El pibe del Dépor pega otro estirón

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

Yeremay exprime sus primeros minutos en Liga con Óscar Cano, quien elogia la madurez de un futbolista obcecado en mejorar su rendimiento físico

21 nov 2022 . Actualizado a las 10:00 h.

Hay más Yeremay del que había. Cuatro kilos, concretamente. Son el producto de la obsesión del extremo por mejorar su rendimiento físico, encauzada en tres sesiones semanales de trabajo específico lejos de la ciudad deportiva. Entrenador personal, a sueldo del canario y con el beneplácito del club, que complementa el trabajo realizado en Abegondo, donde el extremo ha solicitado una dieta adaptada para esos almuerzos en sala común.

Segundo fascículo de la reforma por entregas a la que se está sometiendo el futbolista, siguiendo la máxima de mente sana en cuerpo sano acuñada por Juvenal. El curso pasado tocó estabilizar la cabeza, adaptar horarios y someterse al control de un tutor con el que el Dépor quiso ordenar la vida del que quizá fuera su jugador más peculiar. Dominada esta faceta, la pretemporada delató que había otro frente en el que trabajar. Bastó el primer ejercicio tras las vacaciones para destaparlo: mientras Antoñito doblaba compañeros en la prueba de resistencia, Yeremay se dejaba ir, muy por detrás del resto del plantel. Aunque nadie habría pretendido encontrar un atleta en el talentoso jugador palmero, los gestos de los observadores a pie de césped reflejaban la insatisfacción.

Esfumado el ascenso, el extremo tenía además que buscarse la plaza en el primer equipo por una vía distinta a las cláusulas contractuales. Se llegó a barajar una cesión, pero ninguna propuesta llenó el ojo del chico. Tampoco el de la entidad blanquiazul, que en el último día de mercado concedió el cambio de ficha a su joven valor. De aquello al gol a la Cultural Leonesa van varios meses a la sombra, con el futbolista antes conocido como Peke —reniega ahora del apodo— intentando ganarse el estreno como titular. No se lo ofreció Borja Jiménez, quien solo le brindó una hora de juego repartida en tres partidos. Ni se lo ha brindado aún Óscar Cano, que le ha limitado el reconocimiento al once de Copa en Guijuelo y a la felicitación pública tras marcar en Riazor. «Me alegro mucho por él —manifestó en sala de prensa el técnico andaluz—. Cuando me describieron cómo era hablaban de un chico inconsistente, irregular y yo veo un futbolista mucho más maduro, que quiere mejorar y no solo jugar».

«Si te pones solo como objetivo jugar, tienes una rebeldía que no es sana para el grupo», prosiguió el técnico en su análisis, poniendo el dedo en el cómo, y no en el producto de la actuación: «Más allá del gol, porque pudo haber rematado cualquiera, lo importante es la madurez con la que ha salido al partido Peke [el míster no parece al corriente]. Lo felicito porque es un gran chaval y un gran jugador».

Lo cierto es que si se obvia esa fenomenal volea que transformó en punto el buen centro de Rubén Díez, el elogio pierde valor. A Yeremay le correspondieron diez minutos de un partido que agonizaba trabado por el adversario. Suficiente para hacer diana donde los demás habían pifiado; pero sin eso, no hay más que hablar. Si acaso, del músculo que ahora asoma en el pibe, marca inequívoca de otro estirón.