Juergen Elitim: «Se está perdiendo el 10 y eso no es bueno»

TORRE DE MARATHÓN

Juergen Elitim, en la ciudad deportiva de Abegondo
Juergen Elitim, en la ciudad deportiva de Abegondo CESAR QUIAN

El futbolista colombiano abre la puerta a su continuidad en el Deportivo y sostiene que en el fútbol actual «se echa de menos la mente diferente, la imaginación»

17 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Juergen Elitim nació hace 22 años en Cartagena de Indias, pero lleva casi media vida lejos de casa por aquello de hacerse futbolista. «Cuando me fui era un niño, estaba en el colegio. Me marché a vivir algo completamente diferente, pero realmente no le di muchas vueltas», detalla sobre el día en que se mudó a Cali, a mil kilómetros de su gente, como antesala de los viajes periódicos a Granada y Udine para adaptarse (sin poder competir) a la versión europea de su juego favorito.

«Ni yo mismo soy capaz de dimensionar lo que viví en aquel momento, el cambio que supuso, para mí y para mi familia. Yo solo pensaba en jugar al fútbol; allí se me brindaba la posibilidad y eso era todo lo que necesitaba. Quienes peor lo pasaron fueron mis padres y mis hermanas. Yo he sido feliz toda mi vida, solo he querido jugar al fútbol. Es lo que sigo queriendo», reivindica.

—Nació en una región poco futbolera, pero cuando un padre le pone Juergen a su hijo por Klinsmann, eso marca.

—Quien me unió al fútbol fue él. Es cierto que mi nombre ya lo dice un poco todo. Le estoy agradecido por lo que me ha enseñado y es la persona que más feliz se puso cuando le dije que venía al Deportivo. Le tocó vivir una época dorada de este club y conoce a los grandes jugadores que pasaron por aquí. Me habló mucho de la historia del Dépor. Ahora se les hace complicado seguir desde allí mis partidos, apenas pueden ver resúmenes o seguirlos por la radio, pero están locos por venir a Riazor y poder vivirlo desde dentro.

—Él buscaba un delantero y le salió un centrocampista.

—Sí [risas]. Desde chico me he desempeñado en la misma posición, cambiando bastante poco. Es cierto que en Sudamérica se usa el típico 10, pero estar viniendo constantemente desde muy pequeño me ha hecho adaptarme al fútbol español, a la velocidad, sobre todo, que es la gran diferencia. Adaptarme además a distintas posiciones.

—Si europeizarse significa renunciar al 10, no puede ser bueno.

—Incluso en Sudamérica se está perdiendo el 10 y es cierto que no es bueno, creo que sigue siendo necesario. Todo va mucho más rápido y a ese jugador ahora lo acomodan en distintas zonas del campo. El fútbol evoluciona, se vuelve físico, y yo intento adaptarme a esos nuevos tiempos y asumir nuevos roles. Para mí ha sido una ventaja, tácticamente, el haber podido venir antes a hacer esos períodos de adaptación.

—Se habrá adaptado, pero aunque ejecute a mayor velocidad su juego va un poco contracorriente.

—En general sigue haciendo falta ese jugador, esa pausa. Se echa de menos la mente diferente, la imaginación. Pero hay que adaptarse a lo que toca y, por ejemplo, aquí en el Dépor practicamos un fútbol vistoso, que puede incluir la pausa, de transiciones inteligentes. La falta de ese tipo de jugador se asume de distintas maneras, desde distintas posiciones.

—Como la de interior. ¿Le gusta?

—Ahora mismo es la posición en la que mejor me siento, esa de interior en un 4-3-3. Protegido por detrás y llevando el control del equipo en cuanto a posesión.

—Le obliga a trabajar más sin balón. Y no rehúye el duelo.

—El cambio de chip en funciones defensivas ha sido vital para mí. Quizá mi estilo engañe, pero me gusta trabajar, robar, cubrir varias zonas del campo, correr, marcar... Disfruto tanto de eso como de dar un pase de gol.

—¿Qué ha ganado con Borja?

—Estoy aprendiendo mucho en cuanto a conceptos tácticos, acerca de distintas maneras de afrontar esta categoría tan complicada. Si alguien sabe de eso, es él, y lo ha demostrado pese a ser tan joven. Ha tenido un paso corto, pero glorioso, y yo aprendo cada día varios conceptos. Se ve en los partidos cómo nos adaptamos a las situaciones que se nos plantean, la capacidad que él tiene de alterar lo que sucede en el campo. Lo trabajado entre semana nos hace partir con ventaja.

—¿Cuánta libertad le da?

—Mucha. A todos. Transmite una confianza en el jugador que te hace ir con soltura en el campo.

—De sus primeros años en España cuentan que le preocupaba poco la profesión, del fútbol solo le interesaba el juego. ¿Ha cambiado?

—Yo con esto disfruto. Tengo 22 años y sigo viendo el fútbol como un juego, y el día que no lo vea de esa manera no me va a salir bien. Salgo al campo a divertirme, aunque siempre quiera participar y ganar. Este año quizá mi rol está siendo diferente en el equipo, pero mi única meta es seguir disfrutando, para eso está el fútbol. Ahora se da también el sueño de estar en Segunda con el Dépor y ahí lo vamos construyendo poco a poco.

«Es cierto que vine sin opción de compra, pero la posibilidad está abierta y el sitio es idóneo, perfecto»

Rafa Morales, su entrenador en Granada de los 15 a los 18 años, contaba que a Juergen se le iluminaba la cara cuando tenía visita de su madre y su hermana. «No dramatizo, sé que he pasado momentos difíciles, pero allí donde me ha tocado estar he disfrutado. Por supuesto, tener a la familia en casa lo hace todo distinto y aquellos que la tienen todos los días son unos privilegiados. Cuando venían a verme, ya solo salir del entrenamiento y pensar que iban a estar esperándome era una alegría enorme. Las echo de menos. A todos los míos».

—Aquellos años sin poder competir retrasaron su llegada al fútbol profesional.

—Es cierto que me limitaba no poder competir en España y luego pasar tan poco tiempo en Colombia, no tenía continuidad en ningún sitio. Eso habrá hecho el proceso más lento, pero he aprendido de todos los mundos. He vivido varias categorías y todo tipo de vestuarios, he necesitado acoplarme a realidades diversas y eso te hace madurar, me ha traído hasta aquí, y ahora tengo más cabeza. Creo que me ha hecho ser más inteligente y asumir mejor las cosas.

—Sin embargo, a alguien a quien le gusta tanto el fútbol le impedían jugar los domingos.

—Ese era el golpe, claro. Pero ya iba con eso asimilado, así que mi competición eran los entrenamientos. El día a día.

—¿No le cansa tanto cambio?

—Si algo he echado en falta en mi corta carrera es estabilidad. El poder hacerme a un sitio, con continuidad. He cambiado de club año a año y se hace complicado; siempre con nuevos compañeros, en una nueva ciudad. Trato de que la adaptación sea lo más rápida posible y aquí gracias a Dios se ha dado. Es cierto que vine sin opción de compra, pero la posibilidad está abierta y el sitio es idóneo, perfecto. La conexión con la gente ha sido completa, Riazor me encanta y me siento a gusto. Será ir con calma y ver qué pasa.