Donato: «Nunca me he bajado los pantalones y tampoco lo voy a hacer ahora»

TORRE DE MARATHÓN

PACO RODRÍGUEZ

Siempre recto y honesto se muestra algo cansado de algunas facetas del mundo del fútbol

28 abr 2020 . Actualizado a las 04:00 h.

Cuando uno lee, escucha o pronuncia el nombre de Donato Gama da Silva (Rio de Janeiro, 1962) se le viene a la mente la figura de un hombre que se anticipa a una defensa para conectar un cabezazo que vale una Liga. La imagen de un hombre de éxito en el fútbol. La de un central infranqueable. La de un mediocampista con exquisito golpeo del balón. La de un lanzador de penaltis efectivo. La de un estilista.

Pero detrás de esa imagen futbolística que a uno le viene a la cabeza hay otro Donato. Ese que se rebela contra las injusticias. El que en incontables ocasiones ha transmitido la palabra de Dios con enorme fe. El que ha tenido que espantar personas a su alrededor como si de moscas se tratara, porque solo iban detrás de su fama y su dinero. El que tras dejar el fútbol ha tratado de ganarse la vida de mil maneras. El que ha superado numerosas adversidades empresariales y económicas.

Un Donato con la experiencia suficiente para poder hablar sobre el fútbol, lo que viene después y sobre lo que supone sentirse una persona íntegra. Por eso cree que no ha llegado profesionalmente más lejos. Ni como futbolista (a pesar de todos sus éxitos). Ni como entrenador. Ni como representante. Ni como empresario. Porque si hay una línea que nunca ha querido cruzar es la de la honestidad. «Nunca me he bajado los pantalones y tampoco lo voy a hacer ahora», sentencia.

-Podría decirse que no ha sido un futbolista al uso, porque siempre estuvo casi más preocupado de su futuro que del presente.

-He tenido muchos amigos que, cuando era joven, me indicaron ese camino. Y otros que vi que iban por donde no debían. De ambas cosas aprendí. Empecé a jugar con 18 años y viví muchas cosas, así que de todo tomé nota y seguí mi idea. Además, he tenido una familia que me ayudó mucho a ir por ese buen camino.

-Y cuando uno es futbolista le aparecerán también muchos amigos interesados en jugar con su dinero.

-Claro. Aparecen muchos falsos amigos. Tenemos muchos que se acercan a ti para conseguir algo o para conseguir disfrutar del momento. Siempre hablo de esto porque me he llevado muchas decepciones con personas que pensaba que eran amigos.

-El fútbol mueve tanto dinero que atrae a mucha gente.

-Pero no lo que la gente se cree. Todos piensan que los futbolistas cobran como Messi, Cristiano y Neymar. Y no es cierto. Muchos de Primera no pasan de quinientos o trescientos mil euros. Y la mitad se va para Hacienda. Las carreras son cortas y, si uno no se prepara para el final, luego puede pasarlo muy mal.

-¿A usted le llegó a pasar?

-No, pero siempre me preocupó mucho porque lo viví en Brasil. Jugadores de la selección que luego pasaron dificultades. Y ahora se está viendo aquí, en España. Hay gente que tiene que volver a trabajar porque se gastó todos los ahorros.

-Desde que dejó el fútbol se enroló en negocios muy dispares, que no siempre salieron adelante. ¿Tuvo malas experiencias a nivel de engaños?

-Hace años monté un mesón con una persona que creía que era amigo. Y no salió. Ahí sí puedo decir que lo pasé mal por esa decepción. Luego me metí en otros negocios porque quería sentirme útil y trabajar. Me hubiera gustado hacerlo en el mundo del fútbol, pero ahí no tuve tampoco suerte. Hasta que llegó Paco [Zas] y se acordó de mí. Y lo que sí que reconozco es que he tenido muy mala suerte.

-¿Por los socios?

-No. No sé por qué. Mire, he trabajado en diversas áreas y con productos de primera calidad que no conseguimos colocar en el mercado y, con el paso de los años, fueron un bum.

-¿De alguna manera eso le ha frustrado?

-No, frustrado no es la palabra. Sí decepcionado. Lo que quizá sí me ha frustrado es no haber llegado a más en el mundo del fútbol. He tenido auténticas joyas de jugadores, que no me han querido, y luego se compraron por millones. Por ejemplo, Maxi, el que jugó en el Celta. A Diego, lo ofrecí al Atlético cuando estaba en el Oporto. Costaba 4 millones. No lo quisieron. Y luego lo compraron por muchos más. O a Oblak, que teníamos nosotros hecha toda la operación y luego nos encontramos con que se llevó otro el negocio. Por eso me siento cansadísimo del fútbol. Y ya he desistido. Nunca fui representante. Solo ayudaba a un amigo, después de ver detenidamente a los jugadores. Pero... Me cansé.

-Pero, en teoría, haber sido futbolista, tendría que abrirle puertas.

-En teoría sí. Pero no es así. Mire. Soy como soy y no voy a cambiar. Si yo cediera en algunas cosas, podría haber tenido más suerte. Estoy muy contento con la vida que he tenido. Es cierto que en algunas cosas pude haber tenido más suerte, pero nunca me bajé los pantalones y tampoco lo voy a hacer ahora. Pero eso me pasó también como entrenador. Querían que jugaran unos u otros. Y yo, las experiencias que tuve, puse a los que yo creía. A mí me pueden echar por los resultados, pero no por ceder a presiones.

-¿Se refiere a su experiencia en el Viveiro?

-No solo a esa, pero sí. Yo no quería ir porque tenía más que perder que ganar. Pero al principio era todo maravilloso. Buenas palabras. Grandes gestos. Luego empezaron a decir que tenía que jugar uno u otro. Y por ahí no pasé. Antes, en Grecia, con Mazinho... Íbamos terceros perdiendo solo un partido. Y nos decían que había jugadores que no podíamos tocar. Pero... ¿cómo vamos a poner a jugar a quién no consideramos que debe hacerlo?

-¿Le han sobornado en alguna negociación con jugadores?

-No, porque yo no negociaba nunca el precio. No estoy hablando de bajar pantalones por hacer cosas incorrectas de ese tipo, sino por no ceder ante presiones o cambiar mi forma de ser.

-¿Como futbolista también sufrió incomprensiones?

-Pues sí. Porque yo siempre quise hacer las cosas bien y me rebelaba cuando veía que algo no me gustaba. Y luego... (se ríe) Luego resulta que tuve que justificar mi edad durante años. Llegué a jugar hasta los cuarenta, pero me querían retirar todos los años. La gente no sabe lo que tuve que luchar con el club y con el entrenador.

-¿Le dolía que jugadores que aportaban menos ganaran mucho más?

-No tanto eso, cada uno tiene derecho a cobrar lo que firma. Pero, jolines, muchas veces tenía que mendigar para que me subieran diez mil euros. Le diré que si tuviera representante, habría ganado mucho más y no habría estado tanto tiempo en el Deportivo. Y luego estaba Irureta (vuelve a reírse, ahora con gesto de complicidad). Siempre discutía con él por mi edad. Me pasé cinco años discutiendo porque decía que iba viejo. Y yo le decía, «pero si puedo competir con cualquiera». Y, claro, al final, me volvía a poner (risas).