El de Samarugo ha tocado el fútbol profesional a los 28, enrolado en el Dépor que ayudó a rescatar y donde sigue cumpliendo, incluso de vuelta al lateral
16 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Juan Carlos Valerón se ha pasado la vida adivinando el futuro. Solo así se explica esa fenomenal capacidad para encontrar el lugar donde más daño iba a provocar el balón. Y con esas mismas dotes que lo distinguieron como futbolista, leyó el porvenir de Diego Villares en los posos de su rendimiento en el Fabril. «Es un futbolista polivalente. Un adjetivo que se usa muchas veces, pero yo lo digo en plan real. Conmigo ha actuado de mediocentro, de lateral derecho, en la banda y de mediapunta, y en todas las posiciones ha rendido bien. Funciona en el rol que le pongas; te puede ayudar en todo tipo de situaciones, sabiendo que va a cumplir», apuntó el Flaco a los pocos días de quedarse sin el de Samarugo, que dio el salto al Dépor sobre la bocina del mercado de invierno del 2021. Ocupó la ficha que liberó un jugador Guadiana como Diego Rolan; en las antípodas del penúltimo refuerzo para Rubén de la Barrera (tras él llegaría Rayco) en el primer equipo blanquiazul.
Meses antes lo había querido Fernando Vázquez, pero no había podido disponer de él por una cuestión de edad. 24 años eran demasiados para alternar con el filial. A Villares le ha pillado todo algo mayor. Como su primera vez en una categoría adscrita al deporte profesional. Ha llegado a Segunda División, igual que se presenta en todas partes, sin hacer apenas ruido. Cumpliendo, como adelantaba Valerón, allí donde determine el técnico del momento. Imanol Idiakez, por ejemplo, decidió en Córdoba enviarlo al carril.
Nada nuevo para el dueño del 8, que ya concluyó allí la cita celebrada en Los Cármenes, unos kilómetros más al sur. «No conseguimos encontrar el espacio de inicio en el lateral y cuando lo pusimos a él, al Granada le costó apretarnos. Él se tomaba el tiempo que debía para encontrar a sus compañeros. Su inteligencia jugando nos permite emplearlo en distintas posiciones. Lo bueno de Diego es que entiende muy bien el fútbol», había desgranado el técnico vasco antes de viajar a El Arcángel, donde decidió prescindir del chico para todo lucense en la medular. «Cuando lo quitamos del medio del campo, podemos perder un poquito de presencia con la pelota; un poquito de duelos», admitió. Pese a ello, eligió arriesgar.
El resultado no fue el deseado para el Deportivo a la altura de la divisoria, por mucho que efectivamente diera frutos en el flanco derecho de la zaga. Lo selló Villares; el visitante que intervino en más acciones defensivas y el de mejor promedio de duelos ganados (80 %). A cambio, apenas pisó campo rival.
Abandonó el campo con el 1-0 todavía en el marcador, para que Petxarroman tratara de aportar mayor profundidad. Por primera vez en cinco jornadas no alcanzó los 90 minutos sobre el césped. Le faltaron tres. Una constancia que sale cara dentro de esta plantilla cargada de presuntos intocables donde la permanencia exige capacidad de adaptación. Lo que Idiakez definió como «la riqueza que tienen algunos para interpretar dos posiciones tan diferentes como la de lateral izquierdo y extremo derecho, enganche y mediocentro, o mediocentro y lateral». El final, claro, iba por este futbolista que aún quema etapas con discreción. Huyendo, incluso en zona mixta, del titular.
Apagafuegos habitual del club —Álex Bergantiños, como precursor en todo—, llamado a dar la cara en las derrotas dolorosas; incluso tras cumplir. «Donde el míster me ponga, bienvenido sea», sostuvo en Córdoba ese «jugador que siempre es bueno tener» que adivinaba Valerón.