El Dépor que trata de construir Borja Jiménez

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

11 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Con sus despistes y sus manías. Con sus gustos y sus tácticas. Con sus aciertos y sus errores. Con todo, Borja Jiménez está tratando de ensamblar un Dépor que, de momento, transmite fútbol y corazón. Si pudiéramos dejar a un lado los resultados, algo muy difícil en el deporte profesional, (se han ganado partidos sin merecerlo y perdido otros también de forma injusta), este equipo parece tener una identidad y una idea de juego vistosa y, en muchas ocasiones, efectiva.

Aunque solo se han disputado siete jornadas, puede decirse que desde que Gaizka Garitano fue destituido mediada la temporada 2016-2017, no ha habido un entrenador que hubiera conseguido transmitir tanto. Con el vasco en el banquillo y Babel en el campo, el Dépor ofreció tardes y noches de gran fútbol. 

El que más cerca estuvo de lograr tal efecto fue Fernando Vázquez con sus seis victorias consecutivas en Segunda, pero su Dépor nunca fue un equipo vistoso, de generar ocasiones. Era otra cosa. Un bloque bien armado, que concedía muy poco y que, en ataque, trataba de sacar la máxima rentabilidad a sus oportunidades. El de Castrofeito contagiaba más por lo que él supone y el cariño que la gente le tiene que por el fútbol de su equipo.

Pepe Mel, en su primera temporada, tiró de testiculina, algo que está bien para salir del pozo, pero que luego no convence tampoco. Cristóbal lo intentó, pero se vio superado por la situación que se vivía en aquel momento. Luego llegó Seedorf, que no encajó para nada: ni por fútbol, ni por resultados, ni por simpatía.

Ya en Segunda, Natxo González no lo hizo mal, pero basaba su juego en posesiones demasiado largas que no siempre eran compartidas por la grada. De Martí, mejor olvidarse. El ascenso que regaló en Mallorca lo dice todo.

Con posterioridad, llegaron Anquela, que no consiguió ser él mismo ante las continuas intromisiones de Carmelo del Pozo; Luis César, superado como dos años antes Cristóbal Parralo; el citado Fernando Vázquez; y Rubén de la Barrera, un entrenador diésel que necesitó tiempo para que su idea prendiera en el vestuario. Le faltaron unos partidos.

Y ahora, con Borja, salvando las distancias de las categorías, el Dépor tiene una identidad clara de equipo protagonista. Que quiere ensanchar el campo. Que busca la meta contraria. Que presiona alto. No es una novedad. Lo hizo en Miranda, en donde cogió a un equipo acostumbrado a jugar al patadón y acabó llenando Anduva de aficionados que disfrutaban cada quince días.

En la localidad burgalesa, sin presión alguna, eso le sirvió para subir. En A Coruña, las circunstancias son más complejas. Hay una obligación de ascenso que no se había encontrado hasta ahora en sus anteriores experiencias. Tras sumar solo un punto de los nueve últimos disputados, toca ver cómo se maneja en el vestuario en una situación que para nada era esperada tal y como comenzó la temporada. El Dépor es cuarto, empatado con el Celta B, que es octavo y a cuatro puntos de líder, el Unionistas.

Queda trabajo, pero también tiempo para recuperar lo mejor del Dépor que busca Borja Jiménez y que necesita el club.