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El Cádiz es un conjunto que puede estar medio partido metido atrás, pero en dos jugadas te amarga el encuentro
21 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando uno se pone a analizar el juego de un equipo mira los jugadores que tiene, el sistema que utiliza su entrenador, cuáles son sus fuertes y sus puntos débiles para poder hacerle daño... Cuando uno se pone a analizar al Cádiz, cualquier patrón que tenga es inútil, porque es un equipo absolutamente imprevisible. Su análisis resulta harto difícil. Es un conjunto que no está, pero en realidad está.
Y esto que puede parecer un sinsentido tiene una sencilla explicación. El Cádiz vive cómodo sin balón. Metido atrás. En una situación que cualquier otro equipo sufriría, viendo como le atacan. Este Cádiz de Álvaro Cervera se siente a gusto. Y cuando uno menos se lo espera, aparece, te crea un par de ocasiones y se ha llevado el partido. Juega mucho por estímulos.
Con una afición absolutamente entregada, que aplaude hasta los córneres, los 97 minutos que duran ahora los partidos son un auténtico infierno para los rivales. Y eso supermotiva a estos jugadores que responden a los arreones de la afición con oleadas de ataques.
Y esa fuerza exterior es la que, entre otros motivos futbolísticos que ahora analizaremos, le ha permitido a este equipo enganchar una racha de siete victorias consecutivas, rota el pasado fin de semana en Málaga con una derrota que daría para otro análisis pues puede calificarse, incluso, de inmerecida.
El inicio de temporada del Cádiz fue paupérrimo, con 3 únicos triunfos en las doce primeras jornadas. Es cierto que quizá los resultados no fueran totalmente acordes a los merecimientos contraídos, pero en el fútbol lo que valen son los números y estos fueron malos. El equipo necesitaba un triunfo. Y este llegó en Lugo. Con remontada y un gol en el minuto 86. Fue como una inyección de confianza en sí mismos a los jugadores, que a partir de ahí encadenaron seis triunfos seguidos más, algunos, incluso con muchos goles.
La afición se vino más arriba, las teclas que fue pulsando Cervera comenzaron a sonar y el equipo empezó a venirse arriba de una manera inesperada.
Pero, como decía anteriormente, este Cádiz no vive solo de sensaciones, de afición y de confianza. También tiene futbolistas que saben jugar al fútbol. Con unas u otras cualidades. Con un entrenador experimentado, muy querido por la afición, que ha subido al equipo de Segunda B a Segunda y ahora lucha por el ascenso a Primera, el equipo andaluz basa su juego de ataque en la rapidez de sus extremos, la seguridad de su portero y la sobriedad de su mediocentro Garrido.
Porque el meta cadista, Cifuentes, es uno de los pilares de este conjunto. Tiene 39 años, pero los porteros, que yo sepa, todavía no corren. Así que ahí está un auténtico baluarte, que sabe en todo momento medir si tiene que sacar en corto, en largo... Aunque, en realidad, casi siempre saca en largo, porque Cervera es un entrenador más bien amarrategui. Y no lo digo con desprecio, ojo, que cada uno juega el fútbol que quiere o que entiende que le da mayores frutos. Y, hasta ahora, le está saliendo bien.
El otro jugador destacado en este resurgir, además de los citados extremos, es Garrido. Es un mediocentro defensivo de gran nivel y su regreso (estuvo lesionado) coincide con el mejor momento del equipo.
Así, con todo esto, al Deportivo no le queda otra que estar avispado, porque el Cádiz no le va a regalar nada. En el Carranza se lo pondrá muy difícil, porque sabe que ganando se acercaría a solo tres puntos de su rival. Y es que este equipo necesita meterse arriba y pelear por regresar a una Primera División que merece por entidad y afición.