No va a resultar fácil, ni tampoco se conseguirá en corto plazo, pero urge que el Deportivo recupere la normalidad perdida en los últimos años, y que sus actividades discurran por cauces normales y no envueltos por esa anormalidad que presidió las acciones de quien lo vino gobernando. Esa anormalidad llevó a una situación que sorprende no solo a la gente del fútbol, sino también a gestores profesionales que nada tienen que ver con el mundo del balón.
Quienes conocen el pasado del Deportivo siempre mostraron resignación en los golpes mas duros, los descensos, pero nunca la situación fue tan crispante y anómala como la que envolvió al club en los últimos años. No me refiero al mal rendimiento que obligó a jugar fuera de Primera División, sino porque el Deportivo pasó a ser manejado como una propiedad privada de Lendoiro, cuyo comportamiento con los socios dejó mucho que desear, pareciéndose más a una dictadura que a una sociedad deportiva.
Aquellos polvos trajeron estos lodos y salir de la situación costará Dios y ayuda. Hará falta mucha paciencia y serenidad para sacar al Deportivo de la precaria situación adonde lo ha llevado. Las alarmas hace tiempo que sonaron anunciando la necesidad de un cambio de rumbo porque avisaba que el club iba hacia un abismo de donde ahora resultará difícil rescatarlo.