La llegada de Mandzukic ha cambiado la filosofía de ataque del Atlético de Madrid
30 nov 2014 . Actualizado a las 10:13 h.Cuando el Atlético de Madrid traspasó a Diego Costa al Chelsea, su hinchada, viendo los antecedentes (Agüero, Falcao o el propio hispano brasileño), se quedó aguardando la llegada de un delantero rápido, que se fabricara sus propios goles y al que los centrocampistas pudiera mandar balones en largo para que definiese tras un inagotable esprint. Pero la caña de Caminero no pescó un velocista de contragolpe, sino un islote de primer toque. Un killer del área, de fácil asociación y dañino remate. Un ariete de los de antes para un fútbol moderno plagado de falsos nueves, segundos puntas, pivotes y carrileros. Un nueve de los de verdad.
Mario Mandzukic (Slavonski Brod, Croacia, 21 de mayo de 1986) aterrizó en la orilla del Manzanares con una gran etiqueta que decía: Goleador. Ciento sesenta dianas en los diferentes clubes en los que actuó como profesional y 15 más en solo 26 partidos con su selección muestran la tendencia de un futbolista irreverente fuera del campo y trabajador sobre el césped.
Pero Supermario, como le gusta que le llamen (en sus espinilleras personalizadas luce una imagen del héroe de los vídeo juegos) no es ese tipo de futbolista que tan buen rendimiento había dado en los últimos años al Atlético. Y no porque no sea sacrificado, ya que en tareas defensivas se emplea como el que más. Al más puro estilo Simeone: aburre a los defensas con su presión e incordio. No lo es porque donde realmente triunfa es en los espacios cortos.
Eso ha cambiado, en cierto modo, el juego colchonero. El Cholo se ha visto en la obligación de que sus hombres elaboraran un poco más las jugadas, manteniendo eso sí la estrategia como su leitmotiv. El croata sí que se muestra especialista a balón parado.
Y aun sin encajar en el perfil de sus predecesores en el puesto, tampoco en el precio de su fichaje (costó solo unos 22 millones), y pese a que le llevó más tiempo más de lo esperado, Mandzukic ya sabe lo que es contar con el cariño del Calderón. Los once goles que lleva esta temporada han sido su mejor hechizo para enamorar a la grada. Tantos de diferente factura pero con un nexo común: todos de remate al primer toque. Como a él más le gusta.
Los tres marcados el pasado miércoles contra el Olympiakos lo ha situado ya en el cuadro de honor de los colchoneros, ya que solo Luis Aragonés había sido capaz antes de meter tres en un partido de Copa de Europa. Su siguiente reto es igualar a Diego Costa en esta competición. Le faltan dos dianas y, como mínimo, un par de encuentros.
De momento, ha aparcado su imagen de insolente que le llevó a enfrentarse a varios entrenadores, entre ellos Guardiola en el Bayern, y se ha puesto el buzo de trabajo para ser el referente de un Atlético de Madrid que necesita de su inspiración para descargar la responsabilidad de los goles en Godín, Tiago o Miranda, insaciables en la estrategia.