Juanito, exjugador blanquiazul homenajeado en el partido contra el Albacete: «Llegué al Dépor porque Amancio me recomendó»
TORRE DE MARATHÓN
«En la pretemporada Arsenio nos hacía subir corriendo a la Zapateira mientras nos daba indicaciones con el claxon del bus. Al llegar arriba, hacíamos cargas con ruedas de tractor», recuerda
02 oct 2024 . Actualizado a las 10:23 h.El pasado viernes el Deportivo visitó el Carlos Belmonte para enfrentarse al Albacete. Entre los asistentes había un exjugador de ambos equipos que no se imaginaba la sorpresa que los clubes habían preparado para él. Era Juan Ignacio Rodríguez Rodríguez, conocido como Juanito (Albacete, 1943). «Asistí al partido y fue una alegría. Me hicieron un pequeño homenaje, me entregaron las camisetas de los equipos. No me lo esperaba, nadie me había comentado nada. Cuando bajamos en el descanso a una zona del antepalco me encuentro a representantes de las dos instituciones con las camisetas. ¡Me dio mucha alegría!», recuerda Juanito, muy agradecido al Dépor por acordarse de él.
Juanito, que ahora es embajador del Albacete, jugó en A Coruña desde 1968 a 1973. Una etapa que recuerda con especial cariño. Emocionado, rememora cómo llegó al Dépor. Nada más y nada menos que recomendado por Amancio Amaro: «Antonio González, expresdiente del club, me fichó en comunicación con él. Le llamó y le preguntó por jugadores del Real Madrid que pudiesen ir al Dépor. Y Amancio, que ha sido mi ídolo, dicho sea de paso, le habló de mí. Siempre que nos veíamos me preguntaba si me trataban bien por su tierra». Había firmado por dos temporadas y, al final, jugó cinco. «Ojalá hubiese seguido muchos años más», añade.
Pero antes de enamorarse de A Coruña y del Deportivo, porque eso es lo que transmiten sus palabras, lo hizo de dos jugadores históricos del club. «Jugaba en los juveniles del Albacete cuando estuvieron en el primer equipo Arsenio Iglesias y Dagoberto Moll. Qué jugador tan extraordinario, era un figura», añade.
Llegó al Dépor en 1968 y ahí coincidió con O Bruxo de Arteixo, donde establecieron una unión más cercana. «Era un sabio. Muy humano, un trabajador enorme… Era un entrenador muy avanzado para su tiempo. Nos trataba con mucho cariño y nos exigía mucho. Era muy comprensivo, dialogante… Se preocupaba mucho. Me marcó. Era un hombre muy justo», apunta.
«Trataba el aspecto físico de una manera… En la pretemporada subíamos a la Zapateira, al campo de golf. El autobús nos dejaba abajo y teníamos que subir corriendo. Arsenio no iba con nosotros, sino que iba subido al bus. Nos decía: ‘Salimos trotando un poquito. Cuando toque el claxon una vez, cambiamos ritmo'. Lo tocaba y ahí íbamos todos, a cambiar el ritmo. Si lo tocaba dos veces, había que ir un poco más rápido; tres, aflojábamos», recuerda. Como para olvidarlo. Porque, una vez arriba, todavía les esperaba más. En este caso, una serie de ejercicios de fuerza: «Hacíamos las cargas con unas ruedas grandes de tractor o camión y teníamos que levantarlas entre dos o tres y circular con ellas un tramo».
Los ejercicios de atención también eran muy habituales en el método de trabajo de Arsenio. «En los entrenamientos hacíamos dos filas. Al momento de empezar te decía: 'A ver Juanito, ¿a quién tienes detrás?'. Tenías que estar atento y prevenido. Decía que teníamos que estar pendientes siempre de todo», expone.
Juanito recuerda que, antes de que el Dépor se jugase el ascenso a Primera División con el Rayo Vallecano en el 71, Arsenio les tuvo concentrados un mes en el balneario de Arteixo: «Entrenábamos, nos dejaba un rato con la familia y volvíamos. Quería vigilarnos porque nos estábamos jugando nada menos que un ascenso. Era increíble. Iba por las habitaciones para ver si estábamos a gusto, si necesitábamos algo. Un detallista». «Hicimos una temporada magnífica. El día del ascenso había una cantidad de gente en Riazor... Abarrotado. Fue una fiesta», añade.
De monaguillo, a Riazor
Otro de los lugares en los que solía concentrarse el equipo era Santa Cristina. «Recuerdo que era en un hotel al lado de la playa. Antes los partidos eran los domingos, y dormíamos allí los sábados. Cerca había un convento y, después de desayunar, íbamos a oír la misa. El sacerdote que la oficiaba, el padre Taboada, recurría a Manolete y a mí para hacer de monaguillos. Cumplíamos y, por la tarde, teníamos que hacerlo en el campo», expone entre risas.
Durante sus años en A Coruña recuerda las visitas de Luis Suárez: «Era como uno más. Estando en el Inter entrenaba con nosotros cuando venía en sus vacaciones. Y para nosotros, verle ahí, a Luisito, campeón de Europa y Balón de Oro, era un orgullo». Años más tardes sus caminos volvieron a encontrarse en el Albacete, donde el coruñés entrenó durante un tiempo. Juntos, recordaron etapas anteriores. «He tenido el orgullo y suerte de haber coincidido con los tres [Arsenio Iglesias, Amancio Amaro y Luis Suárez]. Con los tres he tenido un trato cariñoso y de amistad», dice. Pese a la distancia y al tiempo, Juanito sigue al Dépor. «Es un club que lo llevaré siempre conmigo. Le desearé siempre lo mejor», finaliza.