Arranca la Cibeles Madrid Fashion Week con el rigor de Victorio & Lucchino y Ailanto frente a otros intentos innovadores.
16 sep 2008 . Actualizado a las 00:21 h.La ortodoxia de los clásicos se impuso a los creadores que se autoproclaman más vanguardistas o iconoclastas en la primera jornada de Cibeles Madrid Fashion Week. Los primeros desfilaron en la pasarela veterana que da nombre al salón, los segundos estrenaron la nueva, Neptuno. Victorio & Lucchino y Ailanto escogieron la de siempre y demostraron rigor y coherencia con sus propios estilos. La pareja de andaluces dieron un recital de vistosidad que animó la tarde. Los hermanos vascos siguen con su frescura dirigida a clientes más juveniles y volvieron a acertar con sus estampados en la mañana.
La pasarela ha ganado en amplitud, en dimensiones, esos 14.000 metros cuadrados con sus dos pasarelas que obliga al personal de la organización a usar patinetes para desplazarse a uno u otro lado.
La coexistencia de dos pasarelas en esta 48 edición se explicó como un intento de que las corrientes más renovadoras encontraran su sitio en la recién estrenada Neptuno, pero algunos creadores parecen haber elegido caprichosamente la rompedora cuando su estilo se instala en el clasicismo, como es el caso del vasco Fernando Lemoniez.
La primera jornada se abrió con el desfile de Devota & Lomba, firma del diseñador Modesto Lomba que sigue fiel a sus juegos de drapeados, cortes y pliegues asimétricos en un estilo que se mira en la arquitectura y aspira a «deconstruir» formas. Vestidos con mucho volumen en sedas enceradas, con una amplia gama de colores (grises, beiges, rosas, verdes) predominan en una colección que recuerda en su esencia a las anteriores.
Juan Duyos fue el primero en desfilar en Neptuno con una colección un tanto inconexa en la que abusa de bodys, monos o mallas pegadas al cuerpo que dibujan la braga por fuera; vestidos plastificados que incorporan volantes y tejidos de encaje de nylon.
El listón subió en la mañana con Ailanto, firma formada por los hermanos gemelos Iñaki y Aitor Muñoz, nacidos en Bilbao y asentados en Barcelona. Desde que en 1995 empezaran a introducirse en el mercado nacional, su carrera ha ido ascendiendo en éxito y se han abierto camino fuera, en Reino Unido, Japón Bélgica e Italia. Sus diseños prenden especialmente entre las mujeres más jóvenes por la frescura y colorido de sus colecciones, que traen siempre a Cibeles unos estampados originales y con sello propio, esta vez inspirados en el mundo creativo de Henry Matisse, simulando sábanas beduinas y tapices bordados que el pintor atesoraba en su taller de Niza y de los que extrajo la esencia de parte de su obra pictórica .La pareja se emplea en superposiciones en tejidos vaporosos, introduce el bombacho, y extiende su gama de coloridos, del rosa al marrón, blanco y negro con cierto aire del norte de África.
El donostiarra Fernando Lemoniez escogió Neptuno, la de la supuesta ruptura, cuando él mismo define su estilo como ((imperturbable a los caprichosos dictados de las tendencias de moda)). Sigue instalado en una sobriedad minimalista, con vestidos mini bien cortados, rectos o sueltos, algunos con corte imperio, de una sobriedad llevada al extremo. Una vez más, volvió a la inspiración de Balenciaga para amplios abrigos de gran volumen. Blancos, beiges conviven con naranjas y algún fucsia que alivian la monotonía.
La esencia de los andaluces
La sencillez plena de Lemoniez contrastó con la riqueza barroca de Victorio & Lucchino, fieles a su esencia del sur. El volante de sus orígenes se ha reconvertido y ahora remata, actualizado, el bajo de una línea de vestidos de satén amplios. La pareja se inspira también en la corsetería para vestidos muy ceñidos que contrastan con otros de formas más amplias. Estos últimos bien se ciñen al talle con drapeados que asemejan formas de rosas o simplemente se rematan en el escote con tiras de pedrería.
Los abullonados para terminar prendas, los escotes asimétricos con festones fruncidos o adornos en picado en hilo de torzal enriquecen la extensa colección de la asentada pareja andaluza que se ha convertido en una empresa industrial, una marca para abrir fronteras. En los colores, hay dominio del beige, con toques de violeta y azul chino; y los tejidos van de las sedas a las tafetas, punto de crepé, algodón satinado o georgette.
En la colección de hombres, la firma se introduce a la sastrería clásica los shorts y las chaquetas cortas. Amaya Arzuaga, que escogió Neptuno para su desfile, sigue anclada en los grandes volúmenes globo para mini faldas y vestidos.
Éstos van rematados con polisones en la espalda y otros cortes que dan la apariencia de una gran mariposa trasera. Para animar la tarde, la burgalesa iluminó algunas prendas. La diseñadora sigue incansable experimentando en cortes y elementos. Así, ha convertido los flecos de adorno en todo un conjunto de diminutos vestidos, utilizando un material tratado en Estados Unidos a base de cortes con láser. Además, trata el tul y el raso de tal manera que toman el aspecto de unas plumas con las que cose un inusual vestido de noche.
Ángel Schlesser se inscribe en el sector clásico de Cibeles. El santanderino se inspira en la sastrería de los ochenta e incluye aquellos trajes de chaqueta y pantalón de otro tiempo. Se esmera en su colección de noche, con una revisión del esmoquin -pantalón de lamé negro y chaqueta blanca en algodón técnico- que usado de forma independiente puede resolver también la vestimenta del día.
Destacaron también en la línea de fiesta vestidos en blanco y negro de inspiración romana, acompañados por sandalias a juego.
Agatha Ruiz de la Prada puso broche -desde Neptuno- a la primera jornada con una colección fiel a sus principios coloristas, pero algo más contenida en ciertas blusas de estampado diminuto que miran a los años cincuenta. La diseñadora también hace industria y ahora ha sacado bajo su marca hasta unos casos de moto. Una modelo vestida de «menina», a su manera, cerró la noche.