
Tras la eliminación en Copa del Rey en tierras ourensanas y con la zona de descenso cada vez más alejada, el Deportivo se enfrentaba a otro proyecto de equipo con aspiraciones, más por historia que por rendimiento los últimos años: el Real Zaragoza. La baja de David Mella era la principal novedad en el once de Óscar Gilsanz, que dispuso un 1-4-1-3-2, con Mfulu de ancla escoltando a Villares-Mario-Yeremay y Lucas jugando totalmente libre. La responsabilidad de dar profundidad y amplitud absoluta en los carriles laterales recayó en Ximo Navarro y Escudero.
Duelo igualado, el Depor acumulaba más posesión sin generar en demasía mientras que el cuadro de Víctor Fernández inquietaba en el balón parado, no obstante tienen posiblemente a uno de los mejores «pies» de la categoría, el ex-deportivista Ager Aketxe. Cierto es que en un entrenador de su experiencia, me extraña no observar vigilancias cerca del círculo central en un córner a favor, tanto que una cabalgada de 50 metros de Lucas Pérez bastó para que Soriano adelantara a los locales.
El partido discurría como aquellos a los que se les denomina tácticos: prácticamente sin ocasiones, acumulación de efectivos en el carril central, transiciones inexistentes y demasiadas interrupciones. A pesar de que el equipo es definitivamente menos «alegre», hay que reconocer al cuerpo técnico que ha puesto la base sobre las que se debe construir cualquier proyecto, en mi humilde opinión, una mayor solidez defensiva.
El cuadro aragonés fue volcándose poco a poco a través de centros laterales y balón parado; en juego combinativo el entramado local dificultaba su circulación en el carril central, encontrando varias transiciones tras robo que los blanquiazules no acertaron en materializar. Y es que los jugadores diferenciales no estuvieron muy atinados en la toma de decisiones, por lo que Gilsanz optó por intentar cerrar el partido ante las constantes llegadas visitantes: colocó a Obrador con Escudero en el carril izquierdo, Jurado junto a Mfulu y terminando con Jaime para colocar una línea de 3 centrales. La alegría en el deporte de élite la dan las victorias, no las sensaciones, y Francho nos la quitó en el 93.