Óscar Díaz, ganador del bote de «Pasapalabra»: «Con el arquitecto alemán me vino a ver la Virgen, y no soy muy creyente»

Mónica Pérez
Mónica Pérez REDACCIÓN / LA VOZ

TELEVISIÓN

Anten.a 3 | EFE

El flamante vencedor del concurso confiesa que aún está asimilándolo. Y tú, ¿te habrías llevado el bote de «Pasapalabra»? Haz el rosco aquí

18 may 2024 . Actualizado a las 09:17 h.

Óscar Díaz (Madrid, 52 años) aún está asimilando que desde hace unos días es millonario. Todo después de protagonizar el último duelo de Pasapalabra con Moisés Laguardia y hacerse con el suculento bote de más de 1,8 millones de euros

—Enhorabuena. ¿Cómo lleva ser el ganador del bote de «Pasapalabra»?

—Todavía no te creas que me ha dado mucho tiempo a asimilarlo. Ha sido como en dos fases. La primera cómo ya se grabó hace unas semanas, pese a saber que lo había ganado, había muy poquita gente que lo sabía. Además del equipo del programa, mi madre y mi mujer. También mis hermanas y mis sobrinas, que me estaban esperando ese día en casa y me hizo mucha ilusión. En ese tiempo lo máximo que hacía es que me encontraba con mi mujer en el pasillo de casa nos mirábamos, nos sonreíamos y decíamos ¡cómo nos ha cambiado la vida! Ahora a raíz de la emisión ese efecto se ha ampliado, me ha llegado una ola de cariño y de mensajes. Y también la vorágine de entrevistas y apariciones en televisión.

—¿Ya tiene pensado qué hacer con el premio del bote?

—Hay necesidades que no son nada glamurosas y que en las respuestas no quedan muy lucidas, pero es la realidad. Me fui de casa con 19 años y toda mi vida he estado de alquiler. Entonces hace poco mi mujer y yo con unos ahorrillos que teníamos, decidimos comprar un piso que aún no es del todo nuestro. Así que eso será una de las primeras cosas que haga, que me va a hacer mucha ilusión. Y después como la vida es muy larga y pasan muchas cosas, no solo a uno si no a la gente que le rodea, no está demás ser prudente y a mí ese colchón me da mucha paz, saber que puedo contar con él para el futuro. Además habrá un pequeño caprichillo. Yo soy muy friki de la historia americana y me gustaría pasar un tiempo en Washington, porque allí está todo. Me tiraría semanas yendo a todas los museos y bibliotecas. Es algo que nunca me había planteado seriamente y ahora lo podría hacer.

—Tras más de 150 programas en duelo con Moisés Laguardia, ¿cuántas veces vio el bote cerca?

—En ningún momento me vi ganador, no es cuestión de falsa modestia. Pablo Díaz, que fue ganador de Pasapalabra hace un tiempo, estuvo en el programa. Y un día le pregunté en todos los programas que había participado, hizo 260 en total, 520 roscos, ¿en cuántos programas tú tenías todas las preguntas en tu base de datos, (no que la supiera, pero sí que tuviese acceso a ella)? Y me dijo que eso le pasaba una vez cada doce roscos o así. Le pasó unas 50 veces a lo largo de su estancia en el programa. Pues eso a mi me pasó dos veces en 314 roscos. Una con un rosco de Moisés y otra vez con un rosco mío, que fue con el que gané. La dificultad en la época en la que nos hemos enfrentado nosotros es muy grande. Con el arquitecto alemán que me dio el bote, me vino a ver la Virgen, y no soy muy creyente. Yo lo había incluido en mi base de datos, pero no con esa obra, con otra.

—Lleva media vida concursando en programas: «Pasapalabra», «Saber y ganar», «¡Boom!»,.. ¿Con qué se queda de cada uno?

—Todos tienen su encanto. A Saber y ganar le tengo un cariño especial porque fue el primero en el que tuve una estancia larga. Además por su carácter familiar siempre me ha gustado mucho. En el caso de Pasapalabra es como cerrar el círculo, fue el primero en el que aparecí, es cierto que era otro Pasapalabra porque era mucho más inocente, tú ibas con lo puesto. Ahora es una etapa mucho más exigente pero muy bonita, es un reto espectacular. De ¡Boom! tengo un recuerdo buenísimo por varios motivos. Primero porque lo compartí con amigos, con Victoria, con Manolo, con Miguel Ángel, y porque casi todo fue en pandemia, y nos ofreció un poco de oxígeno en esa época tan dura.

—¿Cómo se prepara uno la pregunta: «Apellido del arquitecto que diseñó la Villa Wenhold, en la ciudad alemana de Bremen»?

—Es tremendamente complejo, porque el diccionario, aún siendo muy extenso, no lo recoge todo. En nuestros roscos había cuatro cerrojos, cuatro palabras de especial dificultad: dos del diccionario y dos de fuera. Con las de dentro puedes enfrentarte a ellas si clavas codos, pero las dos de fuera son el mar. Además en los últimos años la dificultad se ha ido intensificando. Moisés y yo lo hablábamos, que no había manera de detectar pautas para ver por donde tirar. Por ejemplo, antes solían preguntar presidentes de países raros, y eso bueno, te lo puedes preparar. En nuestros roscos, no ha salido ni una sola de ellos. En el caso de esa pregunta, la pista fue Bremen, y el azar, claro. Yo me hice una lista de arquitectos y estaba ahí, pero no con esa obra que me preguntaron, sino con otra. Pienso que puede ser alemán y el único que me acordaba con la F era él: «Fahrenkamp».

—¿Qué consejo le daría a un aspirante de «Pasapalabra»?

—Hay que empezar por la base, porque nunca sabes si vas pasar la prueba de la silla azul. Hay que aprenderse bien ciertas cosas de diccionario y luego ir a más a medida que va pasando el tiempo. Y además ver roscos, tanto antiguos como nuevos. Es la mejor manera de practicar y de acostumbrarte al ritmo de respuestas. E ir apuntándose las palabras que no les salen inmediatamente. Pero sobretodo te vas acostumbrar a reaccionar.