Luce ante el Rayo sus múltiples caras, la de los siete duelos sin victoria y la de los siete triunfos seguidos
20 jun 2020 . Actualizado a las 22:18 h.En el penalti está todo. Como en las muestras de perfume o de loción para el afeitado. Olfateando el sobrecito es posible saber qué olor tendrá la vida tras la adquisición al por mayor del producto. El del Dépor es un aroma intenso: a cadáver, angustia y cualquier artículo sabroso; los matices varían, según el consumidor y el origen del viento. Durante la primera parte le vino de cara, amarrando al equipo al área, como en el primer disparo, el de fogueo, de un ejecutor magnífico desde los once metros. Le pegó Aketxe al centro, a asegurar, pero milita en un equipo que no sabe jugar a eso. Vive en el alambre y el mayor riesgo de precipitarse lo corre al quedarse quieto. Entonces pifia misiones sencillas. Con todas las referencias dentro del campo de visión, no guarda la línea del fuera de juego; sin rivales que merodeen, no acierta con las entregas al portero.
Se condenó solo el conjunto blanquiazul, incapaz de comprender un 4-2-3-1 básico. No se entendieron Peru y Mujaid, ni Bergantiños y Uche, que vivieron mejor cuando su entrenador les regaló metros. Los zagueros, sin el cinturón de los laterales, mutados a carrileros. El centrocampista nigeriano, sin la sombra del de La Sagrada. Hubo una segunda oportunidad para el Dépor. Y para Aketxe. Al vasco se la dio el VAR, que añadió emoción a la vida en blanquiazul ofreciendo varias veces la imagen de un balón que tocaba (o no) en un hombro, y después la de Dimitrievsk ganándole un metro a la línea.
Fernando Vázquez aprovechó la vida extra para rediseñar el once. Como en Oviedo, pero al revés. Desandando el camino hacia los tres centrales y el de la confianza en Çolak. Aparecieron espacios y un centro formidable de Koné, franqueado por Santos de cabeza. En el área, donde funciona el venezolano. El míster cedió el turno de resurrección a Mollejo y el chaval lo empleó en desquitarse, embocando hacia la misma red que en el primer tiempo ofreció a Villar en bandeja. La serie no se agotó ahí. La redención de Aketxe fue más inmediata y se cerró con un lanzamiento fenomenal a la escuadra. Otro encuentro; este con un aroma estupendo. El de aquellas siete victorias en hilo, por ejemplo.
Pero no hay absolución sin penitencia y Vicandi se la cargó a Mujaid, en una decisión que atufó a remordimiento. De un penalti a cámara lenta a otro por si aquel no era. Mario tramitó la compensación y devolvió al Deportivo al barro de los siete encuentros sin triunfo, a la espera de una cita en la que mover ficha antes de que el rival la mueva.