El plato frío de Pérez Hernández

TORRE DE MARATHÓN

LOF

Mario Soriano vio como le escamoteaba un penalti clarísimo el mismo árbitro al que burló hace seis meses para marcar con la mano en el duelo del Dépor con el Tudelano

06 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Mario Soriano tiene una sonrisa guardada para cada ocasión. Está esa que se le dibuja cada vez que marca, la que realza levantando los brazos hasta calcar al villano del que extrae su apodo; y también otra, mucho más espontánea, que le aproxima al chaval que todavía es. En el Nuevo Mirador aparecieron las dos. La primera valió tres puntos y la segunda brotó acompañada de una aclaración. «Creo que Manu se acordó de la acción mía del año pasado, que metí gol en casa», compartió en zona mixta después de que le preguntaran por el penalti grosero que el colegiado no señaló. Lo explicó con una alegría que solo se entiende cuando la victoria ha anulado el impacto del fallo y hay un pasado en común con su autor.

Medio año con una espina clavada en el expediente de Manuel Ángel Pérez Hernández. Manu, para el 10 blanquiazul. Seis meses esperando el desquite, aunque no haya error que tape otro error. Ambos fueron, al menos, del mismo tamaño. Clamorosa la patada de Pepe Mena en el área del Algeciras y clamorosa también la mano de Mario Soriano en la de Riazor. Los separa su impacto, en beneficio del conjunto coruñés. Aquella imitación de Diego Armando le dio un triunfo al Deportivo, que se impuso al Tudelano por 4-3. La falta no cobrada esta vez, no se los arrebató.

No estuvo lejos, sin embargo, el pinchazo. Lo evitó una nueva equivocación del colegiado, mal asesorado por su auxiliar. Sin ese fuera de juego que abortó el 2-2 de Unai Vega y solo existió para el del banderín, el marcador habría hecho justicia a las sensaciones de Óscar Cano, convencido de que su equipo no mereció ganar. El técnico echó en falta más balón para los suyos y trató de asegurarlo remodelando el once a la hora de encuentro. Siguió el plan alternativo ensayado en Abegondo durante el último entrenamiento semanal.

En ese juego de combinaciones que él percibe como la esencia del fútbol quiso unir a la misma altura a sus futbolistas de mejor pie. «A Mario, si lo acercas a la pelota el equipo sale. Ya sea a través de cambios de ritmo, de dirección... Es un superdotado en eso. Se junta con compañeros con los que se entiende perfectamente. Nos puede permitir actuar con dos centrocampistas y él por delante, viendo si tiene que subir o bajar», había detallado el míster antes de arrancar hacia el sur para su segunda expedición.

La primera acabó mucho peor en cuanto a puntos, pero no dejó la mala imagen que también percibió el ejecutor del 1-2. «Sabíamos que no nos iban a dejar salir fácil y no hemos estado bien con balón. Los de arriba lo hemos tocado muy poco. Ha sido un partido feo, pero son muy importantes estos tres puntos», proclamó Soriano, coincidiendo también con el técnico al apreciar que el equipo se partió: «Había mucha distancia entre la línea defensiva y los medios; y luego con los de delante».

Mezclar de lejos es más complicado. Ante la falta de fluidez solo quedó el recurso de aprovechar tanto espacio sin dueño para correr. Lo hizo Alberto Quiles y también probó dos veces Max Svensson, hasta que Antoñito lo encontró. El lateral metió por fin un par de balones buenos. El segundo le llegó al máximo anotador blanquiazul, que controló regular. Fue a buscar la bola muerta y Albarrán lo levantó. Se lo recordó a Manu en el descanso. «Le pregunté y me dijo que podía ser», desveló a los medios tras el encuentro. Sonreía, claro. Había salvado ileso la venganza, servida seis meses después.