios y plataformas de comunicación -no debe confundirse con estrategias de publicidad- que generan contenido orientado a enganchar al espectador. ¿El mejor ejemplo? La aclamada Juego de Tronos, que además tiene a su favor un ventajoso detalle: el final de la historia todavía no está escrito.

Teorías alternativas en los foros

Perdidos fue quizá la pionera en popularizar las disputas en los foros, grandes máquinas expendedoras de spoilers. Con esta ficción, que comenzó a emitirse hace diez años, nació un nuevo género, el de las teorías alternativas. Paralelamente a la trama del avión estrellado en la isla empezaron a surgir en espacios virtuales de debate hipótesis y conjeturas que acabaron resultando incluso más interesantes que las propias intrigas argumentales. Para los adeptos a esta cancha interpretativa, el final de la serie fue una auténtica decepción.

Lo mismo sucedió este año en True Detective. A medida que avanzaba el suspense conducido por Matthew McConaughey y Woody Harrelson se gestó en la Red un camino alternativo. La ficción estadounidense fueron muchas historias en una, la mayoría en la imaginación de los telespectadores que veían más allá que los propios guionistas. Las referencias literarias que True Detective puso sobre la mesa, como ya lo hiciera Lost, desataron el monstruo del nuevo público, ese que rebusca entre las últimas actualizaciones de Twitter para alimentar su apetito, ese que prefiere un buen spoiler que sacie en pequeñas dosis su necesidad.

Los blogs estadounidenses especializados llevan tiempo discutiendo sobre la conveniencia de los avances y los resúmenes. De momento, y concienciados del desembarco y la asimilación de esta práctica en los medios españoles, no queda más remedio que taparse los ojos, los oídos o aprender a esquivar los golpes argumentales con maestría. Porque lo cierto es que el espectador lo reclama. Y lo devora. Como la curiosidad que mató al gato.