Salva Sevilla y el gol de la paz

TORRE DE MARATHÓN

Salva Sevilla abraza a su hija Vera tras marcar el 2-0 ante el Real Unión
Salva Sevilla abraza a su hija Vera tras marcar el 2-0 ante el Real Unión CESAR QUIAN

El centrocampista, que acaba contrato y deslizó la posibilidad de colgar las botas, se reconcilió con Riazor tras su fenomenal tanto al Real Unión

28 may 2024 . Actualizado a las 10:44 h.

Mientras corría buscando a Vera, el speaker gritaba «Salva», y el «Sevilla» lo respondía a coro Riazor. Quizá él no lo percibiera, obcecado en distinguir entre 29.000 deportivistas una cara familiar. «He ido a celebrarlo con mi hija, que llevaba mucho tiempo pidiéndomelo y no salía», explicó después en zona mixta para acompañar una conclusión palmaria: «Era difícil hacerlo sin jugar». Ocho meses esperando un gol. El de la promesa hecha a una cría, el de la reconciliación con la hinchada blanquiazul.

«Lo primero es pedir disculpas a la afición; y pedir perdón. He hablado con gente de aquí todos estos años y saben que no era mi intención ofender a nadie. Uno dice cosas que no debe decir, nos daban por muertos...», manifestó el día de su presentación, ofreciéndose a «defender a muerte» a su nuevo club. La intención permaneció, pero las ocasiones fueron desapareciendo, delatando la escasa afinidad que aún despertaba el veterano futbolista andaluz entre los pobladores del feudo coruñés. Un par de pérdidas inoportunas, traducidas en claras ocasiones para el adversario, la recurrente acusación de no correr... Cualquier detalle suma cuando el montón crece en torno a la manera más dolorosa de concluir un San Juan.

El sacrilegio de Son Moix en respuesta a la afrenta que el centrocampista había percibido en la ida de la final de un play off. De todos los fichajes posibles, pocos incluían en sus cábalas a quien puso palabras a la cruel derrota del Dépor el 23 de junio del 2019: «Se rieron de nosotros cuando yo estaba en zona mixta, se rieron en mi cara cuando estaba hablando con vosotros; ahora nosotros estamos en Primera y ellos en Segunda».

Aquel día, Salva Sevilla ascendió por cuarta vez. Desde entonces, lleva otras tres.. «Todas son muy bonitas. Los ascensos hay que celebrarlos siempre y estoy muy contento con este. El año no ha salido personalmente de la mejor manera, pero lo importante es que el equipo consiguiera su objetivo», razonaba ante los medios antes de entrar en detalles sobre la complejidad de la campaña: «No es fácil, venía acostumbrado a jugar siempre. Pero si yo salía había otro compañero que no podía estar, y las cosas hay que aceptarlas como vienen y tratar de sumar desde otro lado. Al final, los futbolistas vamos y venimos y queda lo importante, el club».

En ese vaivén, el actual dueño del 6 podría estar empleando su canto del cisne —«No lo he pensado mucho, trato de disfrutar al máximo de cada entrenamiento y de cada partido, que siempre puede ser el último. Ya voy teniendo una edad y los años no pasan el balde»— en un acto de contrición. Acaba contrato, tras no haber alcanzado el mínimo de partidos para la renovación, y si no encuentra nuevo destino de su gusto, se retirará con los números más discretos desde que accedió con el filial del Sevilla al fútbol profesional. Son casi veinte temporadas y solo había participado menos en aquellas lastradas por las lesiones y la falta de conexión con Quique Sánchez Flores en el Espanyol. A dos encuentros del final de campaña, catorce titularidades y un gol.

«La falta estaba en una posición muy buena, daba tiempo a que el balón bajara. Muy feliz, pero como dije desde el primer día, lo importante es el equipo», reflexionó tras esa diana que puso el 2-0 frente al Real Unión. «Muy contento por él —se sumó Idiakez—. Es uno de esos profesionales con los que uno se quita el sombrero cada día en que lo ve entrenar. Un futbolista de nivel indudable que ha conseguido su séptimo ascenso que, por las circunstancias del fútbol, no ha podido entrenar. Ha hecho un tanto que es marca de la casa y se merece todo el reconocimiento que le podamos dar».

Empezando por un estadio antes hostil donde la lógica felicidad tras huir del pozo ha liquidado de golpe cualquier cuenta por saldar. «Siempre es bonito que te reconozcan. Yo soy el más exigente conmigo mismo y cuando no me salen las cosas trato de agachar la cabeza y trabajar para el bien común», valoraba Salva acerca de la reconciliación con Riazor.

Obtenida en el tiempo extra del curso, alcanzada la Segunda División con margen suficiente para que las despedidas encajen en los planes de partido. También la de un viejo enemigo que se irá sin rencor: «Ha sido un año muy bonito, en un club increíble, de otra categoría, al que todavía le queda un año para estar donde merece». Allí a donde llevaba aquel San Juan de Son Moix.