El delantero gallego recupera el gol a ritmo de récord y deja atrás su etapa en la Premier League para sostener al equipo vitoriano en la zona tranquila
31 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.A Lucas Pérez (A Coruña, 1988) le sienta bien el blanquiazul. El exdelantero del Deportivo vuelve por sus fueros vistiendo la casaca a rayas, pero a seiscientos kilómetros de su casa, en Vitoria. Y lo vuelve a hacer a ritmo de récord. Si en el conjunto coruñés celebró la Navidad del 2015 igualando el récord de Bebeto (marcó en siete jornadas consecutivas), ahora se acerca al Día de Difuntos confirmando su propia resurrección igualando a Wilson Alfredo Jones Rodríguez (jugador cedido por el Real Madrid en la campaña 1953-1954, que anotó en cinco partidos seguidos en Primera con el Alavés). Lo celebró como suele; con rabia y haciendo partícipe a su parroquia. La entidad del rival, el Atlético de Madrid (que se había adelantado) y la plasticidad del gol (zurdazo cruzado desde fuera del área tras dos recortes) contribuyeron al delirio. El récord podría caer la próxima jornada, contra el Osasuna en El Sadar.
El regreso de Lucas mantiene al Alavés en la zona tranquila de la tabla y a él mismo como una de las sensaciones de la Liga, como ya sucedió en su primera etapa en el Deportivo, cuando sostuvo al equipo en su segunda temporada y evitó su caída a la Segunda División. Fue el momento cumbre de una carrera marcada por el fútbol de barrio y la supervivencia con un balón en los pies. «Gracias a Dios y a mis abuelos estoy ahí», espetó por enésima vez el pichichi del equipo vitoriano.
Fueron ellos los que cuidaron de Lucas cuando la única salida era avanzar hacia la portería rival. Y vaya que avanzó, como hizo ante el Atlético y como había hecho frente al mismo adversario justo cuatro años antes para firmar otro gol antológico. Su periplo le llevó desde Monelos a Ucrania, pasando, precisamente, por la cantera del club colchonero y la del Rayo Vallecano. Se hizo profesional en el frío de Lviv y Kiev, y descubrió otro fútbol en Salónica, con el PAOK. Pero siempre se guardó una baza para regresar a su casa.
A Coruña le acogió con los brazos abiertos cuando el Deportivo necesitaba un referente de la casa. El repertorio mostrado por Lucas con la camiseta blanquiazul le confirmaba como un delantero maduro. Los golazos a su manera eran la guinda a su manera de ganar la posición con el cuerpo, de lanzarse a tumba abierta hacia el área contraria, de su verticalidad a zancada limpia y de su intensidad a la hora de empujar al colectivo. El fútbol sala moldeó el aderezo.
Nada pasó inadvertido en un fútbol globalizado y el Arsenal le abrió las puertas del Olimpo de la Premier League. En los primeros momentos, a Lucas le sobraba el gol que al Dépor le faltaba, pero el cielo pronto se convirtió en un infierno y en A Coruña se le seguía echando de menos.
Su segunda etapa en Riazor acabó con él de nuevo en Inglaterra y con el Deportivo en Segunda, tras concluir el año de cesión por parte del Arsenal. En el West Ham no encontró su fútbol, aunque Vitoria es testigo afortunado de que nunca lo había perdido. Lucas resucita. El Alavés sobrevive. El fútbol canalla tiene más vidas que un gato.