El perfume, además de oler, habla

La Voz REDACCIÓN

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Cada vez más, las personas son más exquisitas con la elección de sus fragancias porque constituyen un refuerzo de su propia personalidad

25 jul 2013 . Actualizado a las 10:51 h.

«A Grenouille le quedaba suficiente perfume como para esclavizar al mundo entero, si hubiera querido. Habría podido entrar en Versalles y poner al rey a sus pies. Habría podido escribir una carta perfumada al papa y revelarse como el nuevo Mesías», exclamaba el narrador sobre Jean-Baptiste Grenouille, el famoso asesino del libro de Patrick Süskind.

Tranquilidad. Esto no va de asesinos, sino de fragancias.

El perfume es una de nuestras cartas de presentación. Nos preocupamos de lucir una barba bien recortada o afeitada. Cuidamos nuestra piel utilizando exfoliantes cada día para que luzca joven y tersa. Entonces, no podemos dejar la elección de nuestro perfume al mero hecho de oler bien.

Aunque se mantenga la creencia social de que el olfato es el quinto sentido, el marginado; la verdad es que conocemos bastantes rasgos de una persona mucho antes de entablar conversación con ella gracias a su olor, al perfume que usa.

La fragancia que usemos es nuestra seña de identidad. Revela nuestra edad, preferencias, oficio e incluso personalidad. Así, en El Corte Inglés encontramos aromas como Luna Rossa de Prada, que nos remite a un hombre deportivo, enérgico, incombustible y adicto a la acción. O por su parte, Eau de Nuit de Giogio Armani define al caballero elegante, exquisito y que elige una fragancia diferente para trasnochar en sociedad.

La mujer, como signo y seña tradicional de los cuidados más exquisitos, también encuentra una alta gama y oferta de posibilidades olfativas. Podemos destacar Eternity Summer de Calvin Klein, perfecta para las jóvenes que quieren embriagar su verano con un cuerpo floral y repunte a brisa marina. O, por otro lado, poder impregnarnos de los tonos exóticos a los que nos transporta Cuir Amethyst de Giorgio Armani, una fragancia exclusiva para mujeres aventureras y sin miedo a destacar.

Puede ser que los aromas no esclavicen el mundo, como explicaba nuestro narrador antes, pero sí lo cubren y aderezan. Es el rastro olfativo que dejamos al caminar. Es por eso que es nuestra decisión elegir qué sensación queremos dejar al pasar.