Cuando perdimos la Liga del penalti de Djukic se habló mucho de que habíamos acusado la presión, pero esa presión cuando estás arriba no tiene nada que ver con la que padeces cuando estás en una situación complicada. Es ese el momento en el que en los equipos aparecen jugadores que aunque suelen dar menos en el global son capaces de rendir al máximo, y al contrario: otros a quienes la ansiedad no les permite mantener el nivel.
Ahí resulta fundamental el entrenador, para tirar de jugadores que sean capaces de salvar la situación. Algo que muchas veces no tiene nada que ver con quién porte el brazalete, sino con encontrar jugadores capaces de erigirse en líderes sobre el césped en momentos en que el entrenador tiene poco que decir. Y en este Deportivo no veo un Rekarte, un Djukic, un Voro o un Mauro. Gente que sea capaz de corregir al compañero y animarle a ofrecer lo mejor de sí mismo, hacer que tire para adelante.
Ha cambiado mucho la configuración de los vestuarios. Aquel con el que nos jugamos el descenso era mucho más sencillo de llevar. Entre gente con mucha hambre y carácter competitivo, con la base de un equipo que había subido de Segunda, y Arsenio, que aportaba normalidad con la humildad y el trabajo. Éramos conscientes de lo que nos jugábamos pero nos sabíamos un recién ascendido pasando una dura prueba.
No se puede dudar del compromiso de nadie sin más, pero a nivel espectador parece complicado llevar una plantilla como la actual. Transmite una impresión de falta de solidaridad y unión. Hay mucha cara larga y cabeza gacha, faltan palmadas de ánimo, equipo. Clave para el momento más difícil en la carrera de un jugador.