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Arturo y la gloria que no fue

TORRE DE MARATHÓN

Arturo avanza con el balón, perseguido por Fornos
Arturo avanza con el balón, perseguido por Fornos Marcos Míguez

Perdió la ocasión de reivindicarse en la única oportunidad del partido, trenzada a imagen del 1-0 de Riazor por un Diego Villares alejado por mucho tiempo de su lugar

17 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«En esa nos pudimos llevar la victoria». El recuento acaba en La ocasión. Como en tantas citas lejos de casa, no hubo más. Será complicado olvidarla; por el tamaño y por el autor. Diego Villares lamentaba en zona mixta la oportunidad perdida, pese a que ante sus ojos apenas había discurrido la mitad: «La de Arturo no la veo bien». La de Arturo fue el bis en el que se concentraron los tres puntos del choque con el Racing de Ferrol. Dos se esfumaron a la derecha de Gazzaniga. Por medio metro, quizá.

Había salido para alterar el relato del duelo el sobrino de un escritor. Dieciséis minutos por delante; nunca había tenido tantos desde que se enroló en el conjunto coruñés. Para cuando Arturo pisó el césped, el relevo clave se había producido ya. Rubén Díez, que se esfuerza, pero sigue ausente, dejó sitio a Roberto Olabe, y con el charro guardándole la espalda, Villares pudo por fin sacar ventaja de lo aprendido en Riazor: si se quiere golpear al Racing alguien lo tiene que ir a buscar. Hace cinco meses ya resultó vulnerable en la salida de balón. Entonces, la pelota llegó a Bernal y a su espalda apareció el centrocampista de Samarugo para robar y correr. No fue lejos porque enseguida se vio en el área, recortó al meta y marcó.

En A Malata, le tocó a Manzanara perder el cuero en mal momento. Casi un calco de la primera vuelta; Villares presionando alto y los centrales ferrolanos muy abiertos esperando para intervenir. La bola no quedó directamente a pies del 22; cayó en los de Lucas Pérez, que también había elegido atosigar al adversario en lugar de aguardar.

Al pase del de Monelos le faltaron centímetros para resultar perfecto, por eso Villares necesitó estirarse sobre el césped al rematar. La punta de su bota se adelantó a la del apresurado Jon García, que intentaba sabotear el disparo con la pierna mientras con el brazo reclamaba a David Castro un esfuerzo extra, por si Gazzaniga conseguía intervenir. El portero atajó, efectivamente; sin embargo, su rechace cayó lejos del segundo zaguero local. A merced de Arturo, con la red abierta esperando el gol. Ahí estaba el premio al arrojo del futbolista que abandonó un puesto fijo en el once del Sanse por una interinidad en los planes de Óscar Cano; de esas que obligan a estar siempre disponible y se concretan en plazas de difícil cobertura, como la de Ferrol.

Un ingrato ejercicio de persecución. «Sacrificamos el dominio de partido para tener gente más arriba», detallaría Villares. Propuesta reactiva como medio para acortar distancias con el Alcorcón. Inexplicablemente, fracasó. Porque en la única oportunidad del partido, Arturo no chutó a la izquierda del portero, sino a su derecha, y allí no había más que un uy.