Pablo Martínez, el central que pudo marcar

TORRE DE MARATHÓN

Pablo Martínez lamenta una ocasión malograda, durante el partido contra el Mérida
Pablo Martínez lamenta una ocasión malograda, durante el partido contra el Mérida CESAR QUIAN

El defensa del Deportivo sigue buscando el gol que se le niega desde hace más de tres años y para el que ensaya desde que probaba a batir a su padre, meta aficionado

28 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El trauma no es de hoy. «Cuando era pequeño, mi padre nunca me dejaba ganar; eso te lo guardas toda tu vida. Él era portero y yo le chutaba y las sacaba todas. Cuando le tocaba chutar, yo ni veía la pelota y él celebraba cada gol que me metía. Me dejaba con rabia por no ganar y la he guardado toda mi vida». El padre de Pablo Martínez no pasó del fútbol aficionado, pero eso nunca facilitó a su hijo la tarea de anotar. El chaval, nieto también de un guardameta que jugó «en la tercera o la cuarta división española» antes de exiliarse en Francia, encontró la vocación a los cuatro años, aunque no siempre la desarrolló en el mismo lugar: «Empecé de extremo, porque tenía una zurda muy buena, luego bajé de lateral y más tarde acabé de central, cuando ya me costaba el ida y vuelta. Hay que saber lo que puedes hacer en un campo y lo que no». En esa regresión sobre el césped no perdió de vista la portería rival. «Voy a empezar a tener pesadillas con todas esas acciones que me pasan por la cabeza. Es una locura, quiero marcar un gol ya», admitía el domingo en zona mixta, tras acariciarlo de nuevo frente al Celta B.

«Lo he rozado varias veces. Contra el Mérida tuve tres o cuatro», denunciaba hace un par de semanas, en una entrevista para La Voz. En aquel encuentro, Alberto Quiles evitó, en el descuento y de penalti, que el Deportivo pagara en puntos la frustración de uno de los fichajes de mayor rendimiento este curso. El que mejor ha conectado con la afición. Durante los noventa minutos que precedieron al 1-0, Pablo remató varias acciones de estrategia. En el 7, dirigió su cabezazo contra el meta; en el 9, cruzó en exceso el balón. Al filo del descanso, lo intentó con el pie, cazando una falta frontal colgada por Lucas... Palomares voló para despejar.

Distintas formas de intentarlo para dar con el resultado habitual. «En los últimos años he tenido mucha mala suerte en este sentido. La temporada pasada llegué a marcar con el Nimes [frente al Auxerre, en la Ligue 2] y me señalaron un fuera de juego que no era», compartía, resignado, el portador del 16 blanquiazul.

Entonces no lucía aún la melena que ahora le caracteriza. Tampoco la llevaba la última vez que un gol suyo subió al marcador. Fue el 1 de febrero del 2020. A las ocho de la tarde, el Mónaco acudía a la cancha del Nimes. A las ocho y cuarto, anotaba Ben Yedder. El ex del Sevilla adelantaba a los visitantes, dirigidos por Robert Moreno tras abandonar su interinidad en la selección. Pero una doble expulsión a la media hora facilitaba la remontada local. Los de Pablo Martínez, que marchaban penúltimos, le dieron la vuelta al encuentro en el minuto 62. En el 79, el central hizo el séptimo gol de su carrera: el argelino Ferhat sacó el córner, el chileno Maripan (ex del Alavés) prolongó involuntariamente en el primer palo y el capitán local apareció en el segundo, cabeceando picado para batir a Benjamin Lecomte (ex del Espanyol). El autor del 3-1 apenas lo festejó, ignorando en aquel momento cuánto habría de costarle ver puerta otra vez.

«Somos defensas y nuestro trabajo es ayudar al equipo a no encajar; pero cuando marcas, por la falta de costumbre, es una locura para nosotros», sostiene el zaguero, privado el domingo de ese delirio por los reflejos de Christian Joel. «He visto la pelota dentro y me saca un brazo de no sé donde», lamentaba Pablo en zona mixta. Era aquel crío de Martigues, rabiando todavía; buscando el hueco por donde hacerle un gol a papá.