La dignidad del Deportivo, Tebas y el CSD en el caso Fuenlabrada

TORRE DE MARATHÓN

ÁNGEL MANSO

05 ago 2020 . Actualizado a las 19:15 h.

Un cínico pensará que cuando la defensa de la dignidad solapa los argumentos jurídicos de una batalla reglamentaria, todo parece ya perdido. Pero la decencia, más allá de tacticismos, es lo único que jamás podrán quitarle al débil cuando se siente pisoteado. Por eso la petición del Deportivo para que se inhabilite a Javier Tebas por su turbia gestión del caso Fuenlabrada, en el que convirtió un error en caliente (la adulterada celebración de una última jornada mutilada el día 20) en una huida hacia adelante, no solo es comprensible, sino necesaria. Porque si el jefe de la patronal se extralimitó primero y ahora pretende llevarse por delante a un club, tiene que responder con todas las consecuencias, y no solo a golpe de ocurrencias en la barra libre de Twitter.

La dignidad la lleva zurcida Álex Bergantiños en su rostro, con las marcas de los 70 puntos de sutura que le dejó un corte salvaje en un partido contra el Mallorca. Otra tarde en la que se partió la cara, como siempre, por el Deportivo. Por eso la violación de su intimidad, con la filtración de unos audios privados en el contexto relajado de un grupo de un vestuario, va más allá de un ataque al capitán blanquiazul. Un vomitivo ajuste de cuentas, el del filtrador desde dentro del equipo, que solo puede haber perpetrado un mediocre, alguien que, por muchos goles que marque, jamás podrá llevar la cabeza tan alta como el chaval de la Sagrada. Cualquier comentario entre compañeros, en el patio de vecinos del whatsapp, puede ser utilizado para intentar retorcer la reputación de un profesional intachable, como comprende cualquiera que haya compartido ideas sueltas y aceleradas en el fragor de un grupo de mensajería instantánea. Porque no ofende quien quiere, sino quien puede, la denuncia contra Bergantiños no tendrá más recorrido que unas fotos a las puertas de una comisaría.

Que el Deportivo-Fuenlabrada, convocado sin margen para entrenar, con una plantilla en la playa y otra saliendo de un confinamiento por el contagio masivo de coronavirus en su vestuario, era un paripé de partido solo destinado a cubrir el expediente, lo sabía todo el mundo. Que Bergantiños usase esa apresión para referirse al capricho de la Liga por terminar la Segunda a cualquier precio, es anecdótico. Que el CSD, quien achacó justo a la igualdad de la competición la prohibición de jugar con público, lleve ya más de dos semanas en silencio pese a perpetrarse un final de liga adulterado, resulta preocupante.