Las actuales cantantes de óperan rompen con el mito del sobrepeso de las soprano.
13 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.La tiranía de la talla 38 ha pasado de las pasarelas de la alta costura a la Opera Metropolitana de Nueva York, donde las nuevas caras del «bel canto» parecen cada vez más estrellas de Hollywood. A las clásicas voces de la lírica, como Montserrat Caballé, les han salido unas duras competidoras, una nueva generación de jóvenes que están triunfando en las principales plazas operísticas apoyadas por una voz potente y un físico cuidado. Estas «sopranos modelos», encabezadas por la rusa Anna Netrebko, están rompiendo con el mito del sobrepeso de las sopranos y contraltos, dado que en la ópera moderna las mujeres de gran tamaño son cada vez menos habituales. Con sólo 34 años y una gran belleza, Netrebko se ha hecho en sus poco más de 10 años de carrera una digna sucesora del mito de la «diva», genial y caprichosa, que tan bien encarnara María Callas hace casi medio siglo. Sonados han sido sus enfados o sus extravagancias, como por ejemplo la afición a tomar una copa de «champagne» o de vino blanco antes de la función. Su «look», a medio camino entre estrella del pop y actriz, le ha valido numerosos apodos como «Audrey Hepburn con voz» o «Madonna Rusa» de la ópera, y su popularidad ha llegado a tal punto que sus DVD compiten en ventas con los de cantantes como Britney Spears o Beyoncé Knowles. A los 16 años abandonó su San Petersburgo natal para cumplir su sueño de convertirse en cantante y desde 1994 su voz recorrió Italia, Alemania y EE.UU, donde triunfó en Washington y San Francisco antes de debutar en la Opera Metropolitana de Nueva York en 2002. La diva rusa está perfectamente secundada por dos mezzo-sopranos norteamericanas, Denyce Graves y Joyce Didonato, abanderadas de una nueva generación de cantantes que ha roto con el mito de que las grandes intérpretes de ópera deben estar por encima de su peso. Graves ha sido considerada por la revista «USA Today» como «una de las cantantes con más posibilidades de convertirse en estrella de la ópera del siglo XXI», mientras que en el caso de Joyce Didonato, a la «sensualidad y erotismo» de su interpretación le acompaña la «poderosa musicalidad» de su voz, según los críticos. Esta nueva tendencia ha puesto en guardia a las cantantes más gruesas, sobre todo después de que la soprano norteamericana Deborah Voigt fuese despedida por la Royal Opera House de Londres en 2004 debido a su sobrepeso. Voigt debía interpretar el papel de Ariadne en la ópera Naxos, de Richard Strauss, pero el director de casting consideró que su voluminosa figura embutida en un vestido negro no era la más apropiada para hacer creíble el papel. Casi dos años después, la soprano ha vuelto a ser contratada para representar el mismo papel en la próxima temporada, después de que se sometiera a un triple bypass estomacal que la llevó a perder más de sesenta kilos. En un reciente comunicado, Albert Imperato, representante de Voigt, negó que la artista se hubiera operado por «lo que sucedió con la Royal Opera House», sino que la decisión fue basada únicamente en «recomendaciones médicas». «Está muy, muy emocionada. Para ella fue muy triste no tener la oportunidad de interpretar originalmente a Ariadna», señaló Imperato. De esta manera Voigt, una de las sopranos más reconocidas a nivel mundial, podrá tener la oportunidad de triunfar en Londres, que ella misma calificó como «una gran capital de la ópera». Pero, a pesar de lo que pueda parecer, este lírico culto al cuerpo no es algo exclusivamente femenino y las nuevas voces masculinas de la ópera mundial parecen haber salido del reparto de una telenovela. El espíritu del «tenor galán» lo representa a la perfección, por ejemplo, el cantante mexicano Rolando Villazón, que conquistó Nueva York con su interpretación de Alfredo en «La Traviata», en 2003, o el peruano Juan Diego Flórez.