Más que nunca, el fútbol son once contra once

TORRE DE MARATHÓN

MANUEL MARRAS

14 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En una tarde de mayo del año 2011 en Gijón, el Deportivo recibió una estocada de mal diagnóstico en el Molinón. El estadio todavía no había sido trágicamente rebautizado y, tras el final, Quini trataba de separar a Lotina de Estrada Fernández. El colegiado había concedido dos penaltis a los locales. El último, para que Barral empatase el partido, en el minuto 89. De Asturias el equipo salió oliendo a descenso. Muchos se dieron cuenta durante el viaje de regreso.

La afición de Riazor, congregada en masa en uno de los fondos, firmó una de sus tardes más sobresalientes. La mareona sportinguista, tan bien tratada por los informativos nacionales desde su regreso a Primera dos cursos atrás, se vio superada aquel día. Pero el Deportivo no ganó.

Los abundantes duelos entre ambos equipos, que desde aquel encuentro se han dedicado a tratar de sobrevivir en las distintas categorías en las que han coincidido, han acabado por forjar una rivalidad. Dos equipos del norte, igual de pobres en sus balances anuales como ricos en las gradas. Un espectáculo ambiental, arruinado por el virus.

Hoy en Riazor no habrá público, pero la reválida ante el Sporting es de una exigencia mayúscula. Es hora de olvidarse de un calendario atroz y no especular. De aparcar las conjeturas sobre intangibles, porque calcular a quién benefician o perjudican los estadios vacíos es un ejercicio masoquista. Sabemos que una grada entregada no garantiza tres puntos.

Once contra once y a ver quién es mejor. Sin gente que les mire y admire, como cuando empezaban. Comprobar si Barral tenía razón sobre sus expectativas del equipo o si el Dépor empieza a tener un aroma desagradable.