Esta noche pasada puede ser incluida entra las más cortas del calendario, dato que hace del sábado un día largo, sobre todo para esa legión de inquietos seguidores del Deportivo a quienes las horas se le están haciendo muy largas.
El dicho de «quien espera, desespera» es una verdad que en el fútbol llega a apoderarse de todo aquel «implicado en el evento», como diría un sudamericano refiriéndose, no ya a los jugadores sino también a los seguidores quienes, en ocasiones, miran más para el reloj que para el terreno de juego. Que se lo pregunten al Cholo Simeone, sancionado por reclamar contra el árbitro de Lisboa quien, según el entrenador del Atlético, «favoreció al Madrid en el tiempo añadido a la prórroga», dando opción al decisivo cabezazo de Ramos.
Eso sucedió en Lisboa, en donde la final se disputó «sobre el filo de un cuchillo». Pero en Riazor será todo diferente, comentaba un carnicero amigo que ayer trató de animarme en algo que no hace falta: «El Jaén lo tiene más crudo que este solomillo que ves ahí colgado», insistió, mostrándose muy envalentonado, tanto que no me atreví a cortarle su amago de discurso. Pero él sacó el anuncio de La Voz de Galicia de la bufanda del ascenso diciendo: «Reservé seis, media docena, porque me las pidieron desde Menorca a Buenos Aires, sin olvidarme de Caracas? Tengo que enviar varias bufandas del Deportivo».
Llegado aquí el optimista carnicero marchó diciéndome: «Merendaré cerca de Riazor, a donde iré tranquilo y luciendo mi bufanda».