«El cuento de la criada» llega a su final después de ocho años: «No luchar fue lo que hizo que esto fuera posible»
TELEVISIÓN

El fin de la quinta temporada cierra de manera magistral la historia de June Osborne y eleva al personaje de Serena Joy, mientras sirve de prólogo para la futura serie «Los testamentos»
27 may 2025 . Actualizado a las 17:41 h.La serie de El cuento de la criada ha llegado a su fin. Ocho años después de su estreno, y tras cinco temporadas que siguieron muy de cerca a la protagonista, June Osborne, secuestrada por el propio sistema de esa sociedad alternativa bajo el nombre de Defred, un seudónimo que la ligaba en esencia a su propietario, la ficción de Hulu se ha despedido con un adiós que supone también una especie de avance de su secuela, Los testamentos, que ya se encuentra en proceso de grabación.
La reveladora ficción, tanto en la novela original como en su traslación y ampliación de su universo a la televisión, siempre intentó dar respuesta a una pregunta: a la de cómo una sociedad puede dar, de golpe, varios pasos hacia atrás. Cómo los sectores reaccionarios pueden acabar con años de avances sociales y provocar un retroceso de décadas o hasta siglos los derechos de sus ciudadanos.
Cuando Margaret Atwood escribió la novela en el año 1984, tenía muy presente la reciente entonces Revolución Iraní, que en 1979 convirtió al país persa en una teocracia islamista que cambió radicalmente, para peor, los derechos y libertades de las mujeres en Irán. La escritora se hizo una pregunta: ¿Podría pasar esto en cualquier lugar?
La novelista canadiense vivía en ese momento, en plena Guerra Fría, en el Berlín Occidental, apenas unos años antes de la caída del Muro de Berlín y con el auge del conservadurismo religioso en Estados Unidos en la época de Ronald Reagan. Y no lo veía descabellado. Escribió la pequeña e influyente novela sin saber que había algo de premonitorio en ella; que años después, justo cuando se produjese su adaptación a televisión, el debate sobre lo fácil que es retroceder en libertades iba a estar más presente que nunca.
Con el movimiento MeToo, el mandato de Donald Trump y el auge de la ultraderecha en todo el mundo tras décadas de avances evidentes en las libertades y en los derechos humanos, la serie de Hulu no podía llegar en mejor momento para despertar conciencias. Y, al igual que la idea inicial de Atwood, la de la serie ya no solo era lo fácil que era llegar a ese punto, sino también responder a esa pregunta clave.
¿Qué es lo que hace que algo así sea posible? En su capítulo final —y ojo, es mejor que lo veas antes, por no entrar en spoilers a partir de ahora—, la ficción condensa en una sola frase la razón primordial que permite que eso pase: «No luchar fue lo que hizo que Gilead fuera posible», se dice en esa emotiva y profunda conversación entre June y su madre. En ese momento expresa en palabras lo que ha descubierto en su evolución a lo largo de cinco temporadas: que el propósito revolucionario, algo que ha aprendido gracias a la fortaleza y determinación de su madre, es primordial en su vida. Que ya no hay vuelta atrás, aunque ello conlleve renunciar a su familia.
June, que ha conseguido sobreponerse, una y otra vez, a los obstáculos que le ha puesto la vida y que se ha empoderado por el camino, tiene claro que la guerra solo acaba de empezar. El capítulo final de El cuento de la criada es, además de un epílogo cargado de despedidas, también una especie de prólogo y episodio piloto del spin-off que ya se está grabando, Los testamentos, que se basa en la secuela publicada por Margaret Atwood en el 2019.
Otro de los momentos reseñables tiene que ver con otra de las ideas de la serie, la de la redención. A través del personaje de Serena Joy, que se erige ya definitivamente como el más complejo y relevante de la serie, El cuento de la criada permite cerrar las heridas entre ella y la protagonista. Ese «Te perdono, Serena, de verdad» tras asumir su primera némesis todos los horrores que ha hecho pasar a otras mujeres resuena con fuerza. Es el mensaje de que siempre es posible exonerar los pecados pasados.