La salida de tres jugadores que, en algún momento, fueron protagonistas de algún incidente, y la llegada de otros con fama de hacer grupo marcan el diseño de vestuario que busca el segoviano
18 jun 2018 . Actualizado a las 23:14 h.Cuando Tino Fernández llamó a Carmelo del Pozo para conocer un poco más su forma de trabajar y anunciarle que podría existir la posibilidad de recalar en el Deportivo, el segoviano empezó a recopilar informes sobre el vestuario blanquiazul y los porqués de atravesar una situación tan delicada como en aquel momento, que acabaría semanas después en descenso.
Todas las informaciones que le llegaron al actual director deportivo, que ya manejaba de otras temporadas, coincidían en que el vestuario deportivista estaba cojo. Que sin haber grandes problemas, faltaba unión. Alguien que hiciera grupo y que tirara de él.
Una vez en A Coruña, y tras empezar a mantener reuniones con directivos, técnicos y jugadores, la sensación se confirmó. Empezó a tener claro cuál era el primer paso de cara a buscar el ascenso y así lo ha venido manifestado desde entonces. «A los jugadores que quiero que se queden les digo que el Dépor que vivieron la pasada temporada no va a ser el del año que viene. Es fundamental transmitírselo tanto a ellos como a la afición. Y en cuanto a los nuevos, van a venir hombres, no nombres. Hombres que juegan en esta categoría, que la conozcan, que estén implicados y con los que en ese proceso de 42 o 46 jornadas consigamos estar donde queremos. La prioridad número uno es tener 22 jugadores implicados totalmente», declaraba el pasado mes de mayo.
Y en esta línea ha venido trabajando y, de acuerdo a la misma, se están produciendo las primeras salidas y entradas. Se están yendo futbolistas que en más de una ocasión tuvieron algún enfrentamiento con los entrenadores o con sus compañeros. Y, para ocupar sus plazas, el Dépor está incorporando jugadores que hacen grupo.
Los que se fueron
Resulta bastante descriptivo que los tres primeros futbolistas en abandonar A Coruña hayan sido Florin Andone, Emre Çolak y Luisinho. La temporada del rumano fue de conflicto en conflicto. Primero protagonizó una pelea con Arribas, posteriormente una fuerte discusión con Cristóbal y acabó también de manera acalorada con Seedorf. En cuanto al turco, nunca ha tenido el menor problema con sus compañeros ni falta de respeto a la afición, pero sí poseía un difícil carácter para los entrenadores, que se traducía en una, casi inconsciente, bajada de brazos cuando se veía suplente. La última víctima de esta limpieza del vestuario ha sido Luisinho. El portugués está lejos de ser el rebelde que hace años protagonizaba continuos piques con sus compañeros, pero su historial está ahí y Carmelo ha optado por aprovechar la situación para oxigenar la caseta todo lo posible.
Y ahí está el aparente acierto en las llegadas. Entre las tres, un nombre brilla con luz propia. Se trata de Álex Bergantiños. El capitán, sin ninguna duda, del nuevo Deportivo. Un futbolista criado en la casa, que tiene enorme experiencia y que sabe lo que es sentir la elástica puesta en las duras y en las maduras.
Antes que el de la Sagrada Familia, aterrizó en A Coruña Dani Giménez. Un portero veterano al que Carmelo sigue desde hace años y conoce de su facilidad para hacer grupo. Fue capitán en el Rayo Vallecano y, pese a no jugar eclipsado por Adán, también lo era en el Real Betis. La tercera de las incorporaciones es Sebastián Dubarbier, un rudo lateral izquierdo en el campo, que fuera del verde aseguran los que compartieron vestuario con él que es «un gran chico, que lejos de dar problemas colabora en el buen funcionamiento de la caseta. Es un gran profesional», indica un excompañero. Otro líder para hacer un equipo unido y comprometido.
Un análisis psicológico en el mes de agosto ya detectó un exceso de grupos en el vestuario
La ausencia de un grupo compacto, sin fisuras, en el que todos sus integrantes remara en la misma dirección no es un síntoma detectado a última hora en el Deportivo. En la concentración que realizó el equipo en pretemporada, tras la disputa del Teresa Herrera, Pepe Mel había pedido la colaboración de una psicóloga de su confianza para trabajar con el grupo, que ya había detectado esa problemática.
Tras diferentes charlas individuales y grupales, además de pedirles que rellenaran algún cuestionario (no todos lo hicieron), el diagnóstico que la doctora puso en conocimiento del entrenador blanquiazul y su cuerpo técnico ya resultaba preocupante. Observó una plantilla en la que había demasiados grupos que fuera del campo no mantenían interacción entre ellos. A partir de ahí, Mel incluso llegó a decir públicamente que iba a tratar de fomentar la unión con comidas y cenas, tras las cuales consideraba oportuno que sus hombres pudieran compartir una o dos horas de copas. Poco tiempo le dio al madrileño para reconducir la situación.