Arsenio Iglesias, el estratega

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

Jugadores y miembros de su cuerpo técnico ponen el valor la faceta de entrenador del Zorro de Arteixo, y cómo consiguió adaptarse a los tiempos

08 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Mucho se ha hablado de las bondades de un Arsenio Iglesias muy cercano a la afición, querido en toda España y por el que miles de personas hicieron cola para darle el último adiós en el estadio municipal de Riazor. Un hombre entrañable, que como entrenador logró varios ascensos y una Copa del Rey. Jugadores y miembros de su cuerpo técnico en el Deportivo hablan de esa faceta del Zorro de Arteixo, y ponen en valor cómo fue un hombre al que describen como «un avanzado, por momentos, al tiempo que le tocó vivir y que supo adaptarse perfectamente durante años».

Si alguien lo conocía bien, ese era Carlos Ballesta. Primero fue jugador suyo y luego su confidente, como segundo entrenador. En ambas etapas, insiste en alejarlo del cartel de amarrategui que en ocasiones se le colgó. «En los ochenta, cuando yo era futbolista, ya jugaba un 4-3-3, que hoy se ve como superofensivo. Hay que recordar que alineaba arriba a Vicente, Pancho García y Traba en punta, con Moreno y José Luis por detrás. Cinco hombres de ataque. Luego, cuando ya estuve con él como técnico, siempre actuaba con dos delanteros, generalmente Bebeto y Claudio; luego dos bandas, Fran y Aldana, muy ofensivos; y un carrilero que también subía mucho, que era Nando. ¿Cómo se puede decir que alguien así era reservón? Otra cosa es que le gustara el orden cuando el rival tenía la pelota. Pero él era de los que, primero, defendía teniendo el balón. Aquel Superdépor no jugaba atrás, quería el esférico. Eso sí, cuando lo perdía, quería que no hubiera fisuras».

Su otro hombre de confianza en el vestuario era José Ángel Franganillo. El preparador físico destaca su inteligencia por encima de todo: «Era muy independiente. Tenía las cosas muy claras y era inteligentísimo. En el banquillo, pocas veces he visto a un entrenador tan metido en el partido. No era como los de ahora, que se pasan el encuentro de pie, corriendo, dando instrucciones todo el rato. Él elegía bien los momentos y sufría mucho sentado».

Influyente en los partidos

Era, además, según Paco Liaño, un técnico que influía mucho durante el transcurso de los partidos: «Igual que antes de los encuentros no era de esos pesados que te dan unas largas charlas que la gente se queda dormida, durante el partido influía mucho. Es difícil recordar un cambio suyo que le saliera tan mal que el equipo acabara perdiendo. Al contrario, cuando intervenía con una sustitución, generalmente, el equipo mejoraba».

Dejaba, además, según el propio Liaño, mucha libertad a los jugadores: «No significa que fuera solo un alineador y punto. No. Pero él tenía tan trabajado el aspecto táctico, que luego confiaba mucho en los futbolistas que ponía en el campo para que tomaran decisiones. En mi caso, siempre bajo su supervisión, me daba libertad para colocar la barrera, según las indicaciones que previamente me daba de cómo tiraba las faltas el rival, por ejemplo».

Unas instrucciones que Arsenio dejaba para última hora. Durante la semana, se dedicaba a trabajar aspectos tácticos del propio equipo, según lo que esperaba del rival, y la noche previa y la mañana del encuentro, se detenía ya con los jugadores.

«Tenía la costumbre de pasar por las habitaciones por las noches. Y ahí es cuando ya nos hacía alguna indicación personal, mientras daba las buenas noches. Luego, el día del partido por la mañana, tenía una pizarra de estas de hojas en las que escribía con rotulador. Primero, cuatro conceptos básicos, pero fundamentales, de cómo jugaba el rival. Luego, iba escribiendo la alineación, colocándonos en la demarcación. Y ahí volvía a detenerse en los jugadores que consideraba oportuno. Por ejemplo, podía decirle al portero: ‘Hay que tener cuidado con este que va muy bien por arriba'. El problema de esto era que tú estabas ahí esperando a ver si llegaba a ti. Porque, en lugar de dar la alineación de corrido, se iba deteniendo... Era curioso», explica con una sonrisa un José Ramón que coincide con Franganillo en la manera en la que vivía el fútbol el de Arteixo.

«No llegaba a disfrutar de las victorias. Afrontó tantos partidos decisivos en su carrera, muchos de ellos que concluyeron de forma infeliz, que siempre se ponía en el peor de los casos. Acababas de ganar, todo el vestuario estaba exultante y llegaba él para decir: ‘Sí, muy bien, pero ojo con el próximo partido, que a ver si nos van a dar un disgusto'», explica el hombre que levantó la primera Copa del Rey.

Orden atrás, libertad ofensiva

El otro gran capitán del Dépor, Fran, incide en el tan manido orden y talento que inculcaba Arsenio a sus jugadores. «Él tenía esa filosofía y en ella se basó el éxito de nuestro equipo. Dejaba muy claro que los de atrás no podían arriesgar. Defensivamente, te colocaba muy bien. Luego, en ataque, llegaba el talento. Confiaba en nosotros. En la zancada de Aldana por la banda; en el último pase que podía dar yo; en Claudio, que también era talento cómo se zafaba de los rivales para abrirle huecos a Bebeto; y, cómo no, en el brasileño que enchufaba las que nadie pensaba que pudiera meter. Como él sabía que teníamos todo eso, solo nos matizaba algunos aspectos y se centraba más en que hubiera ese orden. Esa armazón defensiva cuando la pelota no era nuestra».

Martín Lasarte, otro de los históricos en los onces de Arsenio, incide en la cercanía, pero a la vez seriedad, que mantenía en el vestuario — un lugar que, según Ballesta y Franganillo, «era sagrado para él, y no permitía que antes de los encuentros ni en los descansos entrara nadie que no fuera jugador o nosotros dos. Al final, venía el presidente y los directivos, pero hasta ese momento no dejaba entrar a nadie—. El uruguayo cuenta cómo se desesperaba cuando veía que alguien no prestaba atención: «Alguna vez, en medio de la charla, veía que un compañero estaba distraído y daba marcha atrás para preguntarle lo que había dicho unos minutos antes sobre lo que tenía que hacer él en el campo y el futbolista del que tenía que estar atento».

Y en esas charlas, principalmente cuando había un encuentro vital, siempre encontraba un momento para la motivación. Para eso utilizaba siempre el recurso de las familias y de la afición. Unas veces en medio de la charla, cogía aparte a sus jugadores, pero cuando había una gran cita, les hacía pensar en sus mujeres, padres y, sobre todo, en esos niños y abuelos que esperaban una alegría.

Dos celebraciones diferentes

«El día del Betis fue un ejemplo. Para mí, cuando más fuera de sí lo vi. Por la mañana, mi hermano y yo nos lo encontramos en el ascensor. Le enseñamos los telegramas que habíamos recibido, entre ellos de Paco Vázquez. Su respuesta fue que pensáramos en nuestros padres y familia de Ribeira, en la gente de Coruña, en lo que podía suponer el descenso... Que no los defraudáramos. Estaba preocupadísimo por el posible regreso a Segunda. Y, cuando ganamos, saltó al campo como loco, buscándonos a todos los jugadores para darnos las gracias. Para él era una obligación ganar. La celebración de la Copa fue como liberarse de no haber conquistado la Liga el año anterior. Pero ya no estaba tan tenso», rememora José Ramón.

Johan Cruyff, el único rival que logró ganarle la batalla psicológica

Retranqueiro. Avispado. Reposado. Osado. El carácter de Arsenio le resultó siempre de gran ayuda a la hora de afrontar los partidos y las intervenciones públicas. Sin embargo, los que lo conocieron bien coinciden en que hubo un hombre que consiguió ganarle la batalla psicológica. Ese fue Johan Cruyff. El entrenador del Barcelona ejerció durante semanas tal presión hacia el Deportivo que sacaba de quicio al Zorro de Arteixo. El neerlandés fue su particular criptonita.

«Con Cruyff sucedieron dos cosas: una deportiva y otra psicológica. Y en ambas, Arsenio se encontró con un rival muy difícil. Él, que sabía leer muy bien los partidos, tanto antes como durante, nunca fue capaz de asimilar el juego del Barcelona. No era capaz de asumir que Cruyff pusiera tantos hombres de ataque. Le faltaban jugadores que dieran el famoso orden. Y, luego, en las últimas jornadas de la Liga 1993-1994 se encontró con que cada semana le mandaba un mensaje. Eso le desquiciaba. Le ponía de mal humor», recuerda José Ramón. Tal era el estado de ánimo que causaban los recados de su homólogo azulgrana que, pocas semanas antes de finalizar aquella Liga, el de Arteixo soltó en rueda de prensa: «Él que siga con los chupachups, que nosotros vamos ganar la Liga, coño».

Carreras para desayunar

El control en las comidas es uno de los aspectos que más se han destacado siempre de Arsenio como técnico, y que sus jugadores confirman: «Hay que ponerse en los tiempos que eran. El fútbol ha cambiado mucho. Ahora, se cuidan desde pequeños. Aparte del vino que controlaba, o los mensajes que durante la semana nos dejaba en la pizarra del vestuario, recuerdo estar de pretemporada. Teníamos tres sesiones. La primera, muy temprano, que consistía en una hora de carrera continua. Acabábamos y nos íbamos todos hambrientos, corriendo para tratar de comer algo de bollería antes de que llegara. Pero él, que se las sabía todas, también corría. Vaya si corría. Llegaba treinta segundos más tarde que nosotros, así que no nos daba tiempo a nada», recuerda el capitán con una sonrisa.

El 10 del Dépor destaca también cómo en los descansos solía dejar un tiempo de reposo a sus jugadores antes de dar las instrucciones para la segunda parte. «No te atosigaba. Solo cuando estaba muy, muy cabreado, que ya empezaba a soltar tacos. Pero, habitualmente, nos respetaba ese tiempo para calmarnos».