Un año después de su despido, el técnico valenciano se reencuentra con Riazor
17 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Diez meses y dos semanas después de haber sido abruptamente despedido, José Luis Oltra volverá hoy a pisar el césped del estadio de Riazor, el mismo en el que vivió uno de los días más felices de su vida. En apuros, al frente de un Mallorca que partía como favorito al ascenso y que, en caso de pinchar, corre el peligro de que se le abra un auténtico abismo con los puestos de ascenso.
«Espero que sea bien recibido porque lo que hizo no es nada fácil: ascender al año siguiente de descender. Merece un aplauso, evidentemente». Palabras de Fernando Vázquez dirigidas hacia un colega con el que ha compartido juegos florales durante toda la semana. Un buen síntoma. El deportivismo también le debe estar agradecido a Oltra. Firmó una temporada para enmarcar, devolvió al Dépor a la máxima categoría, a la primera, con solvencia y quizá un punto más de pragmatismo que de brillantez. Cumplió el primer objetivo a ritmo de récord y supo morderse la lengua para cumplir con firmeza una de sus máximas: «Soy un hombre de club». Ni un solo reproche por su petición no correspondida de un delantero en su primera pretemporada o por dirigir al equipo desde la grada en el tramo inicial, como víctima colateral del caso Vecindario. Tampoco por unos refuerzos de los que, paradójicamente, tuvo referencias a través de Domingos Paciencia, precisamente el que sería su sustituto.
El pago a un ascenso meteórico y una lealtad quizá más allá de lo exigible fue una destitución indigna, mezquina en los métodos y cobarde en las formas. Quizá por el errático arranque liguero de su equipo, Oltra manejó con mejor suerte la plantilla que un entorno que nunca fue excesivamente beligerante. Lo comprendió tarde, después de su significativa valoraciopn del ascenso -«lo he sufrido más que disfrutado»- y pocos días antes de despedir de forma amarga el 2012. «Me ha decepcionado», ha confesado repetidamente en la última semana hacia Lendoiro, el presidente que lo ninguneó en el despedido y que ni siquiera ha mostrado el más mínimo interés por la difícil situación personal que ha atravesado el entrenador que devolvió al Dépor a Primera.
Hoy, José Luis Oltra, con el que la única deuda que se mantiene no es solo económica, vuelve a la que considera su segunda casa. No es una pose. Lo atestigua el amable entorno personal en el que se movió en A Coruña y el que su familia le haya acompañado en el regreso.