El triunfalismo que se respiraba anteanoche en el Bernabéu fue el peor enemigo para un Madrid que perdió la eliminatoria en el primer minuto de juego. No digo que de no ser por el fulminante gol atlético, el equipo blanco fuese a resolver la dura tarea de derribar la muralla rojiblanca con unos cimientos sólidos como son los que levanta Cholo Simeone, un entrenador que poco a poco fue desnudando al histórico equipo de seda y vistió a sus hombres con trajes de mahón, propios para las peleas y ganarlas. Al Madrid le perdió no tener muy en cuenta que los partidos duran 90 minutos, plazo que siempre permite afrontar esos decisivos choques con una tranquilidad indispensable, cuando se trata de superar una eliminatoria tan importante como esta, que no supo afrontar el equipo de Ancelotti, quien sería el primer sorprendido al verse superado por los problemas que ya habían surgido con el adverso 2-0 del partido de ida.
Pero hablaremos del encuentro de mañana en Riazor, que nos afecta muy directamente, si no en este preciso memento sí de cara al futuro. Aclarar que no sumar en esta ocasión frente al Barcelona los puntos debe considerarse casi como normal, pero lo importante es no dejar que si se produce esa pérdida desmoralice -ni al equipo ni a los seguidores- porque, es algo que debe evitarse para seguir dando la cara y no caer en una desmoralización que, de suceder, podría influir decisivamente en próximos partidos donde los hombres de Víctor Fernández deberán saber responder. Esto no es una urgencia para mañana, aunque tampoco debe resignarse uno con sufrirla. Sobre todo tratándose de un equipo de fútbol, como es el caso del Deportivo, con unos vaivenes que repercuten negativamente no solo en sus jugadores, sino también en los seguidores.