Arsenio Iglesias y Martín Lasarte recuerdan por teléfono la promoción ganada al Betis hace 25 años

alexandre centeno

Canales, Ribera, Djukic, Lasarte, Sabín Bilbao, Mariano, José Ramón, Albistegui, Kiriakov (Kanatlarovski, min 75), Fran y Claudio (Uralde, min 83). Fueron los trece héroes que, el 17 de junio de 1992, comandó Arsenio Iglesias en una de las más emotivas gestas logradas por el Deportivo en su historia. El próximo sábado se cumplen 25 años del partido de vuelta de la promoción contra el Betis. Aquella que, ante la ausencia de televisión, tuvo al deportivismo enchufado a la radio. La que supuso el punto de inflexión en la historia del centenario club. La gran promoción que acabó con un emotivo y ya famoso abrazo entre Arsenio Iglesias y Martín Lasarte, acompañado del ya legendario «¡Cuánto hemos sufrido, Martín!», acuñado por el Zorro de Arteixo.

Un cuarto de siglo después, los dos protagonistas de aquel efusivo gesto casi de catarsis, recordaron por teléfono aquellos momentos. Media hora de conversación que se extracta a continuación.

-Arsenio: ¿Cómo le va, Martín?

-Lasarte: ¡Qué fenómeno, míster! ¡Qué fenómeno! Qué lindo escucharlo. ¡Qué alegría! Gracias a Dios estoy muy bien.

-A: ¿Está entrenando por ahí?

-L: Sí. Estoy desde el año pasado en el Nacional.

-A: Cómo le gustan los grandes clubes eh...

-L: Hombre, al final, estoy en casa... Y usted, ¿cómo está esa salud? Se le escucha bien.

-A: Bueno, regular. Pero de voz sí que ando bien. Ay, Martín... ¿Recuerdas? Sufrimos tanto que ya hasta se me sigue poniendo la gallina en piel.

-L: (risas). Sí.... Yo no sé cómo lo recordará usted, pero yo recuerdo que, después de haber merecido más en la ida, fallando incluso un penalti, la vuelta se transformó en un partido muy difícil. No solo por el rival, sino por las circunstancias. Fue en plena Expo, con el campo lleno... Acabábamos de subir tras muchos años y nos jugábamos mucho. No podíamos volver abajo tan pronto.

-A: Fue todo muy rápido. Jugamos en Pamplona y recuerdo que dije: «Nos vamos a salvar. No creo que haya que jugar la promoción. Pero incluso así, nos vamos a salvar». Quería transmitir tranquilidad.

-L: De hecho, ganamos en Pamplona, creo recordar, míster…

-A: Sí, pero también ganó el Espanyol, hombre…

-L: Además, también, en esa semana jugamos el primer partido de semifinal de la Copa, que fue una pena, porque la tuvimos que afrontar como un objetivo menor, teniendo en cuenta que teníamos la promoción por delante.

-A: Eran momentos de gran exigencia emocional. Había mucha presión. Mucha gente insultándonos y creándonos dificultades. Desde dos horas antes entraron ya en el estadio. Ahí ya teníamos la gallina en piel.

-L: Era tal cual. Recuerdo que para llegar tuvimos problemas… Lo típico: insultos, sensación de temor… Pero teníamos un equipo con experiencia. Aunque todo lo que rodeaba al partido lo hacía un cóctel peligroso. El campo estaba repleto. Y el equipo se comportó. Fue un partido duro, pero el equipo se comportó muy expeditivo.

-A: Años después vi al árbitro (Ansuátegui Roca). Yo no lo conocía y se me presentó diciendo que nos había arbitrado aquel partido. Entonces le dije: «Pues felicidades hombre, felicidades que estuvo muy bien». Estaba la cosa embromada.

-L: (Risas) Al final, me parece que la frase final resumía lo que había pasado.

-A: Claro, claro... Usted siempre fue un señor, Martín… Era muy correcto, muy disciplinado. Elegante. Su comportamiento era correctísimo. Siempre digo que era un señor. Es un señor, Martín.

-L: Vaya halago me regala, míster. Joder es que me estoy reemocionando. La puta madre... (le tiembla la voz). Es que fueron cuatro años maravillosos. Me encontré en una ciudad que me abrazó. Siempre me sentí uno más. Así me hicieron sentir. A nivel de un ciudadano más de la calle. Y en lo deportivo, el míster tuvo la capacidad de, sin perder su objetividad, aunarnos a todos en objetivos comunes. Es una de las cosas que intento rescatar de lo que aprendí con él. Siempre busco generar ese ambiente en mis equipos. No voy a decir la clase de entrenador que fue. Sería tonto tratar de halagarlo a usted, un técnico que llegó a dirigir al Real Madrid. Con eso lo digo todo. Pero, más allá del entrenador, era una persona que sabía sacar lo mejor de cada uno.

-A: Es que con los que no juegan hay que tener tacto. Yo no sé si lo logré pero lo intentaba.

-L: Yo lo viví. Tuve una época mala, que coincidió con el embarazo de mi mujer. No jugaba. Estaba mal. Y el míster habló conmigo un día. Yo no era tan niño, pero aquella charla me hizo ver algunas cosas de otra manera. Me ayudó a volver a creer en mí mismo y eso me sirvió para regresar pronto a los campos. Algunos de sus consejos los conservo y trato de aprovecharlos para mis jugadores.

-A: Bueno, Martín, bueno. Todo fue muy bien y ese partido nos hizo felices.

-L: Sí míster. Al acabar, fuimos a la Expo. Fue bonito. No recuerdo si habíamos conseguido sacarlo a usted también (se ríe).

-A: No, hombre, no. Yo me fui a descansar. Había sufrido mucho. ¿Y estaba bonita la Expo? (más risas)

-L: No tanto como La Coruña cuando regresamos, míster.

-A: La gente estaba loca en la ciudad. Llegamos en autocar y parecíamos los Beatles (carcajada). Qué recuerdos.

CESAR QUIAN

-L: Hace mucho. Pero algo se hizo. Y después cómo creció el club. Qué alegría, ver todo lo que el Dépor ganó después. Porque yo me siento uno más en las victorias.

-A: Bueno, Martín, que tenga mucha suerte.

-L: Muchísimas gracias míster. Si me coincide bien el calendario de la Libertadores, intentaré ir por ahí en julio.

-A: Ojalá. Tengo ganas de verlo.

-L: Yo también míster. Lo quiero mucho. Cuídese mucho.

-A: No deje de llamarme.

-L: Lo haré, míster, lo haré.