Faltan dos días para el siempre esperado partido entre los dos grandes del fútbol gallego, acontecimiento que no deja impasible a nadie. Calculo, y quizá quedo corto, si digo que el Celta y el Deportivo se enfrentaron en más de cien (100) partidos, de los que muchos fueron celebrados en otros campos de Galicia en donde fueron reclamados para resaltar el cartel de sus fiestas, dato que repercutía en la asistencia de público porque movilizaba a las gentes, no solo a los seguidores de los equipos sino a otros amantes del fútbol.
¿Y quién ganará pasado mañana? Lo dirá el marcador cuando el árbitro pite el final porque en esta clase de partidos suelen darse muchas sorpresas al creer que los tuyos son ganadores y el rival le da la vuelta al tanteo en el segundo tiempo.
Si hiciéramos caso del ambiente de la calle, con el añadido de que el encuentro se jugará en Riazor, parece notarse cierta confianza en los blanquiazules. Esto es un espejismo porque sería una ingenuidad descartar que el Celta saltará al campo coruñés haciendo gala de ese coraje tradicional de siempre y que suele agigantarse en los partidos que disputan estos equipos.
Jugar en casa es innegable que ayuda mucho pero no lo resuelve todo. El equipo vigués goza una solera futbolística que le enseñó a comprender que las empresas como esta de ahora necesitan del máximo esfuerzo para superarla. Como dijo ayer un veterano colega vigués: «Vamos a Riazor dispuestos a remar muy duro, contra viento y marea».