Su hermano Iñigo lo retrata como un hombre sencillo, hablador y bondadoso, que comenzó a estudiar Psicología y que, ahora, lee libros de neurociencia
15 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Un infierno de lesiones cortó a Imanol Idiakez una carrera que podría haberle llevado algo más lejos. Como, por ejemplo, al primer equipo de su querida Real Sociedad. El ahora técnico vasco creció idolatrando, como no podía ser de otro modo, a Arconada y Zamora. Parece que los colores blanco y azul siempre han tenido, y tendrán, un lugar importante en su vida. Idiakez, un líder dentro del vestuario, es un hombre tranquilo fuera de él.
Apasionado de la música rock y sobre todo de Joaquín Sabina, recorre el Paseo Marítimo en sus ratos libres. Lleva una vida tranquila y sencilla, como es él. Comenzó a estudiar la carrera de Psicología y, aunque todavía no la ha terminado —ha cursado cuatro años—, sí se plantea hacerlo algún día. Por eso engulle libros de esa temática y, ahora, se ha aficionado a los de neurociencia y a la escritura. En su cabeza siempre están presentes dos cosas: su familia y el deporte. Solo en A Coruña, aprovecha para hacer deporte, sobre todo correr, hacer bicicleta en el gimnasio y jugar algo al pádel. Así lo asegura una de las personas que mejor le conoce, su hermano Iñigo Idiakez. Aprovechó el partido clave contra el Barcelona B para pasar unos días junto a su mejor amigo. Imanol lo agradeció. Mano a mano, volvieron a hacer planes juntos. «Intento sacarlo un poco, porque la vida del entrenador es solitaria. Sale de Abegondo, va a casa y sigue pensando en el fútbol. Y uno así se vuelve loco», comenta.
Con apenas dos años de diferencia entre uno y otro, han sido uña y carne. «Siempre quería ir con él a todas partes. Él era el hermano responsable, siempre me estaba cuidando. Incluso el primer día de clase me metí en algún lío porque quería irme con él», rememora. Sus fines de semana consistían en deporte y más deporte: «Nos pasábamos los sábados y domingos en el colegio. Íbamos con raquetas, un balón de balonmano, otro de baloncesto y otro de fútbol. Éramos muy habilidosos para los deportes y nos gustaba mucho competir. Cuando jugábamos al fútbol siendo niños él me defendía si me pegaban, y viceversa». Ahora, años más tarde, tienen algún que otro pique jugando al pádel.
«Desde los cinco años, cuando nos íbamos de vacaciones a Navarra, jugábamos todo el día. El que perdía iba a buscar al otro para tirarle y pegarle con la pala. Así era el pique que teníamos. A lo que es deporte individual le machacaba yo. Me reía un poquito y él me quería pegar después. Antes le llamábamos picote o picotas, porque siempre que perdía se picaba un montón», ríe. Pese a esas riñas lógicas de hermanos, siempre querían volver a jugar juntos: «Él tenía la mentalidad de que si perdía contra mí, al día siguiente quería la revancha».
«Siempre está para ayudarte»
Cabezón, trabajador, humilde, sencillo, positivo y, sobre todo, hablador. «Siempre le ha gustado debatir en cualquier ámbito de la vida y dialogar. Yo le decía, ‘madre mía, que me estás aburriendo, deja ya de hablar'. Tiene conversación para todo. Desde pequeño ya le daba vueltas a la cabeza, todo lo pensaba y analizaba», apunta.
Mikel Etxarri, su entrenador en la Real Sociedad B, le recuerda como una persona muy temperamental. «Tiene mucho carácter. Es muy serio y atento en el trabajo. Es un enamorado del fútbol y le gustaba discutir. No me decía sí porque sí, sino que razonando su postura se generaba un debate bonito». Apunta que el míster blanquiazul era uno de los «jefecillos» de aquella plantilla, siendo muy «disputón». «Ya dejaba ver que se iba a poner en el mando», incide.
Pero, si algo destaca Iñigo, es su bondad: «Siempre está para ayudarte y darte un consejo. Toda la familia nos hemos apoyado en él, siempre está para todos. Tenerle como hermano es una pasada, es imposible buscar uno mejor». «Si le oyes hablar es un libro abierto. Estudia mucho a las personas con las que habla. Me dice que, conmigo, no tiene nada que hacer, que empezó psicología para estudiar casos como el mío», dice entra carcajadas.
«Lo ha pasado mal este año. Hubo momentos en los que se veía más fuera que dentro. Hay que darse cuenta de que está aquí solo, que la familia sigue en San Sebastián. Uno se tiene que mantener fuerte mentalmente, pero lleva muy mal estar lejos de ellos. Siempre se ha ido solo a todos los sitios», comenta Iñigo. A pesar de la distancia, se nota los genes Idiakez. Sus hijos han apostado por el deporte. Galder juega al fútbol y Janire se decantó por el patinaje sobre hielo. «Es una fenómena, ha llegado a ganar campeonatos en Guipúzcoa y del País Vasco», dice su tío.
Su familia en A Coruña es Gibanel, su segundo. Él le ha metido en el mundo de la música: «Viendo el Madrid-City, Mario se puso a tocar el piano y estuvimos cantando juntos». Imanol siempre ha tenido las cosas muy claras y ha intentado ser él mismo. No le gusta salir a comer, pero tampoco es un cocinitas. Pero, eso sí, es un buen comedor. Cercano con el jugador, y bromista y siempre con buen rollo con los trabajadores del Dépor, le gusta disfrutar, cada vez más, de las pequeñas cosas.
«El fútbol le debía una después de todo lo que ha pasado»
Volcados con el mayor de sus hijos, Maricarmen y Luis se desplazaron hasta A Coruña para vivir, in situ, el ascenso del Deportivo. Con mucha emoción y alivio después de tanto sufrimiento, se rindieron a la afición blanquiazul. «Era nuestra segunda vez en Riazor, y el ambiente fue impresionante. Nosotros somos futboleros de toda la vida, y esto es otro ambiente. Ha sido precioso. Ha culminado con un golazo. Y si se hubiera parado ahí el tiempo, mejor», comentaba entre risas la madre de Imanol, convencida de que los últimos minutos de infarto merecieron la pena.
«Estamos muy contentos. Después de tanto sufrimiento, con este hijo que lleva toda la vida en el fútbol... Es una alegría muy grande. Se lo merecía. El fútbol le debía una después de todo lo que ha pasado», apuntó Maricarmen.
No era la primera vez de la familia en A Coruña. «Estuvimos en su cumpleaños, en marzo. No tenía ni idea que de veníamos y le dimos una sorpresa», comentó Luis. «Estamos demasiado contentos. Ha habido suerte. A ver si ahora siguen para arriba. A Primera directos el año que viene», finalizó.